
Alexander Serpa Mandón sobrevivió a dos rayos, pero el Ejército lo retiró por considerarlo no apto. Entre la mala suerte y el milagro, le traemos su historia.
Crédito: Montaje de CAMBIO por Yamith Mariño
El soldado que el Ejército expulsó por recibir dos rayos
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En Alexander Serpa Mandón se conjugan la mala suerte y el milagro. El soldado fue atravesado por dos rayos y en las dos ocasiones se salvó. El Ejército sin embargo, lo privó de seguir en las Fuerzas Militares por considerarlo no apto. Esta es su historia.

La primera vez que un rayo se le metió en el cuerpo fue en la selva del Nudo de Paramillo –en Alto Flecha–, en el umbral entre Antioquia y Córdoba. Alexander Serpa Mandón tenía 18 años y, vestido de militar, cumplía con el servicio obligatorio del Ejército Nacional de Colombia.
Los turnos de guardia, por la lluvia y el frío inclementes, duraban una hora. Minas antipersona, sembradas en la tierra, rodeaban la base mililtar. Eran tantas, que a la base solo se entraba por vía aérea. Con frecuencia, por el mal tiempo, los helicópteros con víveres y medicamentos no lograban aterrizar y entonces, al frío y a la zozobra del acecho de los grupos armados de la zona, cuya consigna era matar sin piedad a los soldados centinelas –“degollarlos”, dice un compañero de guardia de Alexander–, había que sumarle el hambre.
Con hambre, con frío, con obediencia, el soldado Serpa Mandón se disponía a asumir su turno de guardia a las cinco en punto de la tarde cuando… “La claridad. Yo no escuché el impacto sino la claridad…”. El rayo, así lo cuentan César Andrés Lastre y Luis Francisco Lidueña en el documental La Claridad, de la artista visual Ana María Montenegro, “alumbró todo el búnker y lo mandó a volar. Lejos”.
Cuando sus compañeros de cuartel dieron con él para asistirlo, tenía los ojos blancos y el cuerpo lleno de energía. Entraron en pánico. Lo dieron por muerto...
Rayos y centellas
El segundo rayo que lo alumbró por dentro le cayó dos meses después del primero, en noviembre de 2012, en Puerto Raudal, Antioquia. Allí, de nuevo, su turno de guardia era entre las cinco y media y las seis y media de la tarde. Y, de nuevo, intempestivo, el rayo lo atravesó bajo la forma de esa claridad eléctrica –cuyo voltaje oscila entre los 15 y los 30 millones de voltios–. Esta vez, por la experiencia del rayo anterior, lo primero que hizo fue meterse la mano a la boca y sacar la lengua para no morir de asfixia. Luego intentó, sin éxito, ponerse en pie.
“No seas marica, no seas pendejo, ¡cómo así que te cayó otro rayo!”, le dijo uno de sus camaradas. “Sí, marica, me cayó otro rayo”, respondió el soldado Serpa. El camarada confirmó que decía la verdad cuando, al tocarlo, sintió la descarga eléctrica. “¿Tú de qué santo estás agarrado?”, fue su respuesta. Aquél santo por el que preguntó el soldado, quizá por considerar que ya había hecho suficiente con ‘Antenita’ –como empezaron a llamar a Alexander en el batallón–, no intercedió por él para que el Ejército Nacional de Colombia lo aceptara entre sus filas una vez terminó el servicio obligatorio.
Esto a pesar de que el soldado Serpa, más allá de los millones de voltios que le cayeron encima mientras era carne de cañón como centinela, vio en el Ejército una posibilidad de hacer carrera –fue llamado al servicio obligatorio sin terminar sus estudios–. “Si no me querían ayudar económicamente, entonces por lo menos me hubieran podido ayudar a seguir en servicio. Si no me consideraban apto para el combate, yo bien podía ser el barrendero, hacer cualquier cosa para ganarme bien el sueldo”, dijo ante la cámara de Ana María Montenegro.
El tercer rayo lo sacudió en Sampués, Sucre, en junio de 2013 y ya vestido de civil, mientras sacaba con una escoba el agua que amenazaba con inundar el local comercial en el que trabajaba con una tía. Esta vez la claridad segadora lo tumbó contra uno de los postes del local. Y entonces, otra vez, la mente lúcida pero el cuerpo rígido, electrificado. Y de nuevo el temor de estar del otro lado. El cuarto y último rayo, que por si faltaba alguna duda tiñe de milagro la centellante historia de Serpa Mandón, golpeó cuatro meses después, también en Sampués, mientras trabajaba en un taller de artesanías con su primo.
El Ejército indolente
“Ambas cosas. Por un lado, creo que soy muy de buenas por sobrevivir a cuatro rayos, pero por otro, pues… me cayeron cuatro rayos…”, respondió el ex soldado Alex Serpa al preguntarle si se consideraba muy de buenas o muy de malas por su magnetismo inverosímil.
Lo que sí tiene claro, sin ambivalencia, es que el Ejército de Colombia, en su caso, actuó de forma indolente, desdeñosa y por fuera de la ley. No solo fue declarado no apto para seguir en las fuerzas militares en razón –supersticiosa– de “atraer rayos”, sin ningún sustento jurídico ni reglamentario, sino que, una vez “dejó de servirles”, lo despacharon sin el debido proceso médico que, en casos como el suyo, exige un diagnóstico minucioso sobre las afectaciones que los soldados sufren en plena actividad. Para luego recibir la indemnización correspondiente.
Hoy, con 32 años, cuando se expone a un ruido considerable –esto lo descubrió la primera vez que entró a una discoteca después del servicio militar– el exsoldado Serpa oye un zumbido insoportable en el oído izquierdo. Esta falla lo ha privado de pasar múltiples exámenes ocupacionales cuando ha intentado emplearse de manera formal, lo que es evidencia clara de la afectación laboral que sufrió en el Ejército: entró oyendo bien y salió oyendo mal.
La columna, que en sus palabras la “tiene jodida”, también se vio afectada y ya no puede levantar cargas pesadas. Además, dice, “ahora hablo mucho más rápido y enredado”. Esto sugiere afectaciones neuronales y cognitivas. A su pueblo natal, donde operan múltiples grupos armados, no ha podido volver por haber hecho parte de las fuerzas militares.
“En el Ejército lo perdí todo –le dice Serpa a CAMBIO sin rabia, sin rencor aparente, como quien cuenta lo inevitable–. Yo reconozco que allá aprendí muchas cosas. A valorar de verdad un plato de comida”. Pareciera que, si lo dejaran, querría volver.
El arte eficiente
La artista visual Ana María Montenegro se topó con la historia de Serpa por casualidad, mientras investigaba El Relámpago del Catatumbo, uno de los lugares en el mundo con más descargas eléctricas por kilómetro cuadrado –hasta 260 en un solo año–. Esto la hizo enterarse de que un colombiano estaba entre las 10 personas que más rayos han sobrevivido.
Dar con Álex no fue fácil, pues los medios, desdeñosos como el Ejército, al registrar su historia, le cambiaron el apellido, el lugar de los hechos y hasta el batallón al que perteneció. Tras un escrupuloso trabajo detectivesco, cuando logró contactarlo le propuso contar su historia en un documental –que, cuidadoso y preciso, se proyectó en Fragmentos, Espacio de Arte y Memoria con el título La Claridad–, como parte de la exposición La madre, las palabras con los nombres, un sorbo y cuatro rayos, curada por Carolina Cerón.
Pero el vínculo no paró ahí. Consciente de que este proyecto debía contribuir a mejorar la vida de Alexander significativamente, Montenegro presentó el caso ante la Comisión Colombiana de Juristas (CCJ), que asumió la defensa desde finales del año pasado. Quizá la artista sea la santa por quien preguntó el soldado después del segundo rayó que atravesó a Serpa y lo hizo volar en Puerto Raudal…
El pleito
Los hechos: Serpa Mandón fue declarado no apto para seguir en las fuerzas militares en razón de los dos rayos que le cayeron mientras estaba en actividad. Sus superiores, incluyendo al coronel Juan David Cardona que firmó el informativo (los memorandos de novedades de la institución) en el que se consignó la primera descarga eléctrica sobre el soldado –y que CAMBIO comparte a continuación–, incumplieron la obligación de hacerlo revisar médicamente para diagnosticar las afectaciones sufridas y poner en marcha las medidas que en estos casos asigna la ley.

Dichos daños han afectado, de forma estructural, las posibilidades laborales de Serpa, así como le han causado problemas físicos y psicológicos.
En primera instancia, la estrategia jurídica de la Comisión Colombiana de Juristas, en cabeza de Daniela Paredes y Luis Alberto Méndez, fue enviar un derecho de petición a la dirección de Sanidad del Ejército de Colombia pidiendo que se llevara a cabo el examen de retiro de Alexander Serpa.
La entidad, –que por ley, además de los exámenes de retiro de los hombres y mujeres que cumplan con el servicio militar obligatorio, tiene la obligación de convocar una junta médica para dar un diagnóstico claro en los casos con afectaciones físicas o psicológicas–, rechazó la medida bajo el alegato de que Serpa Mandón dejó pasar el tiempo límite para pedir una junta médica laboral de retiro (de un año según su argumentación). Asimismo, afirma que Serpa excedió los dos meses que, según el artículo 35 del decreto 1976 del año 2000 citado en la respuesta, es el tiempo que contempla la ley antes de que las peticiones de pensión por jubilación o invalidez sean proscritas.
La respuesta de la defensa, según afirma a CAMBIO la abogada Daniela Paredes de la CCJ, en razón de considerar que la jurisprudencia citada por el ejército vulnera claramente los derechos fundamentales de Serpa –al debido proceso, al trabajo, a la información, a la vida digna– impondrá, por un lado, una tutela. Y simultáneamente, “porque conocemos cómo funciona la administración de justicia y porque es probable que el juez de tutela nos diga que hay otras vías para controvertir la decisión”, demandarán la respuesta, tomándola como un acto administrativo, en nulidad y restablecimiento del derecho ante un juez administrativo.
Las consideraciones de la defensa están alineadas con las declaraciones que le dio a CAMBIO la teniente coronel Edna Santa María, directora de la dirección de Preservación, Integridad y Seguridad del Ejército Nacional de Colombia. "Siempre, siempre, siempre, que un soldado compruebe tener lesiones y afectaciones por estar en servicio, el Ejército ha respondido y tiene que responder", nos dijo. Además, aseguró que las lesiones sufridas durante una operación, como fue el caso de Serpa, tienen por reglamento una clasificación especial –contemplado en el literal B sobre los casos ocurridos "en el servicio o por causa y razón del mismo"– que contempla, así mismo, indemnizaciones especiales.
La teniente le comprobó a CAMBIO, al describir el procedimiento establecido para los soldados heridos en combato o durante su servicio, las graves irregularidades que hubo en el caso de Alexander. Aunque el Informativo Administrativo tuvo lugar, y aunque este calificó la descarga como una lesión "en el servicio o en razón del mismo", nunca se realizó la junta médica para determinar la dimensión de los daños. Que es fundamental para que reciba la indemnización que le corresponde. Y pueda, como hasta ahora no ha pasado, según Serpa le dijo a CAMBIO, llevar por fin una vida digna.
Esquirla: gracias a un derecho de petición que pidió la artista Ana María Montenegro mientras rodaba el documental La Claridad, el Ejército Nacional de Colombia le dio respuesta sobre los casos de heridos y muertos en razón de descargas eléctricas en el país. Las cifras arrojaron que, entre 2003 y 2024, 948 soldados fueron impactados por rayos. De estos, 766 sobrevivieron y 182 perdieron la vida.
CAMBIO contrastó esta información con la teniente Edna Santa María, que explicó el despliegue de las Fuerzas Militares para ponerle frente al problema. Desde 2018, cuando se instaló el primer monitor atmosférico en tiempo real en el país, estos se han ido instalando aceleradamente. Se espera que, de los 12 monitores instalados en la actualidad, se pase a tener 30 en el corto plazo. La disminución de los muertos y heridos por impactos de rayo, según la teniente, es concreta y promisoria. Basados en datos del Ejército, este medio construyó la siguiente gráfica.

