
Murió la académica Tatiana Andia: así reflexionaba sobre la vida, el cáncer y el sistema de salud colombiano
Investigadora Tatiana Andia.
Crédito: Universidad de Los Andes
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La historiadora, investigadora y exdocente de la Universidad de los Andes había hablado con CAMBIO sobre su experiencia con una feroz enfermedad que empezó en un pulmón y se extendió hasta su cerebro.
Por: Pía Wohlgemuth N.

Este miércoles 26 de febrero falleció Tatiana Andia, experta en salud pública y profesora de la Universidad de Los Andes. Amigos y colegas lamentan su partida en redes sociales. En enero, CAMBIO conversó con ella. A continuación la entrevista para recordar sus valiosas reflexiones sobre su enfermedad y sobre el país:
Tatiana Andia recibe cada día largos audios que le envía un amigo entrañable. Cuando oprime play, suena un fragmento de Amor, ira y locura, libro de Marie Vieux-Chauvet. Un cáncer de pulmón que se expandió a su cerebro y le robó uno de sus ojos le impide disfrutar del que fuera uno de sus pasatiempos más amados: leer. Ahora, algunas de las personas que más la quieren lo hacen por ella y transforman en audiolibros los textos que Andia ya no leerá.
Es académica, historiadora, economista, profesora de la Universidad de los Andes y experta en salud pública. Recibió el diagnóstico de cáncer terminal en septiembre de 2023. El tumor cancerígeno atravesaba su espalda y uno de sus pulmones estaba totalmente invadido por la enfermedad. En mayo de 2024 supo que el cáncer también abrazaba el cerebro con un tumor en el lóbulo occipital derecho, que controla la visión del lado contrario. Hace menos tiempo le dijeron que ese tumor se duplicó a otra zona incomprendida del mismo órgano.
Desde entonces, el día a día de esta académica es vacilante. Durante un tiempo escribió en columnas de opinión su experiencia con el cáncer. Su despedida ha sido prolongada. Hace chistes, dice que cree que “llega a 2025”, pero habla con cierta nostalgia de una vida plena que quiere vivir hasta no poder más. ¿Eso qué quiere decir?
CAMBIO conversó con ella a propósito de las enseñanzas trascendentales que le ha dejado una enfermedad feroz; de los cambios, de la vida y de la muerte. También, de su experiencia como afiliada a una EPS que el Gobierno ha atacado repetidas veces.
A través de su experticia de académica y paciente, analiza con detalle el sistema de salud colombiano y habla de la incierta reforma a la salud del Gobierno. El cáncer ha agudizado aun más su mirada sobre el asunto.
CAMBIO: Usted trazó líneas rojas claras como no someterse a quimioterapia y no vivir una vida que no sea plena, ¿las mantiene?
Tatiana Andia: He sido fiel a mí misma. Las principales líneas no han cambiado. Añadiría otra: cero cirugías. Ante los tumores en la cabeza esa opción aparece, y no, no hay ninguna posibilidad. Pero también he sido flexible conmigo misma.
Si te soy sincera, tengo unas metástasis en el cerebro y hay cosas de cosas que puedes perder con esta enfermedad. El cerebro, en mi caso, es lo que yo sé usar, el órgano que mejor entrené, al que le invertí casi toda mi vida. Por eso siento que nos estamos acercando al momento de decir “no, esto ya no vale la pena”, porque comienzo a ver que no puedo hacer las cosas más significativas de la vida.
CAMBIO: María Gómez Lara, poeta, escribió el libro El lugar de las palabras cuando la diagnosticaron con un tumor cerebral que llegaría a afectar la zona del cerebro en donde se producen las palabras, el lóbulo frontal izquierdo. Sintió, entonces, que su vida perdía sentido. ¿Se siente identificada?
T.A.: Claro. Es la herramienta de trabajo, de significado de la vida.
Estuve muy mal en un momento y corrí algunas de mis otras líneas rojas por eso. Mis médicos me convencieron de hacerme cirugías con radioterapia. Los tratamientos siempre van a dar síntomas iguales o peores que los que podría dar el tumor, porque lo atacan e impiden su crecimiento y el nivel de radiación es tan fuerte que genera inflamación. A mí me dieron tres convulsiones a finales de agosto. No se lo deseo a nadie, fue terrible. Ahí empezaron otros síntomas…
CAMBIO: ¿Como cuáles?
T.A.: Se parece a un viaje con LSD. Tuve momentos en que sentía que estaba en varias conversaciones en distintas partes de mi casa, con gente distinta. Alucinando. La teoría dice que, con las convulsiones, las conexiones cerebrales se trastocan, similar a lo que pasa con un viaje psicodélico. Si yo no hubiera experimentado con una que otra droga habría pensado que me enloquecí.
Pensando en las despedidas, creo que todos tienen claro que yo estoy siendo lo más flexible que puedo conmigo misma en no apresurarme, pero tampoco atrasarme. He sido muy clara en que no quiero vivir una vida no significativa, tanto emocional como existencialmente. Entonces, ¿dónde está el límite entre una vida significativa y una que no lo es? Se vuelve incierto, porque uno se va adaptando a muchas cosas de la enfermedad.
CAMBIO: ¿Qué le da el significado a la vida?
T.A.: Esa es la pregunta existencial por excelencia. Si uno tuviera eso resuelto desde el principio, la vida no tendría sentido. Se trata de ir descubriendo qué es significativo para cada quién. Es algo dinámico. Para mí, ahora, es el tiempo con la gente que más quiero y las conversaciones con contenido. Siento también que necesito una forma de sacar lo que tengo dentro, de desfogue. No poder escribir es difícil por eso: independientemente de la audiencia, era una forma de ser y de estar en el mundo.

CAMBIO: Le cambio de tema. Quisiera preguntarle por el medicamento que sí decidió tomar…
T.A.: Es una pastilla que cuesta 30 millones de pesos al mes. Si no la cubriera la EPS, no podría pagarla. La que tomaba antes valía 8 millones.
CAMBIO: Ha dicho que el sistema de salud acá es muy generoso y que en ningún otro país de la región le cubrirían dicho medicamento. Hay colegas suyos que dicen que debería haber un techo para lo que está incluido y lo que no en los planes. ¿Qué opina de esto, con su experiencia?
T.A.: La enfermedad me ha permitido aterrizar discusiones que cuando se tienen en abstracto suenan deshumanizadas. Los mecanismos que hemos diseñado a nivel global para premiar la innovación hacen que resulten unos precios impagables para los países en vía de desarrollo que deben lidiar con una realidad global. No es un problema nuevo.
Todos los sistemas de salud tienen esta tensión, pero en Colombia está muy exacerbada porque durante muchos años el sistema falló, no fue garantista y vino una gran ola de tutelas en 2008. El sistema actual es resultado de fuerzas sociales, de activismo y de adaptación del Ejecutivo, entre otras cosas. Por eso, odio cuando hablan de que están combatiendo una supuesta ley 100 neoliberal. No, actualícense.
CAMBIO: ¿Qué le frustra del Gobierno, pensando en eso?
T.A.: No tienen teoría del cambio social, de cómo debe suceder. Si tu título es ser el Gobierno del Cambio, deberías tener una teoría de cómo se cambian las cosas. En el sistema de salud no tener esta teoría genera sufrimiento. Ahora no tenemos ni lo de antes, que era malo, ni lo nuevo: la casa en el aire que nos pintaron. Ellos dicen que el sistema venía así, que solo había que dejarlo…
CAMBIO: El shu-shu-shu del que habló el presidente Gustavo Petro...
T.A.: Y me parece una irresponsabilidad moral y política, no creo que un Gobierno pueda lavarse las manos y, para probar su punto, dejar que la gente sufra de la forma en que lo está haciendo.
CAMBIO: Usted es de Sura, una de las EPS que ha tenido confrontaciones con el Gobierno y que solicitó el retiro voluntario, pero le dijeron que no
T.A.: No sé qué significa eso. En Colombia existe la libertad de empresa, entonces ¿cómo los vas a obligar a prestar un servicio? Ahora, para los pacientes es terrible sumar el drama de la enfermedad y de la incertidumbre.
CAMBIO: ¿En su caso eso también pasa?
T.A.: Claro. Cada vez que veo una noticia de Sura me pregunto qué sigue. Se ha modificado gradualmente la forma en que se hacían los trámites. El sistema se ha vuelto justo lo que el Gobierno dijo que no iba a ser: la gente con capital social o con plata logra resolver el problema. Por ejemplo, yo pago de mi bolsillo los controles en vez de esperar 15 días a que me den una autorización.
En este momento, creo que el "genial" legado del Gobierno del Cambio es que la salud es cada vez más un favor que un derecho. Además, sabemos que las tutelas han aumentado, pero no tenemos datos precisos.
CAMBIO: ¿Cómo ha cambiado el servicio para una persona con su diagnóstico, por ejemplo, pero que vive en una zona remota?
T.A.: No creo que haya cambiado mucho. El Gobierno prometió que iba a mejorar, no que iba a empeorar o a seguir igual. Lo mínimo era conservar lo que la gente tenía por un tiempo mientras se construía lo nuevo. Ahora el Gobierno está causando más sufrimiento que la Ley 100. Había muchas prácticas perversas instaladas en el sistema que habría que corregir, pero eso no ocurre de la noche a la mañana.
CAMBIO: De cara a 2025, ¿qué pronóstico hace para el sistema de salud?
T.A.: La veo grave, todo va a empeorar y la gente va a sufrir aún más. Hay gente que va a morir. El sistema siempre ha tenido un problema de financiamiento y salía a flote porque cada Gobierno le lanzaba un salvavidas. Ahora la retórica política nos dice que eso significa ayudar a las EPS que se lucran supuestamente de forma indebida. Yo sí creo que el negocio de las EPS fue muy lucrativo al principio, pero gradualmente se fue volviendo, tal vez, el peor negocio. Ahora, además, el problema parece un poco irresoluble.
CAMBIO: ¿Y el pronóstico para usted?
T.A.: Me siento privilegiada por el tipo de enfermedad que me tocó. El cáncer te da un respiro. Puedo pensar, reflexionar. He vivido bien con lo que estaba dispuesta a hacerlo. Me siento lista para tomar cualquier decisión.
CAMBIO: ¿Usted se afilió a la Asociación para el derecho a morir dignamente? ¿Va a aplicarse la eutanasia?
T.A.: Sí y quiero aplicar la eutanasia cuando ya no pueda vivir de forma plena. Eso está incorporado en el sistema de salud también y está bastante bien reglamentado. Cuando llegue el momento, todos mis médicos tratantes saben que esa es mi decisión.
