Mariana Garcés
11 Febrero 2022

Mariana Garcés

¿Y de la cultura qué?

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Los candidatos a la Presidencia de la República en sus debates públicos y ampliamente difundidos por diferentes medios hablan sin ninguna profundidad sobre variados asuntos, dada la mecánica de estos y la brevedad del tiempo. En el debate coordinado por Semana y El Tiempo parecían un grupo de amigos discutiendo sobre el país y política en la sala de su casa. 

Sus entrevistadores escogen aquellos temas que, de acuerdo con las encuestas y las redes, son los que supuestamente más preocupan e interesan a los ciudadanos. Es decir, los “taquilleros”. Todos nos prometen que van a luchar de frente contra la corrupción, a procurar empleos dignos, a trabajar por un país más seguro y equitativo y a recuperar el campo. Además, les preocupa el medio ambiente y el cambio climático, un tema tan de moda en el mundo. Lo que generalmente nos quedan debiendo en sus intervenciones son los cómo. 

Esos lugares comunes no cambian la opinión de los ciudadanos sobre uno u otro candidato, y tampoco logran captar la atención del que no vota, o del que vota en blanco, porque cada día son más los que uno oye decir: “Aquí nunca pasa nada”. 

Temas que deberían ser fundamentales para el futuro del país como la paz, algunos no lo abordan porque la paz no da votos, o lo que es aún peor, porque puede el candidato ser identificado con una corriente y con un gobierno, entonces sus asesores recomiendan que es mejor guardar silencio. 

La que sí está verdaderamente ausente de casi todas las propuestas es la cultura. No son muchos los que tienen una concepción humanista sobre el manejo del Estado y en sus propuestas no se encuentra un capítulo dedicado al tema. Pocos entienden su verdadera dimensión y el papel fundamental que juega en la transformación de la sociedad. Debería ser entonces abordado como un asunto estructurante y no conexo o anexo. 

Revisados los programas de gobierno de algunos candidatos, o sus páginas o redes y lo que publican algunos medios sobre sus propuestas, la cultura, tristemente  no es relevante.

En las líneas generales del programa de la Colombia Humana de Petro ni siquiera la menciona ni una sola vez.  Rodolfo Hernández, por ejemplo, después de lo que parece ser su promesa básica: no mentir, no robar, no traicionar, tiene un titular que dice “Infraestructura Cultural” y se pueden observar fotografías bellísimas del Teatro Santander. Él, como alcalde, le dio el empujón final y definitivo para terminar la obra aportando 11.000 millones de pesos, pues empresarios privados ya habían invertido 30.000 y, en honor a la verdad, fue el único mandatario local que cumplió la promesa de recursos para terminarlo. ¿Pero cuál es su propuesta para la cultura en caso de ganar las elecciones? Todo un misterio. 

No encontramos información relevante sobre este tema ni en las propuestas de Enrique Peñalosa, Federico Gutiérrez, Íngrid Betancourt, Oscar Iván Zuluaga, ni en los ocho puntos para el cambio de Jorge Enrique Robledo. Francia Márquez, gran defensora de las comunidades afro e indígenas, y del medio ambiente, sabe que la cultura es fundamental para la supervivencia de estas etnias. Curiosamente tampoco propone nada para el sector. Camilo Romero sigue esa misma línea. Carlos Amaya, en el documento “Tus luchas son nuestras luchas”, desarrolla  diez puntos y ni una sola mención a la cultura. Tampoco lo hace Juan Manuel Galán.

Los candidatos de mayor coherencia y con propuestas más robustas que vienen consultando y escuchando inquietudes del sector y reuniéndose con líderes culturales y jóvenes en diversas regiones del país son Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria. Alejandro lo expresa contundentemente: “La cultura no solo es una manifestación esencial del espíritu humano, sino también una poderosa herramienta de resistencia y cambio social”. Así se vivió en el paro nacional. Así se manifestaron los jóvenes en los puntos de resistencia en Cali y en el resto del país y parece que no aprendimos a escuchar sus demandas.

La cultura tiene que estar en el centro del quehacer del Estado, aportando a la construcción de la historia social, política e institucional del país. Tiene que estar en el centro de la reconciliación que esperamos todos, reconociéndonos y respetándonos como un territorio donde habita la diversidad y comprendiendo que es ahí donde reside nuestra riqueza como nación. 

Sin embargo y, por el contrario, hay quienes todavía piensan que este país se arregla a punta de consejos de seguridad, a punta de decir que aquí mando yo y si no le gusta entonces se va para “la mierda”.  No, candidato Zuluaga, usted no tiene el derecho de referirse así al alcalde de Cali. Esa no puede ser la manera de interpelar a las personas ni a una sociedad, por el hecho de pensar distinto o de estar en desacuerdo con su manera de gobernar. A ustedes, a los de su grupo les gusta así: imponiendo, a la fuerza, y Colombia no quiere más de eso.

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