In memoriam Manuel Elkin Patarroyo. Por Pedro Romero

Crédito: Colprensa

11 Enero 2025 06:01 am

In memoriam Manuel Elkin Patarroyo. Por Pedro Romero

Pedro Romero, MD, un especialista en inmunología tumoral e inmunoterapia del cáncer que se inició como investigador en el Instituto de Inmunología Hospital San Juan de Dios, dirigido por Patarroyo, escribe para CAMBIO este texto para recordar la vasta trayectoria académica y médica del científico colombiano fallecido esta semana.

Por: Pedro Romero

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La comunidad científica se conmovió este 9 de enero con la muerte súbita y definitivamente prematura (a los 78 años de edad) de uno de sus distinguidos miembros, el científico colombiano Manuel Elkin Patarroyo, MD.

Patarroyo nació el 3 de noviembre de 1946 en Ataco, sur del Tolima, una zona del centro de Colombia crónicamente afectada por la violencia política. Creció en el seno de una familia numerosa guiada por la figura patriarcal del padre, personalidad fuerte, pródigo en consejos, y una madre llena de sabiduría práctica. Estudió en la facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Bogotá y, en paralelo, se entrenó en inmunología a través de colaboraciones precoces con los reumatólogos de su facultad y de visitas a centros de investigación de excelencia en Estados Unidos y Europa, notablemente en la Universidad Rockefeller, de Nueva York. Desde muy temprano, en su formación médica, se destacó por su liderazgo y su visión en investigación biomédica de punta. Se vinculó al cuerpo docente de su facultad (1972) tan sólo un año después de su graduación como médico, con la instalación de un laboratorio de investigación en el Hospital San Juan de Dios y la conformación de un grupo integrado por jóvenes estudiantes de medicina, biología y bacteriología de diversas universidades colombianas.

En esa primera etapa de su larga trayectoria científica, Patarroyo adoptó el método de escaneo de antígenos leucocitarios desarrollado por líderes de la investigación de los antígenos de histocompatibilidad, notablemente el francés Jean Dausset, en París, descubridor del complejo mayor de histocompatibilidad humano (Human Leukocyte Antigen, HLA). Armado de una colección de varios miles de sueros de mujeres multíparas en colaboraciones con el Hospital Materno Infantil, adyacente al San Juan de Dios, Patarroyo identificó numerosos antígenos menores de histocompatibilidad, muchos aún no descritos en la literatura científica de los años setenta. En colaboración con inmunólogos de la Universidad Rockefeller como Henry Kunkel, John B. Zabrinskie y otros, describió por primera vez un antígeno cuya expresión en la superficie de las células inmunes productoras de anticuerpos, linfocitos B, está fuertemente asociada con la fiebre reumática, una endocarditis severa causada por infecciones estreptocócicas de la faringe en personas predispuestas genéticamente (Patarroyo ME et al, Nature, 1979). La identificación de asociaciones de estos antígenos leucocitarios con otras enfermedades, incluida la susceptibilidad a la lepra (Patarroyo ME et al, Lepr Rev 1981) le llevó a establecer colaboraciones científicas con grupos de investigación en Noruega (M Harboe), Suecia, Alemania y la Universidad de Rockefeller, en Nueva York (Gilla Kaplan).

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Manuel Elkin Patarroyo y Gabriel García Márquez. Foto: archivo Colprensa.

En 1982, lanzamos con Patarroyo un ambicioso programa de desarrollo de una vacuna antimalárica en respuesta a un desafío científico lanzado por nuestros colaboradores en la Universidad de Estocolmo, el matrimonio Peter y Hedvig Perlmann y Marita Troye-Blomberg (Troye-Blomberg M et al. Clin Exp Immunol 1983; Perlmann H et al. J Exp Med 1984). En esta segunda etapa, Patarroyo introdujo en el laboratorio del Hospital San Juan de Dios tecnologías revolucionarias en bioquímica, incluyendo la síntesis en fase sólida de péptidos, la síntesis de ácidos nucleicos, la secuenciación de ADN y técnicas de separación moleculares basadas en geles de poliacrilamida. Además, adaptó un modelo experimental de malaria causada por el más letal de los parásitos que infectan los humanos, el Plasmodium falciparum, en monos del nuevo mundo, los Aotus spp (mono lechuza, o nocturno) en una estación experimental en Leticia, puerto sobre el río Amazonas (Rodríguez R et al. Am J Trop Med Hyg 1990). El estado del arte en los primeros años de la década de los ochenta trajo el desarrollo del clonaje molecular y la popularización de la síntesis de péptidos a gran escala. Conceptualmente, se hablaba de vacunas molecularmente definidas, sintéticas como el siguiente gran escalón en el desarrollo de vacunas para prevenir enfermedades infecciosas.

Los primeros genes de parásitos causantes de malaria en humanos y ratones fueron clonados y secuenciados a partir de 1984 por varios laboratorios en Estados Unidos, Europa y Australia. Es en este contexto febril, Patarroyo identificó 18 péptidos al representar varias proteínas aisladas y secuenciadas del parásito y preparó polímeros de tres péptidos inductores de protección parcial contra la infección experimental en los monos. Estos polímeros sintéticos mostraron protección cercana al 100 por ciento (Patarroyo ME et al, Nature 1987). Dos polímeros candidatos, uno llamado Spf66, demostraron capacidad de inducir respuestas inmunes específicas contra los parásitos en dos tercios de voluntarios vacunados, acompañado de supresión del desarrollo de la infección (Patarroyo ME et al. Nature 1988). En paralelo, Patarroyo lideró la identificación de fracciones proteicas y péptidos con potencial para diagnóstico y el desarrollo de vacunas sintéticas en los bacilos de la lepra (Patarroyo ME et al, Lepr Rev 1986) y de la tuberculosis (Harboe M et al, Infect Immun 1986; Parra CA et al, Infect Immun 1991; Del Portilo P et al. J Clin Microbiol 1991).

En las dos décadas siguientes (1990-2010), Patarroyo trabajó en varios frentes de desarrollo de la vacuna Spf66. Científicos del Instituto de Investigación del Ejército Walter Reed, en Washington, reprodujeron el polímero peptídico sintético Spf66 en condiciones de recipiente cerrado y siguiendo las prácticas de buena manufactura (Ballou WE et al, Parasitology 1995) y llevaron a cabo estudios clínicos de vacunación independientes en niños de 2 a 15 años en áreas endémicas de Tailandia (Nosten F et al, 1996). Junto con otro estudio independiente similar en Gambia, dirigido por científicos del Medical Research Council, en Banjul, en bebés de 6 a 11 meses de edad, la conclusión fue que Spf66 no protege contra la infección por Plasmodium falciparum (D’Alessandro U, et al. Lancet 1995). En contraste, estudios adicionales en Tanzania y Sudamérica mostraron una tasa de protección en alrededor del 30 por ciento de los individuos vacunados y expuestos a niveles de transmisión del parásito variables. Las razones detrás de estos resultados contradictorios son múltiples y permanecen sin aclarar hasta el momento actual. El resultado final fue el abandono del desarrollo clínico de Spf66 por los diferentes organismos internacionales de investigación y por la Organización Mundial de la Salud, organismo al cual Patarroyo cedió los derechos sobre el polímero en 1993. Spf66 es una de las vacunas antimaláricas mejor estudiadas en el mundo y el denso conjunto de resultados inmunológicos, clínicos y epidemiológicos es sin duda parte del legado científico del investigador colombiano.

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Foto: Colprensa.

A finales de los noventa, Patarroyo dirigió sus esfuerzos experimentales hacia una búsqueda masiva y sistemática de péptidos del parásito de la malaria con funciones esenciales a la continuidad de su ciclo de vida y, a la vez, eficazmente reconocidos por el sistema inmune de humanos y primates no humanos. Como en las dos etapas precedentes de su carrera científica, esta incursión en nuevos terrenos la acompañó de adaptación de nuevos abordajes experimentales y biocomputacionales, tales como estudio de ultraestructura de proteínas en solución, usando resonancia nuclear magnética y la implementación de flujos bioinformáticos, de aprendizaje automático y de modelaje molecular (Urquiza M et al, Parasite Immunol 1996, Rodríguez LE et al, Chem Rev 2008).

En los últimos 20 años, Patarroyo y su grupo multidisciplinario desarrollaron una metodología multidimensional para identificar, sintetizar y priorizar péptidos potentes con los cuales construir vacunas sintéticas contra no sólo la malaria, sino otras enfermedades infecciosas, incluida la covid-19 (Aza-Conde J et al, Biochem Biophys Res Commun 2021; Patarroyo ME et al, Front Immunol 2021; Patarroyo ME et al, Front Immunol 2022). Su visión reciente era la de refinar estos novedosos métodos utilizando reglas de reconocimiento e interacciones moleculares hacia una resolución de unos pocos Armstrong, para generar vacunas 'universales' contra todas y cada una de las enfermedades infecciosas que afligen a la humanidad. Siempre un paso adelante en su visión científica, su intuición no andaba lejos de la corriente de investigación con Inteligencia Artificial que culminó con la generación del programa AlphaFold, hoy reconocido por el Premio Nobel de Química 2024.

Patarroyo fue un pionero de la investigación biomédica traslacional en Colombia. Tenía una personalidad brillante, una energía desbordante, una creatividad y pensamiento original singulares y un carisma arrollador. Su enorme capacidad intelectual y la independencia de su carácter científico lo colocaron desde su época de joven estudiante de medicina en un lugar aparte del establecimiento científico y académico y fue durante toda su carrera científica un 'forastero'. Fue un verdadero explorador que rompía barreras experimentales, conceptuales, e incluso institucionales, en sus búsquedas de soluciones a los problemas encontrados en la carrera por inducir respuestas inmunes que los microorganismos infecciosos no pudieran evadir. Sin embargo, su don de gentes, un agudo sentido político y un carácter seductor hicieron posible que no sólo fuera reconocido por sus pares, sus pupilos y buena parte del establecimiento académico y político, sino que le facilitó de modo infalible la consecución de los ingentes recursos económicos necesarios para sostener sus costosos proyectos de investigación. Patarroyo recibió numerosos premios y títulos honoríficos tanto nacionales como internacionales, incluyendo el prestigioso premio Príncipe de Asturias de Investigación Científica y Técnica 1994 y dos nominaciones al Premio Nobel. Un instituto de enseñanza secundaria en Parla, España, lleva su nombre desde 2011, año en el que recibió el Premio a la Solidaridad Príncipe de Viana de manos de los reyes de España. Publicó más de cuatrocientos artículos en revistas científicas de comité editorial y numerosos capítulos de libros. Fue conferencista invitado en innumerables congresos científicos y prestigiosas universidades e institutos de investigación.

También fue el blanco de controversias diversas en círculos académicos y sociales. En particular, Patarroyo fue hecho eventualmente responsable por su método de adquisición de monos salvajes del género Aotus en una querella decidida en los tribunales colombianos, por lo cual su fundación Instituto de Inmunología de Colombia (FIDIC) vio retirar la licencia para obtener monos de experimentación durante varios años. Todo esto, sin duda, consecuencias de su hábito de romper barreras en una época de activismo creciente por los derechos animales y la evolución de las regulaciones sobre la experimentación con este reino en la investigación biomédica.

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Foto: Colprensa.

Patarroyo entrenó varios cientos de científicos y técnicos colombianos, muchos de los cuales brillan por sí mismos en numerosos centros académicos y compañías farmacéuticas. Sócrates Herrera (Universidad del Valle), Patricia del Portillo y María Mercedes Bravo (Corpogen), Carlos A Parra (Universidad Nacional), Gabriela Delgado (decana de la Facultad de Ciencias, Universidad Nacional), Mauricio Calvo (Universidad de Massachusetts), Marcela Parra (Universidad de Georgetown), Clemencia Pinilla (Instituto North Torrey Pines, La Jolla), Eulogia Román (Syneos Health Clinical Solutions, North Carolina), Alberto Moreno (Universidad Emory, Atlanta) y Pedro Romero (Universidad de Lausana e Instituto Ludwig de Investigación sobre el Cáncer), por solo nombrar unos pocos.

Le sobreviven su esposa, María Cristina Gutiérrez, sus hijos, Manuel Alfonso, investigador inmunólogo del FIDIC y la Universidad Nacional, María Cristina, médica, y Carlos Gustavo, profesor en la Escuela de ciencias humanas de la Universidad del Rosario.Entre sus ocho hermanos está Manuel Patarroyo, profesor en el Departamento de Microbiología, Tumores y Biología Celular del Instituto Karolinska, de Estocolmo, Martha, dermatóloga y Gloria quien, con su esposo Roberto Amador, siempre fue cercana a los que hacerse del investigador.


Pedro Romero es un especialista en inmunología tumoral e inmunoterapia del cáncer, además de profesor emérito de la facultad de Biología y de Medicina de la Universidad de Lausana, Suiza. También es médico de la Universidad Nacional, y se inició como investigador en el Instituto de Inmunología del Hospital San Juan de Dios, dirigido por Manuel E. Patarroyo (1982-1985). Fue postdoctorante en el Departamento de Parasitología Médica y Molecular de la Universidad de Nueva York (1985-1989), dirigido por Ruth S. Nussenzweig, y desde 1989 se vinculó como investigador y luego profesor en la Universidad de Lausana.

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