El Wilson Borja que conocí

Wilson Borja, fallecido el 5 de Agosto en Bogotá

Crédito: Colprensa

5 Agosto 2024 10:08 pm

El Wilson Borja que conocí

Wilson Borja, luchador por la paz, dirigente del Polo Democrático y ex representante a la Cámara, murió el 5 de agosto en Bogotá luego de luchar contra una penosa enfermedad. Su amigo, el ex senador Antonio Sanguino, hace su semblanza.

Por: Antonio Sanguino

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La madrugada del 5 de agosto inició su último viaje Wilson Borja. No quería irse. Luchó hasta su último suspiro, aferrado a su alegría indómita y a su optimismo irredento. Parecía tener como mantra aquella invitación del Nobel, poscomunista como él, José Saramago, quien nos incitaba a “dejar el pesimismo para tiempos mejores”. Antes de la dura enfermedad con la que peleó en sus últimos meses, le había sacado el quite al cáncer de la violencia política que aún nos acecha: amenazas, exilios, persecuciones y un atentado que le dejó lesiones en una de sus piernas. Sucedió el 15 de diciembre del 2000 en el parqueadero del conjunto residencial Bochica de Bogotá.

Con Wilson, cada vez que nos veíamos en su casa, amplia, remodelada a su gusto en el Barrio La Soledad de la Bogotá, donde convivía con Nubia su compañera de vida, mamábamos gallo sobre las paradojas de su vida de mamerto sui generis. Yo lo molestaba por la enorme cava de los mejores vinos y licores que coleccionaba para mojar la conversa con sus amigos o para acompañar las viandas y comidas que entusiasta preparaba con el sazón inevitable e inconfundible de nuestro caribe. Me decía, entre carcajadas: “no joda, si luchamos p’a que todo el mundo viva bien, ¿por qué nosotros no?”. La otra paradoja que le recordaba tenía que ver con el atentado del que se había salvado: “casi te matan miembros del Ejercito, te atienden en la Clínica de la Policía Nacional y te recuperas en la Cuba socialista de Fidel” le decía. Y él me respondía: “debe ser porque como buen marxista soy devoto de la Virgen María”.

Sabía de su liderazgo desde la distancia. Wilson, además de militante del Partido Comunista y la Unión Patriótica, se había hecho conocer como dirigente sindical en el otrora Instituto de Crédito Territorial desde donde saltó a la Presidencia de la Federación Nacional de Trabajadores del Estado FANALTRASE. Yo, en cambio, me movía en el movimiento estudiantil y popular en el Nororiente Colombiano con epicentro en Bucaramanga y militaba en la organización política A Luchar, de inspiración camilista. Fue en Bogotá donde empezamos a coincidir. Primero en el Movimiento Ciudadano por la Paz y luego en los inicios del Frente Social y Político, gracias a la amistad en común con Lucho Garzón. Su atentado en el 2000 nos acercó aún más y hasta bromeábamos con su elección como Representante a la Cámara por Bogotá en el 2002. Con humor negro le decía que debía agradecer a Carlos Castaño que una parte de su electorado se debiera a un acto de rechazo al paramilitarismo.

A pesar de ser mucho mayor, Wilson tenía una historia parecida a la mía. Nacido en Colosó (Sucre) se había radicado en Cartagena junto a su familia. Quizás por ello era salsómano, aunque gozaba con el porro, las gaitas y el vallenato. Se involucró en las luchas estudiantiles en la Universidad de Cartagena en donde había iniciado estudios de ingeniería civil, luego de pasar por el Liceo Bolívar. La expulsión de la Universidad por rebelde lo trajo a Bogotá, donde desplegó todo su potencial como dirigente social y político.

Como Representante a la Cámara fue uno de los parlamentarios más comprometidos con encontrar una salida negociada al conflicto armado. No había comisión facilitadora, ni instancia de diálogo en la que no estuviese presente. Insistió una y otra vez en los escenarios de paz con el ELN y las FARC. Compromiso que reconocen por igual empresarios, académicos, comisionados de paz de los gobiernos, representes de las iglesias, voceros de las guerrillas, medios de comunicación y periodistas que cubrieron el conflicto y la paz, líderes de todos partidos y organismos internacionales. Wilson fue también pieza fundamental en la creación del Polo Democrático, el que fuera su casa política de la que fue lealmente militante hasta su partida.

Su hijo Carlos me cuenta que una vez el Expresidente Álvaro Uribe le propuso un intercambio, que no era el humanitario, por el que en aquel entonces luchaba Wilson. Le planteó que intercambiaran los sombreros, a lo que Wilson, para evadirlo, le dijo que su sombrero valía cuatro de Uribe. El expresidente quiso ponerlo contra las cuerdas y le envió cuatro sombreros suyos. Wilson, como el mamerto sui generis que todos conocimos, le respondió con un gesto de honestidad y le envió el suyo.

Con Wilson tuvimos desencuentros políticos y personales. Aun así, nuestra amistad sobrevivió por la fuerza de los sueños comunes.

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