Lo que se quiere divulgar y lo que se pretende callar en el caso Gnecco
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Arrancó el juicio y, extrañamente, los hijos y hermanas de la difunta, así como el fiscal Burgos, insistieron en que las fotos del cadáver desnudo de María Mercedes Gnecco fueran exhibías al país. La jueza se negó al show.
El caso de Gnecco vs. Gnecco está lleno de inquietantes contrastes. Este trepidante juicio se desarrolla en una pequeña sala en la isla de San Andrés ante una joven togada responsable del Juzgado Primero Penal del Circuito, pero lo siguen con atención los medios, los bufetes de penalistas, renombradas familias de Bogotá y Popayán, así como facultades de derecho y consultorios jurídicos del país. La pregunta central del caso es ¿quién mató a María Mercedes Gnecco Serrano? Y la Fiscalía insiste en reducir el crimen a una sola respuesta: fue José Manuel Gnecco Valencia, el viudo. El problema es que eso es improbable.
Allá, en territorio peninsular, murió de un disparo María Mercedes, más conocida como Merce, el 5 de octubre de 2021. La mujer se encontraba en su casa con su esposo José Manuel Gnecco cuando hacia las 8:30 de la noche –en medio de la celebración del noveno aniversario de matrimonio– recibió un impacto de bala que resultó letal.
El fiscal Mario Burgos pretende convencer al país de que el asesino es el ahora viudo y procesado. El planteamiento del fiscal es que en la casa, aquella noche y a esa hora, no hubo nadie más y por tanto quien disparó fue Gnecco. Lo acusó del asesinato y de burlar a la justicia con una "teatralización" de lo ocurrido. Tan convencido está Burgos de su hipótesis que solicitó la captura de Gnecco y consiguió que estuviera en detención preventiva, en cárcel, por casi dos años. Y aún más: cierto día cuando el viudo estaba detenido en La Picota de Bogotá logró –sin orden de un juez y a las carreras–, sacarlo de la celda, ponerlo en el avión privado asignado al entonces fiscal general Francisco Barbosa, y trasladarlo a la cárcel de San Andrés. Enseguida Burgos argumentó que era inviable una audiencia de solicitud de libertad de Gnecco porque tal diligencia se había radicado en la capital y el preso sorpresivamente ahora estaba en la isla.
Según el acusado, la noche del crimen estaba departiendo con su esposa cuando esta, quizás, asustada, advirtió que había "unos tipos" asomándose en el jardín, fuera de la casa pero dentro de los predios de la propiedad cerrada. Gnecco afirma que su reacción fue ir en volandas a la habitación de arriba para sacar de la mesa de noche un arma traumática a fin de disuadirlos. Y asegura que estaba en el segundo piso cuando escuchó un disparo, bajó y encontró a su esposa mal herida en el suelo, entonces procedió a accionar su arma de fogueo en varias oportunidades hacia afuera de la casa. Y después llamó de urgencia al 123 para pedir auxilio. Esa llamada quedó grabada: “¡Mande una ambulancia, por favor, hacia la subida al Radar, casa El Palmar, le acaban de disparar a mi esposa, le acaban de disparar a mi esposa, por favor, por favor...! –dice en shock y luego agrega–: ¡Entraron unas personas, no sé qué pasó!, ¿dónde estabas tú mi amor, linda? ¡Apuren por favor, le dispararon a ella, qué hijueputas, qué es esta mierda!”, esa fue la llamada de socorro Gnecco, registrada en la central de radio a las 8:39 p.m. Puro teatro, considera Burgos.
Seis minutos después llegaron los primeros uniformados, y muy poco después un par de policías trasladaron a la mujer al hospital. Pero todo fue infructuoso, oficialmente a las 9:30 María Mercedes falleció a causa de shock hiperbólico, o sea, por hemorragia interna. El fiscal a cargo asegura que toda esa escena es una farsa de Gnecco, así como una serie de hallazgos que registraron los primeros criminalistas que acudieron a la casa la noche del homicidio.
La escena del crimen
En el lugar de los hechos, cerca a donde cayó la víctima, se halló la bala que le cegó la vida. Se trata de un proyectil 9 milímetros que ingresó por un costado del tórax de la víctima y salió del lado opuesto. En uno de los ventanales de vidrio de la cocina apareció un orificio pequeño del mismo tamaño del que haría un proyectil como el encontrado. Sobre esto último, Burgos señala que es un ardid para hacer creer que alguien disparó desde el exterior de la casa, y contrario a eso sostiene que fue Gnecco quien disparó a la víctima en el interior de la casa. En una audiencia preliminar el fiscal proyectó una secuencia de dibujos animados para recrear la escena que considera falsa y afirmó que un disparo con esa trayectoria (exterior-interior de la casa) jamás podría haber impactado a la mujer a la altura del tórax donde resultó herida: “Para que así ocurriera María Mercedes tendría que haber estado levitando 11 centímetros por encima del suelo”, explicó Burgos.
Los primeros investigadores al revisar el predio también encontraron que con una hoja de palma se había hecho un nudo para sujetar las cuerdas de alambre que acompañan el muro que encierre la propiedad. Cualquiera supondría que por ahí entraron los supuestos delincuentes. Pero Burgos habla de un "muro infranqueable" y cree que ese nudo lo hizo Gnecco precisamente para hacer creer que extraños ingresaron a la propiedad. El funcionario también argumenta que es falso lo de la presencia de extraños la noche del crimen, porque los perros habrían ladrado alertando.
Algo clave que no apareció la noche del crimen sino después fue la vainilla que corresponde al proyectil que acabó con Merce. La encontró el jardinero del predio entre la yerba justo frente a la ventana impactada. Ante el hallazgo, Gnecco dio aviso a las autoridades y una comisión de criminalistas acudió para recaudar el elemento. Desde la teoría de la Fiscalía ese hallazgo es otra falsedad. Sin embargo, hasta ahora no se ha judicializado al jardinero, quien en esa lógica habría respaldado la llamada teatralización de Gnecco.
El juicio apenas está empezando y esta semana pasaron al estrado dos testigos clave convocados por la Fiscalía: Edison López, jefe del Laboratorio Móvil de Criminalística de la Policía, quien hizo la inspección de la casa tras el crimen, y el patrullero Albeiro Amaya, quien acompañó esas diligencias fijando fotográficamente la escena. El fiscal Burgos considera riguroso e impecable el trabajo que hicieron. Pero al pasar al estrado, una que otra inconsistencia afloró.
Burgos suele iniciar cada frase con tono de suficiencia y autorreferenciándose en algo así como, digamos, una tercera persona del pasado: "Este delegado del señor fiscal general de la nación estima que...". Y tendida su propia alfombra entra a señalar cualquier cosa. En ese tipo de ribetes y en superfluos tecnicismos agotó largas horas la semana pasada ante los dos testigos. Y recalcó una serie de elementos sin mencionar lo más importante de cada uno. Por ejemplo, se ocupó ampliamente de una bala hallada por López y Amaya en el exterior, en la rampa que conduce al parqueadero de la vivienda. Le dio total gravedad, exhibió las fotos de esta, la ubicación geoespacial donde fue encontrada y cada detalle del tipo de munición que era. Pero no contó que esa fue una bala –no accionada– que se le cayó a uno de los tantos policías que acudieron a la casa aquella noche y que este así lo declaró. O sea, el fiscal dedicó largas horas a un elemento que nada tenía que ver con el asunto a resolver.
Así mismo, Burgos agotó otra extensa jornada de juicio ocupándose parcialmente de la pistola de fogueo incautada por López en la casa, la misma que Gnecco usó para ahuyentar a quienes le habrían disparado a su esposa. El fiscal, apoyado en su testigo, expuso a la jueza las fotos del arma y de la munición encontrada junto a esta, o sea, los dispositivos de goma. Una extensa exposición en la que no quedó duda de que dichos elementos habían sido hallados por la Policía en la casa donde se perpetró el crimen aquella misma noche. Pero solo hasta que el abogado Marlon Díaz, defensor de Gnecco, contrainterrogó al testigo, quedó claro para la audiencia que era un arma de fogueo, no de fuego. Un dato esencial que el fiscal no mencionó.
Pero el choque más fuerte entre la defensa de Gnecco y el fiscal apenas estaba por llegar.
El cadáver desnudo
Ocurrió el jueves por la tarde, cuando Burgos explicó que el intendente de la Policía Edison López, ante el estrado en calidad de testigo, también había hecho la inspección al cadáver de María Mercedes Gnecco en la morgue del hospital donde se registró el deceso, y que se disponía a exponer el álbum fotográfico de esa diligencia. El penalista Marlon Diaz solicitó que ese momento de la audiencia fuera reservado –es decir que se restringiera el acceso de los medios de comunicación que transmitían la diligencia en vivo vía streming– pues las imágenes eran dolorosas para su defendido, además de lesivas de la dignidad de la víctima. Y vino la gran sorpresa.
El fiscal delegado de la fiscal general se opuso con vehemencia. Burgos, con tono de voz severo, argumentó que se trataba de un juicio público y que no había razón legal para limitar la divulgación de las imágenes. La discusión apenas arrancaba. El funcionario agregó que la petición del defensor del acusado no debía tenerse en cuenta porque:
–La exhibición no vulnera ningún principio rector –dijo el fiscal con voz de cuello– ni mucho menos va en contra de la dignidad humana del acusado José Manuel Gnecco Valencia, que con probabilidad de verdad, su señoría, ¡fue la persona que mató a la señora María Mercedes!
–Objeción, su señoría, objeción –intervino Diaz.
–¡Estoy en el uso de la palabra! –alegó Burgos, exaltado, y repitió– ¡Quiero dejar constancia que con probabilidad de verdad José Manuel Gnecco Valencia fue quien mató a la señora!
Se desató un rifirrafe, un alegato desordenado. Díaz decía que la Fiscalía debía respetar la presunción de inocencia al tiempo que Burgos ripostaba que no se restringiera la divulgación de las imágenes... La jueza, algo descolocada, tuvo que llamar al orden y pedir silencio. Pero ahí no terminó el asunto.
Enseguida intervino el abogado Iván Jiménez, quien representa a las hijas y hermanas de la fallecida y respaldó al fiscal. A lo largo del juicio esa ha sido su postura invariable: hacer venia al fiscal. Sin embargo, fue toda una sorpresa que ante la disyuntiva de exponer o no públicamente las impactantes y dolorosas imágenes del cadáver desnudo, la familia directa de María Mercedes Gnecco abogara por la exhibición. ¿Para qué?
El asunto es más que inquietante. Vale aclarar que en la sala de audiencia donde se desarrolla el juicio, cada una de las partes, empezando por la jueza, e incluyendo al fiscal, la bancada de víctimas, la defensa e incluso la pétrea procuradora y hasta el propio testigo (quien suscribió la diligencia de inspección al cadáver), todos tenían una copia del documento con una veintena de imágenes de la occisa en la morgue. Cada parte conoce y ha estudiado ese dictamen y en el juicio no se debate si hubo o no una víctima fatal. Nadie discute que María Mercedes Gnecco fue asesinada de un disparo. ¿Pero si todas las partes en juicio conocen las fuertes imágenes de la víctima desnuda recién fallecida, por qué la obstinación de publicitar tales fotos?
Lo que la jueza leyó es que se trataba de meterle más presión mediática al caso. La togada cerró la discusión diciendo, por un lado, que durante todo el proceso se debe siempre respetar la presunción de inocencia y que Gnecco Valencia "no lo sabemos, eventualmente, puede resultar ser una víctima, o no serlo". Y que en esa medida su petición de no divulgar las imágenes de la víctima es válida. Y, de otra parte, aseguró que la restricción de ese segmento concreto de la audiencia no afectaba la libertad de prensa. Dijo que no le interesaba generar "impactos" o "shows" en la prensa a nivel nacional. "Lo que interesa a este despacho es el proceso. Incluso, para el despacho es más sano que el proceso esté libre de todo este tipo de presión mediática". Y así ordenó que efectivamente la prensa se retirara al momento de discutir sobre las imágenes del cadáver desnudo de la víctima.
El episodio también genera un gran contraste por parte de la familia de María Mercedes Gnecco con relación a un informe publicado en CAMBIO semanas atrás. En aquella publicación, se expuso el caso y en un punto se reseñó que para la familia de la difunta y para el fiscal era "extraño" que hubiera desaparecido la ropa que la víctima tenía la noche de su crimen. En el proceso se ha dejado en el aire que tal "desaparición" haría parte del ardid del viudo. Pero aquel reportaje documentó que esa era una afirmación sin fundamento, toda vez que las cámaras de seguridad del hospital registran el ingreso de María Mercedes en una camilla de emergencia asistida por paramédicos, y se observa que lleva vestimenta. Para la familia ese video de plano general resultó lesivo y pidieron retirarlo. CAMBIO así lo hizo. Ahora los mismos dolientes insistieron, infructuosamente, para que las fotos de la víctima desnuda colmaran los medios de comunicación.
Al respecto también hubo novedades en la reciente audiencia. El patrullero y testigo Amaya, el policía que hizo las fotografías de la escena y de la inspección al cadáver, dijo ante el estrado que cuando estuvieron en el hospital en dicha diligencia averiguaron con los médicos por la ropa de la víctima y que los galenos explicaron que el protocolo de urgencias contempla retirar sin miramientos la ropa del paciente para intervenirle cuanto antes. Y que eso hicieron.
La defensa del acusado Gnecco fue insistente en preguntar a los policías-testigos sobre varios asuntos en los no ha hondado la Fiscalía y que seguirán siendo puntos de debate en lo que viene. Por ejemplo, sobre el comportamiento de los perros. La Fiscalía ha dicho que eran no menos que fieras y que debían haber ladrado ante la presencia de extraños. Pero el policía López dijo que aquella noche vio cuatro perros más bien mansos: "¿Los perros le ladraron a usted?", le preguntaron. Y López respondió: "No, no, ellos estaban más bien como asustados. No gruñían, ni ladraron". Y una diligencia de inspección posterior en la que participó este mismo Policía (ver foto) se observa el comportamiento plácido de uno de los perros que sigue durmiendo como si nada cuando varios extraños corren muebles y recorren la casa. Se observa un can imperturbable.
Ante el estrado, López también detalló la inspección que se hizo en el muro, donde apareció un nudo atando las cuerdas superiores. La verdad es que los policías no consideraron necesario recaudar ese elemento, vieron el nudo y simplemente lo fotografiaron. Admitieron que en el suelo observaron huellas de pisadas, pero supusieron que no eran relevantes y ni las fotografiaron. López además admitió que en el muro donde apareció el nudo no hicieron pruebas de lofoscopia para buscar huellas dactilares. Simplemente tomaron fotos desde el interior, eso fue todo. En una de las imágenes que obra dentro del expediente (ver foto) se ve a este policía de estatura media junto al muro y es evidente que la muralla infranqueable de la que ha hablado el fiscal Burgos, no es tal.
Respecto a la ventana donde apareció una oquedad indicativa de un proyectil disparado desde el jardín, el policía admitió que, del otro lado, en el platero de la cocina, había fragmentos de vidrio pero una vez más no recaudaron ni la lámina de cristal agujereada ni las esquirlas, ni siquiera aislaron el ventanal con cinta de evidencia para preservarlo y poder examinarlo con mayor detalle después. Simplemente hicieron un par de fotos.
Y cuándo se le preguntó al testigo por la búsqueda infructuosa que hicieron de la vainilla aquella noche, dijo que la adelantó con par de "compañeritos recién graduados" que le preguntaron en qué podían ayudar. Esos uniformados inexpertos, alumbrándose con sus respectivos celulares, buscaron sin hallar nada. Pero fue en ese mismo sector donde luego, con luz día, el jardinero encontró la vainilla correspondiente al proyectil que atravesó a la víctima.
Hay algo aún más inquietante que todo lo anterior: meses después del crimen, dos jóvenes delincuentes menores de edad dispararon contra la Policía de San Andrés Islas y se dieron a la huida en una moto. La persecución terminó con su captura y la pistola que portaban resultó ser el arma con que se asesinó a María Mercedes Gnecco. Eso está probado gracias al Sistema Único de Comparación Balística (Sucoba), el laboratorio estatal de balística forense de alcance nacional, que se nutre con el registro de todas las armas y municiones implicadas en escenas criminales. Resulta que toda arma de fuego deja un "tatuaje" milimétrico en la munición disparada, así se puede establecer científicamente que determinado proyectil fue disparado por determinada arma por una trazabilidad única e irrepetible. El proyectil que mató a María Mercedes Gnecco y la vainilla posteriormente hallada fueron remitidos al Sucoba, y, meses después, el sistema alertó positivo cuando la Policía de San Andrés ingresó una pistola "Walther P38, de calibre 9 milímetros de 6 estrías y rotación derecha". El arma que le pillaron a los dos delincuentes que huían.
Contrario a indagar y verificar sobre el arma y los portadores, la Fiscalía ahora mismo está tratando de precluir el caso contra los menores, que ya son mayores de edad. Es de no creer. Dos jóvenes con antecedentes de criminales y continuos ingresos a la cárcel son sorprendidos con el arma homicida y el ente investigador se empeña en concluir la indagación a favor de estos, sin siquiera abrir investigación formal. Al mismo tiempo y sin arma homicida, un delegado de la fiscal general propone un juicio taquillero, pero en el que conforme se avanza, las supuestas pruebas se tornan más y más ausentes.