Weildler Guerra
1 Diciembre 2022

Weildler Guerra

Vivir en el acuerdo

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En una mañana del año 2007 recorría la desembocadura del río Ranchería con varias autoridades espirituales del pueblo wiwa de la Sierra Nevada de Santa Marta. Una de las autoridades era el Mama José Manuel Loperena quien marcaba el rumbo de nuestro viaje. Este marchaba acompañado de su hijo Juan, futura autoridad espiritual, quien por primera vez en su vida visitaba los puntos de la línea negra y servía de auxiliar a su padre en los rituales. Al llegar a un sitio sagrado llamado Yimaku otra autoridad, Mama Antonio Pinto, comenzó a hablarnos del universo primordial. “Al principio, nos dijo, los seres, existían solo espiritualmente, no había árboles, ni agua, ni los órganos corporales, ni mujeres. El mundo era como un desierto. Cuando todas estas cosas fueron obtenidas, la madre tierra dispuso de muchas riquezas como los peces y el oro. Entonces no se podía construir en los lugares cercanos a las riberas de los ríos ni en las orillas del mar, Estas áreas eran consideradas intocables”.

A una hora de allí se encontraba la tierra de los siete colores, llamada Abu Bunkuariwa. Este es un sitio femenino, como lo indica la palabra abu que le precede, y que significa madre en la lengua damana. En ella se encuentran siete colores de tierra, siete clases de piedras rojizas llamadas cornalinas, siete madres de seres espirituales, siete tipos de árboles, siete especies de casas ceremoniales llamadas kankuruas, siete variedades de semillas y siete géneros del agua. Nuestro recorrido continuó durante varios días hasta encontrar una piedra considerada el alimento del trueno. El viaje prosiguió hasta llegar al lugar de la serpiente Sekumuin que, aunque pequeña, es la jefa de todas las serpientes y es quien da las órdenes de los cobros que deben hacerse a los humanos y a sus animales domésticos.

Han pasado quince años desde ese viaje. A lo largo de ese recorrido los Mamas siempre hablaron de “vivir en el acuerdo”. Este es un principio rector para la convivencia en el universo. Ello implica mantener relaciones pacificas con muchos elementos vitales como el agua y el bosque, las piedras y los animales y también entre los humanos.

En estos días los medios nacionales han informado que la Unesco ha reconocido el Sistema de Conocimiento Ancestral de los pueblos kogui, wiwa, arhuaco y kankuamo, como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad. Todo este conocimiento indígena forma parte de una especie de ecología sagrada. Las concepciones de estos pueblos acerca del universo y sus seres proveen principios, normas y rituales como parte de un código ético sancionado religiosamente. Los territorios de estos pueblos indígenas comprenden áreas significativas de los departamentos de La Guajira, Cesar y Magdalena. En el pasado dichas áreas han sido el escenario de una violencia persistente contra los miembros de estas comunidades amerindias.

Vale la pena recordar que entre los wiwa el sol del mediodía es designado con el término Mamayuisa. Ello destaca su posición jerárquica entre los astros. Por ello la palabra Mama, no Mamo, designa muchas cosas relevantes como abuelo, sol, calor. Ellos como autoridades políticas y espirituales son los depositarios de un extenso conocimiento acerca de sus territorios, de los seres que lo habitan y del orden que impera en ellos establecidos en la ley de Sé o ley de Origen. Sus mujeres son las poco mencionadas Sagas. Estas mujeres sabias son consideradas abuela y luna. Son la fuerza vital de cada Mama, son su fuente, su complemento y su sostén, contribuyendo así a vivir en el acuerdo.

wilderguerra@gmail.com

 

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