Velia Vidal
17 Septiembre 2022

Velia Vidal

Volver a contar

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El pasado 12 de septiembre se alistaban en Segovia, España, los últimos detalles para el inicio de la versión 2022 del Hay Festival, dentro de la programación estaba la presentación de Volver a contar (Anagrama, 2022), un libro del que he hablado varias veces y que recoge textos en los que diez autores latinoamericanos cuestionamos la relación de nuestra región con los museos a partir de diez objetos de la colección de América Latina del Museo Británico. Ese mismo día, en San Miguel, medio San Juan, en la misma región donde hipotéticamente ocurre el cuento que escribí para ese libro, se presentaron fuertes enfrentamientos entre grupos armados, que dejaron a más de mil personas atemorizadas y las obligaron a desplazarse o confinarse.

Según los comunicados de algunos medios, se trata específicamente del ELN y el Clan del golfo, quienes se enfrentan por el control del narcotráfico y las rentas ilícitas en la región, manteniendo en un riesgo constante a la población civil.

Estos hechos fueron denunciados por el consejo comunitario Acadesan, en cuyo comunicado se explican los detalles del desplazamiento y confinamiento de algunas comunidades de Sipí y Medio San Juan como Negría, Dipurdú, San Agustín y Cocove. El documento da cuenta además de la afectación a bienes privados e infraestructura de servicios públicos, lo que dejó sin energía eléctrica a varias poblaciones.

Basados en su experiencia y conocimiento del territorio, el consejo comunitario es preciso en sus exigencias: “ACADESAN seguirá insistiendo en que las entidades civiles del Estado cumplan con sus obligaciones de garantizar los derechos humanos de las comunidades, no sólo a la vida, libertad e integridad, sino también los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales. Confiamos en que este nuevo Gobierno haga las cosas de manera diferente y responda de manera efectiva a las solicitudes que ha venido realizando ACADESAN desde hace años, así como a las órdenes judiciales para la protección de las comunidades (…) reiteramos que ACADESAN se opone a la realización de jornadas cívico-militares porque consideramos que incrementan riesgos, y por eso siempre insistimos únicamente en intervenciones de las entidades civiles”.

A pesar de la precisión en la postura de la organización étnico territorial, las autoridades implementaron, sumado a las medidas de choque para la atención de la urgencia humanitaria como entrega de kits de aseo, alimentación, seguimiento a la implementación de la política de víctimas, acciones militares como el despliegue de tropas apoyadas con información de inteligencia para ubicar posibles artefactos explosivos instalados por los grupos armados, verificaciones y presencia en puntos estratégicos para impedir acciones delictivas que afecten a la población civil. Estas acciones quedaron descritas en un comunicado que hablaba de embarcaciones, aeronaves, hombres armados…todo “con el objetivo de garantizar condiciones de seguridad que permitan bienestar y desarrollo de la región”. Justo lo que no percibí en mi reciente visita al San Juan hace menos de un mes, justo lo que no perciben los habitantes ni podría percibir nadie que recorra el río y los pueblos de sus orillas.

El río corre, el motor suena, el sol quema o la lluvia golpea, a veces ambas cosas al tiempo, los botes van río arriba o río abajo, todo el tiempo en medio del riesgo. Las gentes llenas de miedo intuyen quién manda en cada sector, reconocen los rostros de unos u otros, saben de las cosas que no pueden hacer, que no pueden decir, de las horas en las que no se debe navegar, todo esto pasa entre la ausencia del bienestar, del desarrollo y de la seguridad. Todo esto pasa cíclicamente, año tras año, desde hace muchos años.

A diferencia del Otilio, el cuento que escribí para la publicación del proyecto del Centro de Excelencia Santo Domingo para la Investigación en América Latina del Museo Británico y el Hay Festival, estas historias del horror no quisiera volverlas a contar nunca; no quisiera repetir, ni siquiera en mi memoria, los hechos espantosos que me contaron en esos días en el San Juan; pero en el Chocó ya sabemos que no podemos someternos al silencio, porque repetir una y otra vez, tal como una y otra vez se vulneran los derechos de los nuestros, es quizá la única herramienta cierta que tenemos para enfrentar esta guerra en la que, en todo caso, siempre salimos perdiendo.

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