
“El equipo de paz del Gobierno no le hace caso al presidente”: habla Salvatore Mancuso
En una carta firmada junto a 15 excomandantes paramilitares el pasado 5 de junio, Salvatore Mancuso renunció a ser gestor de paz.
Crédito: Pablo David - CAMBIO
- Noticia relacionada:
- Salvatore Mancuso
- Entrevistas
- Paramilitarismo
- Parapolítica
En entrevista con Federico Gómez Lara, la primera que el exjefe paramilitar Salvatore Mancuso concede desde que pidió suspender su gestoría de paz, critica al equipo de gobierno, le solicita al presidente que releve de su cargo a Otty Patiño, alto comisionado para la Paz, y le pide perdón a Gómez Lara por la orden que se dio para matarlo cuando era un niño de 8 años.
Por: Federico Gómez Lara

Es sábado y el reloj marca las doce del mediodía. Tras un corto viaje desde el aeropuerto Jose María Córdoba, un puñado de escoltas abre el portón y, al identificarnos, nos permite entrar a la casa de Salvatore Mancuso, en las afueras de Medellín. El exjefe paramilitar, designado como gestor de paz por el presidente Petro, regresó a Antioquia luego de un corto y accidentado paso por Bogotá tras su salida de la cárcel La Picota.

Ahora vive en una casa cómoda, de dos pisos, con amplias terrazas y rodeada de verde. Dice que allí, a diferencia de lo que ocurrió en la capital, casi ningún vecino lo identifica y, según él, a quienes lo conocen no les preocupa tenerlo cerca.
La conversación se dio en medio de otra de las tantas rupturas de la paz total pues, días antes, Mancuso y 15 exjefes paramilitares más publicaron una carta anunciando la suspensión de su encargo como gestores de paz y el fin de las relaciones con Otty Patiño, alto comisionado para la Paz.
Para Mancuso, el equipo que conformó el presidente para ejecutar su política de paz, liderado por Patiño, se ha convertido en el mayor obstáculo para avanzar en ese propósito. Aunque el excomandante de las AUC no cierra la puerta a continuar con su gestoría de paz, dice que con el actual equipo no es posible. Denuncia saboteos, incumplimientos y desobediencia a las ordenes del presidente de la república.
Al final de la entrevista, que duró más de una hora, pasó algo curioso. Ese hombre tan duro, con tantos delitos encima, se quebró con la pregunta más sencilla: "¿Usted puede dormir?" Con voz entrecortada y tratando de contener las lágrimas, el otrora poderoso jefe militar contó que sigue en el proceso de pedirle perdón a Dios para perdonarse a sí mismo.

Mientrás hablábamos de perdón y reconciliación, el momento se prestó para preguntarle a Mancuso por una decisión suya que marcó mi vida: la de mandar a matar a mi padre, Alfonso Gómez Méndez, cuando estaba al frente de la Fiscalía General de la Nación.
Pudimos conversar sobre cómo ese grupo comandado por él y por los hermanos Castaño había decidido, como represalia por las acciones de la Fiscalía contra los paramilitares, atentar contra mi padre y ponerle precio a mi cabeza cuando apenas tenía ocho años. Me pidió perdón. Nos dimos la mano.
A los pocos minutos de terminar la entrevista, el fotógrafo de CAMBIO nos informó que acababan de dispararle en la cabeza al candidato presidencial Migue Uribe Turbay. Por respeto a lo sucedido, decidimos aplazar hasta hoy la publicación de esta entrevista.
CAMBIO: Usted y otros 15 exjefes paramilitares hicieron pública una carta en la que piden suspender su encargo como gestores de paz. ¿Por qué? ¿Qué pasó?
Salvatore Mancuso: Publicamos esa carta para llamar la atención del presidente. La experiencia nos ha mostrado que los procesos de paz fracasan cuando no se honran la palabra y los compromisos. Hoy, la oficina del Alto Comisionado para la Paz está incumpliendo las instrucciones del presidente y los acuerdos que hicieron con nosotros. Tenemos pruebas de que nunca han querido hacer efectivas nuestras gestorías. Por el contrario, han hecho lo posible por dilatarlas y sabotearlas. ¿Entonces, si no se nos permite actuar, cómo podemos ayudar y cumplir con la política de paz del presidente? Tenemos mucho por contribuir a que la paz rural y urbana se logre en Colombia.
CAMBIO: En la carta queda claro que su problema directo es con Otty Patiño, alto comisionado para la Paz. Incluso lo acusan de insurrección ante las órdenes del presidente. ¿Qué es lo que, a su juicio, está haciendo mal el señor comisionado?
S.M.: No se trata solamente de Otty Patiño. Él es un hombre mayor, y la edad no le permite mantener la concentración en las conversaciones. Nosotros acordamos directamente con el presidente la instalación de la mesa para el cierre de Ralito y el señor Patiño está desconociendo ese acuerdo. Eso dificulta el avance del proceso, y se ha convertido en un factor generador de violencia y de persistencia del conflicto armado. Si les diéramos el beneficio de la duda y asumimos que han actuado de buena fe, la conclusión es que el comisionado y su oficina no entienden la dimensión del conflicto armado. Estamos repitiendo errores del pasado. Prueba de ello es que persisten las violencias. Los actores que se habían desarmado han vuelto a empuñar las armas porque el Estado no cumple su palabra. Eso genera desconfianza. Así no hay proceso que pueda culminarse de manera exitosa.

CAMBIO: Usted me corregirá si tengo una interpretación equivocada de su comunicado. Pero lo que leo entre líneas es que ustedes le están exigiendo al presidente que cambie al equipo que ha dispuesto para liderar el esfuerzo de la paz total o se retiran de la gestoría de paz…
S.M.: La verdad es que es imposible seguir con quien no honra la palabra que empeña. Por delante dicen una cosa y por detrás pegan la puñalada. Un interlocutor así, en un tema tan complejo como la paz, acaba generando violencia y más víctimas. Aquí no estamos pidiendo renegociar nada. El presidente lo tiene claro. Él mismo ha dicho que a nosotros nos engañaron y nos incumplieron. También ha pedido hacer un balance de cuáles fueron los acuerdos que el Estado incumplió para revisarlos y cumplirlos. Lo único que pedimos es que se cumplan. Pero la oficina de Otty Patiño tiene una lectura equivocada del conflicto y de nuestra participación en él. Nosotros fuimos reconocidos como un actor político y por eso negociamos. Tuvimos control social, político, militar, económico y cultural. Tanto así, que pusimos más del 30 por ciento del Congreso. Nos desmovilizamos, firmamos unos acuerdos, pero terminamos engañados y traicionados. Ahora, 20 años después, se nos trata como delincuentes perpetuos que no tienen derecho a la redención. No podemos tener una cuenta de ahorros, ni acceso a crédito bancario o medicina prepagada. Tampoco podemos aspirar a cargos de elección popular. Y este problema no es solo de las Autodefensas. Es transversal a todos los grupos.
CAMBIO: En el comunicado, ustedes hablan de “suspender” y no de renunciar a la gestoría de paz. Pero acaba de salir una respuesta del gobierno en la que, palabras más o menos, respaldan la posición de Otty Patiño. ¿Ya se puede decir que ustedes renuncian formalmente y de manera definitiva a la gestoría de paz?
S.M.: No, la idea fue suspender, ponerle de presente al presidente lo que está sucediendo y que él decida, según su criterio, si podemos seguir aportándole a la paz de Colombia desde esa designación como gestores o por fuera de ella. Pero que sea él quien diga si nos necesita, si quiere nuestra ayuda. Se la hemos ofrecido y podemos hacerlo.

CAMBIO: Pero el comunicado que sale de la oficina de Otty Patiño no es de él, sino del gobierno. De alguna manera es la respuesta oficial del presidente, y lo que dice es que respalda la gestión de su alto funcionario…
S.M.: Lo que yo veo es que la oficina del alto comisionado se insubordina ante las órdenes del presidente…
CAMBIO: ¿Pero qué sentido tendría que Otty Patiño fuera en contravía de lo que ordena el presidente Petro? ¿Para qué?
S.M.: Él tiene un enorme prejuicio que no ha podido superar por la muerte del comandante Pizarro a manos de Fidel Castaño. Me hizo el reclamo en La Picota. Pero más allá de eso, en nuestras interlocuciones, se nota su profundo desconocimiento del conflicto. Otty piensa que todos los actores son grupos de narcotraficantes con un brazo armado. La realidad es mucho más compleja. En la reunión privada que sostuvimos con el presidente Petro en Montería, hablamos de la voluntad de paz de los grupos no rebeldes para avanzar en unas negociaciones claras que les dieran oportunidad a todos. Incluso conversamos sobre la dificultad para diferenciar ideologías políticas dentro de esos grupos. Todos se financian del narcotráfico y de las economías ilegales. Yo le pedí al presidente que nos permitiera participar en la construcción de esa paz rural y urbana. Me dijo que sí, que hablara con Otty y con Álvaro Jiménez. Ellos contestaron que el presidente podía tener su interpretación, pero quienes determinaban la política pública de paz eran ellos. La están interpretando en contravia, porque han incumplido las ordenes del presidente. Así de sencillo. Incluso les pregunté si tenían un pacto con la derecha y si estaban traicionado al presidente. Se enojaron un poco…
CAMBIO: ¿Qué le respondieron?
S.M.: Me dijeron que quienes interpretaban la política pública del presidente eran ellos, no nosotros.
CAMBIO: Mucha gente se indignó cuando usted fue designado gestor de paz . El propósito de esa designación era y sigue siendo poco claro. ¿Qué es lo que usted dice que quiere hacer pero no lo dejan?
S.M.: Cuando regresé al país tenía una idea muy clara: ayudarles a Colombia y a este gobierno a conseguir una paz real, que ellos han denominado ‘paz total’. En algún momento, gran parte de ese componente rearmado tuvo relaciones conmigo o fueron mis subalternos. Así que hay una interrelación. No quiero decir que yo tenga una voz de mando sobre ellos. No tengo injerencia en el mando de estas estructuras.
CAMBIO: Pero sí tiene jerarquía…
S.M.: Me respetan y me escuchan por ser un referente que siempre ha hablado con claridad. Hoy se preguntan qué les puede esperar a ellos, si a Mancuso y a los otros comandantes los traicionaron. Nosotros, de buena fe, cometimos muchos errores en las negociaciones. Cuando entregamos los fusiles, habíamos acordado con el Estado que hiciera presencia para impedir la llegada de nuevos actores a las zonas. Se diseñaron mecanismos de lucha contra el narcotráfico y las economías ilegales, y se pactó la creación de oportunidades claras de reinserción para los desmovilizados. Nada se cumplió. Los proyectos productivos que estructuramos se desmontaron después de nuestra extradición. Se nos traicionó, se nos engañó, se nos extraditó, se incumplió. Llevamos 20 años en este proceso, que se supone iba a ser rápido. Y se estima que, con la metodología aplicada, en 30 años, no lo habremos concluido. ¿Qué tipo de paz se puede hacer con un sistema de justicia que dejó de ser transicional y se convirtió en un sistema perpetuo que trata a quienes ya pagamos la pena como delincuentes eternos?
CAMBIO: El presidente Petro sostiene que cuando a ustedes los extraditaron se dio el primer paso para la traición de ese proceso y se extraditó la verdad. ¿Qué falta para cerrar en el proceso de Ralito?
S.M.: En Justicia y Paz se han contado todas las verdades. Dieciocho años asistiendo todos los días, de lunes a viernes, de 9:00 de la mañana a 5:00 de la tarde. ¿Qué verdad va a quedar por fuera? ¡Por Dios bendito!

CAMBIO: Es decir que, para usted, los paramilitares ya contaron toda la verdad.
S.M.: Toda la verdad. El problema es que la Ley de Justicia y Paz no tiene los dientes para abarcar a quienes tuvimos responsabilidades en el conflicto. Buscando el reconocimiento integral de los derechos de las víctimas, la JEP quiso asumir la competencia sobre los máximos comandantes de las Autodefensas. Desafortunadamente no se entendió lo que se pretendía. La Corte Constitucional, a través de un fallo, le dio prevalencia a Justicia y Paz para los casos de quienes hicimos parte de las Autodefensas. Ahí ya hemos contado todas las verdades. Pero como ellos no pueden juzgar a terceros, estos quedan bajo la justicia ordinaria y no pasa nada.
CAMBIO: Y los terceros son casi la parte más importante de la verdad paramilitar.
S.M.: Exactamente.
CAMBIO: Porque ustedes eran un brazo aliado del Estado, que operaba en llave con sectores políticos y con la fuerza pública...
S.M.: Correcto. Entonces esa verdad quedó en Justicia y Paz, que se la transfirió a la justicia ordinaria en compulsas de copias. Y quedó en esos anaqueles, guardada, oculta. Y quien tiene poder político o económico alcanza a manipular esa serie de circunstancias. Pero nuestro compromiso, que era contar la verdad, se cumplió a cabalidad.
CAMBIO: Usted ha dicho que su extradición se dio como consecuencia de la decisión de contar una verdad completa que comprometía a la familia del expresidente Uribe. ¿Eso es así?
S.M.: Empezamos a contar verdades sobre las relaciones de las Autodefensas con el Estado colombiano y los gobiernos de turno. Cuando esas verdades tocaron al círculo cercano del presidente Uribe, como a Mario Uribe, nos extraditaron.

CAMBIO: ¿Solo se referían al círculo de Uribe o también a él directamente?
S.M.: Directamente, por supuesto. Hubo declaraciones que yo di de antes de mi extradición relacionadas con la responsabilidad del presidente en relaciones con las Autodefensas a través de Pedro Juan Moreno.
CAMBIO: ¿Cómo fue su relación con Álvaro Uribe?
S.M.: Bueno, con Uribe tuve algunas reuniones, como lo he explicado en múltiples ocasiones. Creo que ese tema ya es parte del pasado.
CAMBIO: Volvamos a la paz total. ¿Por qué ha fracasado de manera tan estruendosa? ¿Y qué tendría que hacer distinto el gobierno para que ese esfuerzo llegue a buen puerto?
S.M.: Se requieren personas con capacidad técnica, sin sesgos ideológicos o prejuicios morales. La página tenemos que pasarla. Esas personas deben tener conocimiento profundo del conflicto y, sobre todo, cumplir su palabra. La oficina del Alto Comisionado no quiere permitir que la OEA participe como verificador o garante. La quiere como acompañante para poder amordazarla. Ojalá permitan levantar la reserva de los archivos que quedaron de la negociación de Ralito para que se pueda conocer la verdad. Tienen la memoria histórica guardada de manera confidencial.
CAMBIO: ¿En la práctica, cómo se ve un proceso de cierre de Ralito? ¿Qué es lo que tiene que pasar para que esa verdad se conozca o para que usted diga: ya nos cumplieron?
S.M.: Es muy sencillo. Nosotros instalamos la mesa. Hay que adelantar allí las sesiones en las cuales vamos a redactar un informe de reconstrucción de lo que fueron esos acuerdos. No vamos a negociar ni a renegociar nada. Hay unos acuerdos que se pactaron. Ese informe se le pasa al presidente: “Esto pactamos, y en esto nos incumplieron: ¿qué hay que hacer con esta situación, presidente? Y solucionarlo.
CAMBIO: Usted habla mucho de cómo el Estado tiene que cumplirles a los paramilitares. Pero resulta que la organización que usted comandó dejó miles de víctimas, de muertos, de viudas, de desplazados. Se supone que usted regresó a Colombia a reparar a las víctimas y eso no ha ocurrido.
S.M.: Eso hace parte de los incumplimientos del Estado. La mayoría de las víctimas, por ejemplo, siguen sin conocer la verdad que nosotros entregamos en Justicia y Paz. Solo el 10 por ciento de los bienes que entregamos se han utilizado para reparación. El 90 restante desapareció en manos del Estado. El presidente Uribe usó eso como argumento para decir que nosotros habíamos incumplido. Yo le mandé un derecho de petición y me respondió que no nos había extraditado por incumplir, por no haber entregado los bienes o por haber seguido delinquiendo. Dijo que nos extraditó como un “acto discrecional del presidente”. Es decir, porque le dio la gana.

CAMBIO: ¿En manos de quién están los bienes de los paramilitares?
S.M.: Hoy están en manos de la SAE. ¿Qué sucedió con ellos? Se los han arrendado a políticos y a empresarios a precios absolutamente irrisorios. Eso es lo que tenemos que averiguar. ¿Por qué el 90 por ciento de los bienes no se han monetizado ni entregado a las víctimas?
CAMBIO: ¿Usted está ayudando en eso?
S.M.: Por supuesto. Pero el problema es que se me impide llegar a territorios de los que he sido desterrado. Eso se traduce en no poder trabajar en esos temas. Nosotros entregamos los bienes con fotos, videos, actas y planos. No sabemos qué pasó después de eso. Pero es importante saberlo. El problema es que hoy estamos vetados de muchas poblaciones, porque se nos dice que nuestra sola presencia es revictimizante.
CAMBIO: Esta entrevista seguramente la ve el presidente. Es un buen espacio para que usted le diga lo que le tenga que decir.
S.M.: Señor presidente: reiteramos nuestra respetuosa invitación a reunirnos para buscarle solución a este problema de fondo que existe en la oficina de quien implementa su política pública de paz. Le seguimos ofreciendo nuestra ayuda para lograr la paz en Colombia. Que la paz sea posible, que los factores de resistencia se identifiquen plenamente y se desmonten. Si en este momento tenemos actores del conflicto rearmados es porque venimos haciendo las cosas mal. De lo contrario, la paz se habría dado. Pero requerimos personas que comprendan la dimensión del conflicto y la manera de solucionarlo.
CAMBIO: ¿El presidente comprende esa dimensión? Muchas cosas se quedan en retórica y nunca se aterrizan en una política pública que se ejecute.
S.M.: Él no se queda en retórica. El presidente es un hombre supremamente inteligente y la tiene clara. Lo que no ha tenido es personas a la altura de esas propuestas en política pública de paz.
CAMBIO: Esto va a terminar, muy seguramente, en que el gobierno no haga los ajustes que usted espera. Eso, a usted, podría llevarlo a cancelar definitivamente su gestoría de paz, de la cual no hay mucho para mostrar. ¿No le parece injusto con las víctimas?
S.M.: Nosotros no dependemos de la oficina del Alto Comisionado para cumplirles a las víctimas. Este es un mensaje esperanzador y de compromiso eterno para con ellas. Nosotros seguiremos cumpliéndoles, independientemente de que seamos o no designados gestores de paz. Al presidente también me gustaría enviarle un mensaje respetuoso: si la oficina del alto comisionado sigue incumpliéndonos a todos quienes hemos sido o son actores del conflicto armado y usted permite que eso siga sucediendo, usted estaría avalando ese comportamiento. Eso expresaría que no hay un compromiso claro y serio de parte de su gobierno con la paz de este país.

CAMBIO: Según usted, el trabajo que está haciendo en la búsqueda de personas desaparecidas no depende de su gestoría de paz. Y dice que para reparar a las víctimas tampoco la necesita. ¿Entonces para qué la quiere?
S.M.: La gestoría de paz nos permite, con el aval del gobierno, adelantar muchas labores. Por ejemplo, la que emprendimos con las Autodefensas Conquistadoras de la Sierra Nevada. Les dijimos a Otty Patiño y a Álvaro Jiménez que, si caracterizaban a ese grupo como una simple organización de narcotráfico con brazo armado, la negociación iba a salir mal.
CAMBIO: Pero esa es la caracterización que hay hoy casi que para todos los grupos, incluido el ELN.
S.M.: Sí. Les advertí que más del 95 por ciento de los muchachos que hacen parte de esa estructura tienen arraigo en la zona. Son hijos, nietos, bisnietos y tataranietos de los colonos de la Sierra. Tienen ánimo expansionista, control territorial, político y económico, y aceptación entre las comunidades. A la oficina del comisionado se le olvida que ellos son un poder de facto en la zona, entonces van a caracterizar mal al grupo y no van a solucionar el problema. Le envié a la oficina un informe de caracterización que me pidieron. Luego, por petición suya, adelanté los contactos y le pedí al doctor Juan Carlos Villamizar que subiera a la Sierra Nevada para hablar con ellos. Hicimos el primer contacto en una videollamada con Álvaro Jiménez y arrancamos. Pero luego nombraron a Mauricio Silva y, en representación de la oficina del Alto Comisionado, les dijo a los comandantes que Mancuso y Juan Carlos Villamizar éramos enemigos suyos. Todo porque estábamos mostrándoles a esos muchachos los errores que nosotros cometimos para que no los repitieran y terminaran rearmados.
CAMBIO: Usted hace énfasis en el carácter político que considera tuvo la negociación entre ustedes y el gobierno de Álvaro Uribe e insiste en que se lo están desconociendo. ¿Acaso está en plan de hacer política?
S.M.: Yo regresé para que mi voz pueda contribuir a la paz y a la solución de los problemas que tiene el país. He sido un hombre eminentemente político. Desde las Autodefensas ejercí funciones políticas. Tuvimos control territorial, político, social y económico de las regiones. Inclusive una representación de más del 35 por ciento del Congreso de la República. Yo no necesito cargos de elección popular para hacer política en este país.

CAMBIO: Usted conoce bien a la fuerza pública y trabajó de la mano con ella. Los críticos del presidente Petro dicen que la tiene maniatada, desmoralizada y sin norte. ¿Cuál es su lectura?
S.M.: Desafortunadamente, la fuerza pública dejó que los actores armados ilegales tomaran ventaja. Ha crecido el control territorial de esos grupos en las regiones. Se ven los mismos problemas que había cuando nosotros estuvimos en armas. De hecho, la política de seguridad democrática del presidente Uribe funcionó porque nosotros estuvimos detrás controlando las situaciones. Así se descargó la responsabilidad de esa seguridad en múltiples territorios del país.
CAMBIO: Siempre se dijo que la política de seguridad democrática fue posible porque durante el gobierno de Andrés Pastrana y el fallido proceso del Caguán, el entonces presidente se dedicó a estructurar el Plan Colombia y a fortalecer la capacidad operativa del Ejército que le permitió luego al presidente Uribe hacer lo que hizo. Pero usted dice que el éxito se debió a los paramilitares.

S.M.: Se descargó sobre nuestros hombros la responsabilidad de la seguridad en múltiples territorios. Cuando llegó el Plan Colombia la operatividad de la fuerza pública creció con esos recursos y eso, después, nos permitió dar un paso al costado. Cuando ya no había posibilidad de que la guerrilla se tomara el poder por las armas. Pero quienes estuvimos detrás de esas políticas, especialmente la de seguridad democrática, fuimos nosotros.
CAMBIO: ¿Qué tanto sabía el presidente de entonces de ese trabajo conjunto entre usted y la fuerza pública?
S.M.: Álvaro Uribe tenía pleno conocimiento de él, lo mismo que todos los presidentes que pasaron por el país en esa época. Si no hubiésemos estado detrás, la guerrilla se habría tomado el poder por las armas.
CAMBIO: ¿Cuántos muertos se le atribuyen a usted?
S.M.: A mí se me atribuyen alrededor de 80.000 hechos delictivos durante el conflicto armado. No todos cometidos por mi. Los asumo por línea de mando. Desconozco el 95 por ciento de los hechos cometidos por hombres y mujeres bajo mi mando. Le gente puede imaginarse que yo ejecuté a 20.000 personas. Pero eso jamás sucedió.
CAMBIO: ¿Tiene un cálculo de cuántas personas mató usted mismo?
S.M.: Directas, no. Podré tener algunas muertes en combate, porque yo participé en muchos en contra de la guerrilla. Por supuesto, yo utilizaba un fusil que tenía mira telescópica de francotirador, y en el fragor de la guerra apunté a muchos objetivos guerrilleros que veía caer. Yo les di de baja en combate, pero no podría asegurar que esa cifra ascienda a muchas personas.
CAMBIO: ¿Usted puede dormir?
S.M.: Primero tuve que reconciliarme conmigo mismo. Pedirle perdón a Dios (llanto). Y perdonarme a mí mismo, para luego poder a pedirles perdón a las víctimas.

CAMBIO: Quiero aprovechar que estamos sentados frente a frente para preguntarle por un tema personal. En 1997 mi padre, Alfonso Gómez Méndez, fue elegido fiscal general de la nación. A su llegada al cargo, decidió emprender una guerra frontal desde las instituciones en contra del paramilitarismo. Tanto es así, que Carlos Castaño publicó una carta pidiéndole perdón al país de manera anticipada porque había decidido matarlo. Tras un operativo del CTI en el que murió un escolta de su hijo, supimos por informes de inteligencia que ustedes habían decidido responder matando al fiscal general y, además, a su hijo menor. Es decir, a mí. Ese fue el primer y casi el único día que vi llorar a mi papá. Arrodillado al lado de la cama. Mi mamá, mi hermana y yo tuvimos que salir corriendo del país. ¿Qué siente al verme frente a usted? ¿Tiene algo para decirme?
S.M.: Primero, lamento mucho lo que sucedió en aquel momento contigo y con tu familia. Aprovecho esta ocasión para pedirte perdón por esos hechos que estuvieron en cabeza mía y del comandante Carlos Castaño. Yo tuve parte de responsabilidad en eso que cuentas. Te expreso mi arrepentimiento y mi compromiso de no repetición. Desafortunadamente, en medio del conflicto usurpamos poderes que no eran nuestros y solucionábamos las cosas matando. Lo que tú me acabas de contar fue cierto. Te amplío un poco más. De hecho, en ese operativo los agentes del CTI ingresaron buscando a doña Tere, cuñada de los Castaño.
CAMBIO: A Sor Teresa Gómez….
S.M.: Correcto. Entraron a la casa en donde estaban mi exesposa y mis hijos. Encontraron a uno de los escoltas dormido boca abajo y le pegaron un tiro a quemarropa en la cabeza. Si en ese operativo nos hubiesen encontrado a mi hijo o a mi, que teníamos una contextura física similar a la del escolta, nos hubieran matado. Creo que al él le dispararon pensando que era yo. Como si el objetivo fuera matarme y no capturarme. Supe que eso lo instigó un político de Córdoba. Entonces tuve una discusión con el comandante Carlos Castaño porque yo ordené ejecutar al miembro del CTI y al político de Córdoba. Pero él me dijo: “No. Yo voy a ordenar la ejecución del fiscal Alfonso Gómez Méndez”. La amenaza contra ti pudo venir de personas que querían congraciarse con nosotros. Porque siempre tratamos de no vincular mujeres y niños a la guerra.
CAMBIO: Sí, pero yo tenía ocho años. ¿Y usted cómo convenció a Carlos Castaño de que no matara a mi papá?
S.M.: Hablamos con él de las consecuencias que eso tendría en el país, como ya había sucedido años antes con la muerte de Jaime Garzón. Y él desmontó varias de las órdenes que ya había dado sobre diferentes personas. Por ejemplo, en la lista también estaba el señor Gustavo Gallón, que hoy es embajador en Naciones Unidas.
CAMBIO: Luego de ese operativo en el que mi padre ordenó capturar a Sor Teresa Gómez, en Montería hubo una manifestación convocada por ustedes en contra de la Fiscalía. Me dicen que a esa manifestación asistió Luis Camilo Osorio, quien poco después, en el 2001, se convirtió en el fiscal general de la nación. ¿Eso es cierto?
S.M.: Bueno, yo no pude participar directamente en esas manifestaciones. Ya estaba en la clandestinidad desde hacía varios años, pero ese es uno de los rumores que a mí me llegaron.

CAMBIO: ¿A Luis Camilo Osorio lo pusieron ustedes?
S.M.: No. Nosotros influenciamos la elección de Mario Iguarán. No fui directamente yo. Fue una solicitud que nos hicieron. Ese tema lo hemos tocado en Justicia y Paz y en la JEP.
CAMBIO: ¿Pero no hubo una incidencia directa de los paramilitares en la elección del doctor Osorio? La versión que tengo es otra.
S.M.: La gente dice que hubo injerencia nuestra. Pero no. Hubo quizás apoyo de algunos congresistas que hacían parte de la bancada política nuestra.
CAMBIO: Han pasado 25 años desde que un sector del grupo que usted comandaba decidió matar a mi papá y atentar contra mi, cuando era un niño de apenas 8 años. Usted me ha pedido perdón, se lo recibo. Solo así se cierran los cliclos de violencia. Gracias por recibirnos y permítame darle la mano.
S.M.: Federico, gracias a ti por recibir ese perdón y espero que todos estos compromisos y gestos que hacemos sirvan de ejemplo para las generaciones actuales y futuras y podemos reconciliarnos y vivir en un mejor país.
CAMBIO: Que así sea.
