“¿Víctima ese monstruo? Víctima yo”: una indígena wayúu, indignada con el descaro de Jorge 40
27 Enero 2023

“¿Víctima ese monstruo? Víctima yo”: una indígena wayúu, indignada con el descaro de Jorge 40

Crédito: Yamith Mariño Díaz

Blanca Nubia Díaz, quien perdió a su hija, líder social en la Alta Guajira, por órdenes del jefe paramilitar, asegura que, en vez de dárselas de víctima ante la Justicia, Jorge 40 debería hablar sobre las miles de víctimas de las que es responsable.

Por: Maria F. Fitzgerald

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

El 26 de enero de 2023, Jorge Tovar Pupo, el temido jefe paramilitar Jorge 40, llegó al Palacio de Justicia de Ibagué fuertemente escoltado por su esquema de seguridad, que lo acompañó desde la cárcel, en la que viene pagando condena desde 2020, hasta el centro de la ciudad. 

Las cámaras se pusieron sobre él. Después de todo, Jorge 40 asegura que, para entrar a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) –algo que no debería ocurrir con los jefes paramilitares, pues en 2006 ellos tuvieron su propio proceso de desmovilización y justicia especial–, aportará las pruebas necesarias para comprobar su alianza con la fuerza pública del país y así demostrar que actuó como un civil que dirigió al grupo paramilitar para apoyar al Ejército Nacional.

Alejada de las cámaras, e internada en un hospital en Bogotá, lo oía atentamente Blanca Nubia Díaz, una majayura –es decir, una princesa– del pueblo wayúu, de la alta Guajira. 

Durante la audiencia, que duró cerca de ocho horas, Jorge 40 aseguró que su único motivo para ingresar y formar el Bloque Norte de las AUC fue ser víctima de extorsiones en la región. 

Esa palabra, víctima, consiguió que a Blanca se le subiera la tensión arterial. Tuvieron que atenderla con urgencia: “¿Víctima ese monstruo? Víctima yo, víctima mi hija que fue despedazada por él y sus paracos. Nosotras sí somos víctimas. Y ese señor es solo un mentiroso. No habla de víctimas porque le duele hablar de víctimas”, aseguró. 

 

Quién era Irina del Carmen Villero

Blanca dice que a ella la mataron el día en el que mataron a su hija, Irina del Carmen Villero Díaz. Desde el asesinato, Blanca ha buscado que se reconozca su caso y se haga justicia: “Pero eso es muy difícil. Estos tipos causaron tanto miedo en La Guajira que nadie, incluso hoy, se atreve a hablar de ellos. Esa era una época en la que a todas las niñas jóvenes les decían que, si los paracos de Jorge 40 las iban a violar, que se dejaran, que porque, si no se dejaban, las destrozaban. Mi hija no se dejó y la destrozaron”, recuerda. 

Ocurrió en 2001. Irina del Carmen fue lideresa juvenil wayúu, en la zona de Cuestecitas, una de las partes que componen la alta Guajira. En aquella época era Blanca la que le recriminaba su activismo: “Mija, no salga a eso. Cuídese, por favor”, recuerda que le decía. Sin embargo, Irina continuó protestando contra lo que ella consideraba que era un estado de terror constante contra su comunidad. Sobre todo, contra las mujeres. 

Recuerda, también, que todos los días se enteraban de una nueva mujer joven violada, de un nuevo abuso contra alguna de las amigas de su hija, de otra mujer que había sido desaparecida, o asesinada. Sabían, también, que tarde o temprano iban a llegar por Irina. “Mi hija me decía que ella, por nada en el mundo, iba a dejar que le hicieran lo mismo que a sus amigas. Y que, si llegaba el día, ella prefería hacerse matar. Fue como una profecía”, recordó Blanca. 

A Irina la abusaron entre nueve hombres. Posteriormente, destrozaron su cuerpo hasta asesinarla. Blanca tuvo que huir de La Guajira, pues, cuando se enteró de la noticia, empezó a buscar respuestas. Nadie se las dio. En su lugar, llegaron amenazas y persecuciones contra ella y sus otros hijos. 

Solo en 2010 logró recuperar el cuerpo de su hija. Le entregaron unos pocos huesos, sin la certeza de que en realidad fueran los de su hija, pues los habían encontrado en una fosa común. Aún así, en agosto de ese mismo año, finalmente pudo darles entierro bajo la tradición wayúu: “Ese día tuve algo de descanso, pero yo continúo intentando saber, de la boca de estos asesinos, qué fue lo que pasó con mi hija”, dijo Blanca. 

Las víctimas de los pueblos indígenas

El Observatorio de Memoria y Conflicto del Centro Nacional de Memoria Histórica ha señalado que, entre 1958 y 2019, los pueblos indígenas han tenido más de 5.000 víctimas. La mayoría de los casos son asesinatos selectivos a líderes de las comunidades; pero también se han reportado masacres, desaparición forzada, reclutamiento forzado, desplazamiento forzado y confinamiento forzado. 

La Unidad de Víctimas tiene cifras mucho más elevadas. De acuerdo con los informes presentados por esta Unidad, el conflicto armado ha dejado 1,2 millones de víctimas étnicas en el país. El principal ataque que han sufrido es el desplazamiento forzado. Sin embargo, tanto los asesinatos selectivos, como las masacres también han sido una constante contra este pueblo. 

Según la Unidad, las principales víctimas han sido las mujeres indígenas, que han representado el 52,32 por ciento del total de víctimas en Colombia. Para la Unidad y para el Centro Nacional de Memoria Histórica, estos hechos son especialmente preocupantes pues significan el exterminio social y cultural de comunidades vulnerables. 

“Los paramilitares, comandados por Jorge 40, causaron muchos daños irreparables en toda la zona norte del país en contra de los pueblos indígenas. No sólo fue contra los wayúu, ellos se encargaron de exterminar a buena parte de los líderes de los pueblos embera, de los pueblos kokonukos y, por supuesto, de los wayúu”, aseguró Gerardo Jumi, segundo al mando de la Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC). 

Que los paramilitares en esta región pudieran hacer tanto daño a los indígenas se debió –de acuerdo con Jumi– a que los indígenas se convirtieron en víctimas invisibles. Aseguró que, como los indígenas han estado históricamente excluidos de todas las estructuras nacionales, por eso mismo ha sido sencillo ignorar sus luchas y sus peticiones: “Esto les permitió tener mayor expansión a los grupos armados en todas las regiones y aún hoy no se reconoce plenamente todo lo que han soportado los pueblos indígenas en Colombia. Esta es una deuda histórica que existe, pues nos han dejado solos”. 

Blanca opina lo mismo. Si su hija no hubiera sido una niña wayúu, o si no hubiera estado en una región tan desconectada en el país, ya habría tenido –según ella– algo de justicia: “Pero no ha sido así. Incluso, he tenido que soportar ataques, amenazas y persecuciones todos estos años, simplemente por preguntar qué pasó con mi hija”. 

En contraste –añadió–, Jorge 40 ha logrado burlar de muchas maneras a sus víctimas: primero, con la elección de su hijo, Jorge Tovar, como representante al Congreso por las víctimas del Cesar. La segunda, con esta reciente audiencia: “Que diga la verdad, él ahora quiere hacerse pasar como víctima. Habla como con una ternura, diciendo que le hicieron, que él pasó, que él sufrió, contando cosas que para mí no son relevantes. Pero esa audiencia fue muy extraña porque empezó a contar muchas cosas como para llenar el papel, como insinuando que él se hizo paramilitar sintiéndose obligado. Eso quiso decir. Que él se había metido a las fuerzas del paramilitarismo para ayudar a la gente de Valledupar”. 

 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí