Monseñor Jaramillo: "La otra salida es seguir matándonos"
14 Enero 2023

Monseñor Jaramillo: "La otra salida es seguir matándonos"

El “milagro” de la tregua entre las bandas criminales Shottas y Espartanos tiene nombre propio: monseñor Rubén Darío Jaramillo, un religioso que no pierde la esperanza e insiste en que la única salida es sembrar paz, inclusive frente a hechos como el reciente homicidio de uno de los integrantes de los Shottas, sucedido luego de tres meses de cese al fuego. ¿Quién es este obispo? ¿Cómo ve el proceso de paz?

Por: Olga Sanmartín

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El obispo de Buenaventura decidió rociar a toda la población con agua bendita para enviar un mensaje de urgencia. En 2019, lo hizo en un carro de bomberos; luego, en enero de 2022, desde un helicóptero. El diario británico The Guardian registró la hazaña, pero en Colombia el hecho pasó prácticamente inadvertido, aunque simbolizaba un grito desesperado, un llamado a la reconciliación para encender las alarmas no solo de Buenaventura sino del país entero, insensible frente a la miserable vida de la mayoría de bonaverenses.

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El protagonista de la hazaña fue monseñor Rubén Darío Jaramillo, de 56 años de edad. El mismo que hace 100 días consiguió que Shottas y Espartanos, bandas criminales enfrentadas por más de dos años, hicieran una tregua para suspender los homicidios, la tortura y las fronteras invisibles que azotaban a toda la ciudad. El acuerdo se ha cumplido –salvo por el incidente del 4 de enero– y se adelantan acercamientos entre el alto Gobierno y líderes criminales en lo que se ha llamado el Laboratorio de Paz.

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¿Quién es este obispo que parece liberado del sacramental protocolo propio de su rango dentro de la Iglesia y cuya imagen fresca está despojada de la reverencia? Pese a la violencia, no pierde la alegría, dice que nació con un balón debajo del brazo, juega fútbol, es hincha del Pereira, le gustan los fríjoles y goza a fondo largas caminatas por ríos y cascadas de las zonas rurales, porque el agua purifica.

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Monseñor Rubén Darío Jaramillo.

De niño, vivía con sus padres y sus tres hermanos (dos hombres y una mujer) en una casa del barrio Dos Quebradas, de Pereira. Su madre, muy religiosa, insistía en la necesidad de ayudarle a la gente; tal vez por eso monseñor no olvida a Herlinda, mamá de siete hijos, que a diario recogía sobras de comida de casa en casa: “Yo tendría unos 11 años y con mis hermanos queríamos saber cómo vivía esta señora. Su casa era por allá abajo, en la orilla de una quebrada. Cuando la quebrada crecía, la casa se inundaba y ella y sus hijos debían refugiarse por días afuera, en el barranco, hasta que bajara el nivel del agua. Éramos pobres, pero decidimos arreglar su casa con una madera regalada. Desde ese momento supe que dedicaría mi vida al servicio”.

En 1992 se hizo sacerdote en el Seminario Mayor María Inmaculada de Pereira para dedicarse a la obra social en pueblos y barrios muy pobres, como la comuna Villa Santana, la más difícil de esa ciudad. Entendió que la paradoja era el común denominador en estos entornos donde podía ver a líderes de pandillas delinquiendo en zonas rojas y también asistiendo a misa con gran devoción.
 
Por diez años ocupó la dirección de la Pastoral Social en la Diócesis de Pereira, donde vivió duras noches de movilizaciones de paramilitares (Cacique Nutibara y Central Bolívar) y también de guerrilleros del frente 47 de las Farc. Cursó varios estudios para adquirir herramientas generadoras de diálogos que le permitieran juntar a los contrarios. El 17 de junio de 2017, nombrado obispo por el papa Francisco, llegó a la Diócesis de Buenaventura, apenas 22 días después del paro cívico que había finalizado con una tremenda asonada en los supermercados. El escenario era tan desolador que solo pudo preguntarse: “¿Qué hago aquí en esta ciudad con semejante prontuario?, ¿de dónde agarro esto?, ¿por dónde arranco?”.

Monseñor
"La paz es vivir en el territorio sin agredirse" / Foto: Bernardo Peña 

CAMBIO: ¿Cómo empezó su trabajo en Buenaventura?
Monseñor Rubén Darío Jaramillo:
Encontré una realidad tan compleja que decidí darme dos años para conocerla. Recorrí barrio por barrio, vereda por vereda, río por río, estero por estero, varias veces y hasta el último rincón, sin miedo, sin angustia y con alegría. Hablé con la gente, legales e ilegales. No podía actuar antes de entender a fondo esa dinámica, esa miseria. Luego empecé por acercarme al Banco de Alimentos para mitigar el hambre.
 
CAMBIO: ¿Como obispo, qué es lo más duro que ha vivido?
M.R.D.J.:
La ineficacia del Estado. Hay mucha rabia. Lo duro no son los muchachos de las bandas, es el Estado que ha tenido plata, gente, poder, yo lo conozco, y sé que cuando el Estado actúa, no lo para nadie. ¿Por qué no lo hace? Podría transformar un barrio y evitar que sus habitantes se maten y que las comunidades vean que sus gobernantes se interesan por ellos.

"Lo duro no son los muchachos de las bandas, es el Estado"

CAMBIO: ¿Es el Estado el responsable de la miseria en Buenaventura?
M.R.DJ.: Claro. La gente no quiere una lotería, quiere un trabajo, educarse, sembrar en un pequeño patio. Los gobiernos nacionales y municipales no construyen para transformar. Sin tener un peso, hicimos 41 casas con ayuda de fundaciones, Iglesia y empresa privada, pero sin el apoyo de la Alcaldía, que más bien nos puso talanqueras. Las autoridades tampoco hacen su parte. Nosotros, como Iglesia, estamos poniendo el pecho aquí. Hacemos las cosas que a nadie le importan.
 
CAMBIO: Shottas y Espartanos llevan dos años peleándose las salidas al mar para sacar droga, oro o madera.
M.R.D.J.: Los Shottas tenían el control de una salida importante al mar y los Espartanos dieron la pelea por esta zona. Ha sido muy duro, tuve que hacer entierros de jóvenes que se mataban por pasar las “fronteras invisibles”, de una calle a otra. Esto fue lo que paramos hace tres meses con los diálogos iniciales: logramos que unos y otros pudieran movilizarse por todas partes sin ser asesinados, conseguimos armonía en esas comunas. La paz es vivir en el territorio sin agredirse. En medio de la disputa, les dijimos, demostremos que podemos sentarnos a dialogar. ¿Por qué? Porque la otra salida es seguir matándonos.
 
CAMBIO: Los líderes esperan salir de las cárceles para ser gestores de paz. ¿Cómo sería eso?
M.R.D.J.: El Gobierno les ha dicho mil veces que se necesita que ellos pasen a la legalidad, la legalidad no se puede negociar. Pero a la vez es complejo pedirles que pasen a la legalidad, cuando toda su vida han estado en la ilegalidad y no saben hacer nada, no tienen empleos ni formas de sobrevivencia que no sean delictivas. Por eso hay que generarlas, y en eso trabaja el Gobierno.

Monseñor
"Hay tensiones entre Shottas y Espartanos pero también tienen intenciones de volver a unirse" ./ Foto: Bernardo Peña

CAMBIO: Los voceros de las bandas insisten en que no haya una zona de distensión. Piden permanecer en las comunas donde viven y mantener el control para que no entre un tercer grupo ilegal.
M.R.D.J.: Los muchachos de las bandas urbanas que hay en Buenaventura son jóvenes que han nacido en las distintas comunas de la ciudad, donde han desarrollado toda su vida. Tienen familia, arraigo, los colegios donde estudiaron. No creo que estén dispuestos a irse a otro lugar para una posible negociación. Creo, más bien, que desearían permanecer en este territorio, porque es su lugar, pero también porque quieren ayudar a la transformación de Buenaventura, pasar de la ilegalidad a la legalidad y ser incluidos en los procesos de desarrollo, trabajar con y para la comunidad; eso permite que podamos cambiar nuestro distrito.

CAMBIO: La criminalidad ha tenido como principal impulsor al narcotráfico. ¿Qué hacer frente a este terrible gigante?
M.R.D.J.: El del narcotráfico es un tema transversal de todo el país. Por Buenaventura sale la mayor parte de droga hacia otros países, somos un corredor, y por eso se afecta tanto la vida comunitaria. Los tentáculos del narcotráfico son muy extendidos y producen ese combustible para que la hoguera de la violencia cada vez arda más. Sin embargo, la solución al narcotráfico no la tenemos en Buenaventura. Es una conversación a fondo que tiene muchos elementos por considerar. Por lo tanto, nosotros somos víctimas del narcotráfico, de las economías ilegales. Por ahora estamos interesados en salvar seres humanos, quitarles a las garras de esa delincuencia a estos jóvenes que necesitan una oportunidad de vida para que imperen en nuestro distrito la alegría del Pacífico, las oportunidades en el deporte, la música, la poesía, el turismo y toda la riqueza que esta región puede aportarle al país.  
 
CAMBIO: ¿Tiene fe en que este proceso salga adelante?
M.R.D.J.:
Tengo esperanza. Si no la tuviera, no me meto en esta cosa tan loca. Esto empezó hace más de dos años, cuando con el alcalde y el personero contactamos unos líderes para ver la posibilidad de frenar la matanza. Es difícil comprender la dimensión de lo que aquí es guerra. El año pasado me senté con los dos líderes y les dije que permitieran cesar la guerra en diciembre, que la gente acababa de vivir una pandemia y necesitaba vender y comprar en diciembre. Muchos lograron salir en un microbús para Cali a comprar ropita y juguetes para revender, pero regresaron directo a sus casas, porque la galería Bella Vista era el lugar donde había matanzas a toda hora, es la zona de disputa. Los comerciantes estaban quebrados, la gente tenía pavor. Hoy transita libremente por el lugar, porque sabe que estamos en la paz.
 
CAMBIO: ¿Hasta cuándo?
M.R.D.J.: No lo sabemos. Pero tengo esperanza porque veo el compromiso del Gobierno. Antes no lo veía. Hablé varias veces con el alto comisionado de Paz anterior, Miguel Ceballos, sin lograr nada. Le decía: ¿qué podemos hacer con estos muchachos para que paren tanta matanza? Mire el sufrimiento, yo estoy trabajando en ello, estoy pensando en una señora, en un niño, en un joven, en toda la sociedad. Pero la única posibilidad era la cárcel porque no les interesan esas comunidades. No existe esa sensibilidad en ciertos gobernantes.

Buenaventura
"Dejaron a Buenaventura en manos del narcotráfico, pero la plata no se queda en la ciudad". / Foto: Bernardo Peña

CAMBIO: Shottas y Espartanos mantienen la tregua en lo relacionado con los crímenes, pero continúan la extorsión y los robos…  
M.R.D.J.: Estamos comenzando a dialogar. Es un proceso difícil y las actividades delictivas han sido la forma de sustento de estas comunidades. El Gobierno avanza para ofrecer formas de sustento dentro de la legalidad, pero todas las metas no se alcanzan de un día para otro. El solo hecho de tantas vidas salvadas es enorme. Ahora veo que se trabaja en el marco jurídico, el Gobierno viene a Buenaventura, no somos nosotros quienes debemos buscarlo. Tenemos proyectos inmensos, barrios enteros para empezar a hacer renovaciones. Vinieron la vicepresidenta y cuatro ministros para revisar lo pactado en el paro cívico y cumplir los compromisos, llevar agua potable, educación y salud. El comisionado de Paz hace presencia frecuente. Pero las bandas siguen delinquiendo porque así han obtenido sustento por años, es eso lo que estamos cambiando.
 
CAMBIO: Las bandas se convirtieron en la máxima autoridad de esta ciudad. ¿Qué pasa con la Policía y el Ejército?
M.R.D.J.: Tanto Policía como Ejército han hecho presencia en la zona, han aumentado el pie de fuerza y se han llevado a cabo operativos. Pero nada se gana porque capturan las cabecillas, y ellos siguen mandando desde las cárceles. Algunos agentes ceden a la corrupción y otros tienen miedo, porque estas bandas son muy peligrosas y están bien armadas. El abandono es estructural, dejaron a Buenaventura en manos del narcotráfico, pero la plata no se queda en la ciudad.

Monseñor
Foto: Bernardo Peña

CAMBIO: A usted lo marcó la tortura a la que fue sometido uno de sus tíos por parte de las autoridades en 1986, cuando fue acusado injustamente por narcotráfico. ¿Cómo percibe hoy a las autoridades?
M.R.D.J.: Esa experiencia tan dolorosa me dejó un pensamiento: hay que trabajar mucho con los militares, humanizarlos. A veces se comportan peor que los otros, hay casos horribles. Si la fuerza pública, la Policía y los gobernantes cumplieran su misión, solo lo que les toca, este país estaría salvado.

"Hay que trabajar mucho con los militares, humanizarlos. A veces se comportan peor que los otros".

CAMBIO: Voceros de las dos bandas creen que, de retirarse de las comunas que controlan, el espacio vacío que dejarían sería ocupado por otro grupo armado, probablemente las Autodefensas Gaitanistas ¿Cómo minimizar ese riesgo?
M.R.D.J.: Con presencia seria y cierta del Estado en su totalidad. Es el abandono el que ha dejado el camino libre para que las bandas delincuenciales tengan poder y sean la autoridad de las comunas más pobres. Ofrecer un futuro digno, porque no es fácil ser criminal. Hay un alto índice de suicidio entre ellos, en un punto de desesperanza profunda por una vida sin futuro. Hay que demostrarles que puede vivirse dignamente desde la legalidad.
 
CAMBIO: Algunos bonaverenses creen que los criminales lo están engañando a usted y se aprovechan de su bondad.
M.R.D.J.: Primero uno ve las caras, pero no ve los corazones. No sabemos qué intención tienen las personas. Pero es claro que nadie se mete en algo si no tiene algún interés. Inicialmente, nos han dicho que los jefes grandes vieron que se abrió una ventanita que se llama la Paz Total e incluye a grupos delincuenciales que antes no se contemplaban en una mesa de diálogo. Podríamos encontrar una manera distinta de pagar por este prontuario tan terrible que no fuera únicamente la cárcel, y es revertir el daño a la sociedad, haciendo el bien después de tanto mal, también resarciendo a las víctimas. Si no cumplen, se aplicaría toda la fuerza de la ley. No somos bobos. Cada día será mejor en la medida en que los diálogos avancen. Ellos manifiestan interés por el tema de la inversión social en sus territorios, que es un acto bondadoso. Si el Estado no es el único que se mueve, sino que el bandido también está tomando iniciativas para que ese Estado actúe como debe, entonces es un tema de mutua conveniencia.

"Se hace mucho y queda mucho por hacer."

CAMBIO: ¿Qué papel cumple usted en este proceso de negociación?
M.R.D.J.:
Siempre he aclarado que no formo parte del equipo de negociación. Cumplo el papel de facilitador, en calidad de obispo, en representación de la Iglesia. Tendemos puentes entre las partes para acercar a los contrarios en un diálogo reparador y constructivo. Mi función es de servicio, y ayudamos mucho, conseguimos recursos con organizaciones sin ánimo de lucro y empresarios, llegamos a las comunidades, organizamos encuentros. Se hace mucho y queda mucho por hacer.

Monseñor
Monseñor en un encuentro con las parejas de los integrantes de las pandillas.  

CAMBIO: ¿Usted ha involucrado a integrantes de esas bandas en algún proyecto?
M.R.D.J.: En esta etapa exploratoria, de generación de confianza, hicimos el Campeonato por la Paz Francia Márquez. Tuvimos el apoyo de algunos empresarios colombianos para que, con 48 equipos femeninos y masculinos de diferentes barrios, organizáramos el campeonato de microfútbol. Dentro de esta nueva dinámica de generar proyectos con los jóvenes, vamos a pintar y arreglar las fachadas de viviendas de sectores vulnerables y reconstruir las canchas de los barrios más pobres. Serán los jóvenes de los barrios donde ellos antes delinquían quienes se encarguen de la mano de obra, y la comunidad comenzará a cambiar la percepción de unos muchachos que antes generaban tanta violencia y que, poco a poco, se convierten en transformadores de su propia realidad.  
 
CAMBIO: ¿Cómo lograr la presencia del Estado?
M.R.D.J.: Hay un compromiso fuerte de los empresarios que preguntan cuándo entran a este proceso, no le están dejando toda la responsabilidad al Gobierno. Esto no lo arregla el Gobierno, ni las Fuerzas Militares o la Policía, ni las juntas de acción comunal. Es un problema que involucra a todo el Estado. También es fundamental el trabajo investigativo que han hecho la academia a lo largo de los años, por eso hay que incluirla, para que dé guías. Yo espero un día escuchar en la mesa que el Gobierno les diga que dejen todo acto delincuencial, pero les ofrezca salidas reales, porque esa es la negociación. ¿Aceptan, sí o no? O vamos por ustedes.

Monseñor
"No siento temor en Buenaventura". / Foto: Bernardo Peña 

CAMBIO: Usted recibió amenazas de muerte en 2020. ¿Siente miedo?
M.R.D.J.: No. Comenzamos a hacer actividades con los jóvenes de las bandas y eso me permitió conocer las lógicas que se mueven aquí, son distintas. Una cosa es lo que dicen los libros, las investigaciones, las personas desde un escritorio. En el terreno, se ve otra cosa. No siento temor en Buenaventura. En cambio, me da pavor ir a Cali o a Bogotá. Aquí conoces a todo el mundo, dicen que la gente lo cuida a uno. Un día me dijeron: "Monseñor, ¿usted por qué anda con escoltas?, nadie lo va a tocar aquí". Pero tampoco puedo confiar totalmente.
 
CAMBIO: ¿A largo plazo, se visualiza usted en Buenaventura?  
M.R.D.J:. Hago la voluntad de Dios y de la Iglesia. Sí mañana el papa, a través del nuncio, me dice que he sido trasladado, pasado mañana me voy. Si no me dice nada, acá sigo. ¿Hasta cuándo? Hasta que diga. Yo trabajo duro hasta que esté aquí. Esa es nuestra misión. No pedir, no rehusar es un principio. Vivir y trabajar como si fuera a quedarme para siempre y también como si me fuera mañana. Yo me voy y mañana ya no soy nada aquí, no tengo medio metro de tierra, pero tengo todo.

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