
Sebastián Aguilar y Hernándo Sánchez eran los últimos grandes herederos del imperio de Víctor Carranza. En cuestión de meses fueron asesinados de forma casi idéntica y en el mismo conjunto residencial
Crédito: Fotoilustración de Yamith Mariño.
La muerte del último zar esmeraldero: historias de atentados, narcotráfico y poder detrás de los homicidios más sonados del gremio en el último año
Hernando Sánchez era el último de los duros del negocio esmeraldero. Lo asesinaron con el mismo mecanismo y calibre con que cayó Sebastián Aguilar el año pasado. A Sánchez y a Aguilar no solo los une la forma de morir, sino una intrincada historia de piedras preciosas, homicidios de socios y señalamientos por su cercanía con el narcotráfico.
Por: Andrés Mateo Muñoz

A pesar de haber ocurrido con siete meses de diferencia, el informe de los asesinatos de Juan Sebastián Aguilar y de Hernando Sánchez son casi idénticos: un disparo certero de un francotirador profesional se coló a través de las lujosas casas del mismo conjunto residencial al norte de Bogotá. El sicario escogió en ambos casos el domingo, día familiar para garantizar que las víctimas estuvieran en casa. Además, los dos esmeralderos habían esquivado la muerte en varias ocasiones con una ayuda que parecía divina. Pero lejos de ser una coincidencia macabra, los hechos apuntan a una vendetta abierta entre los duros del negocio verde que ha dejado varios homicidios en la última década.
Jesús Hernando Sánchez Sierra se convirtió en una leyenda nacional desde octubre de 2012. En ese momento el esmeraldero estaba en un exclusivo local de ropa en Bogotá, cerca del centro comercial Andino. Mientras se miraba al espejo, un sicario entró al almacén y lo acribilló de 11 disparos. El empresario alcanzó a cubrirse con una mano y a desenfundar su arma con la otra. Por obra de algo o de alguien, se salvó. Pasó dos meses en coma, sufrió cerca de diez cirugías y perdió un ojo y un riñón.
El vox populi que corrió en el occidente de Boyacá fue que aquel violento atentado a Sánchez vino del bloque enemigo de los herederos de Carranza. Un combo de patrones rebeldes entre los que destacaban Pedro Nel Rincón, conocido como Pedro Orejas, Horacio Triana y Diosdé González. Todos son originarios del municipio de Maripí y encontraron la fortuna en La Pita, la mina rival de la de Cunas, explotada por el grupo de Carranza junto con las familias Sánchez, Molina, Murcia y Cañón.
Los condenados por el ataque a Sánchez fueron el sicario Alexander Romero y los esmeralderos Manuel Tiberio González y Horacio Triana, quienes pagaron 50 millones de pesos por el atentado.
Estos “emergentes”, como los llama el periodista Petrit Baquero en su libro La Nueva Guerra Verde, fueron señalados de ser los autores intelectuales de los dos atentados contra Víctor Carranza, uno más espectacular que el otro. El objetivo era desplazar el poder de la institucionalidad esmeraldera matando al viejo zar y a su potencial línea de sucesión.
Semejante osadía tuvo su costo: en 2013 le lanzaron una granada a Pedro Orejas mientras tomaba whisky con su familia en Pauna, Boyacá, que celebraba sus 170 años de fundación. El ataque se complementó con una ráfaga de disparos. Por ese hecho murió Pedro Simón, el hijo de Orejas y otras cuatro personas, entre ellas un bebé de 2 meses llamado Jacobo.
La muerte del joven demostró que la guerra iba cada vez más en serio y que la muerte de Carranza derrumbó la Pax Romana entre clanes, pues ya no había un patrón con poder de decisión, sino varios queriendo cobrar venganza. Entre ellos se contaba Jesús Hernando Sánchez, quien quedó a la cabeza de la mayoría del negocio, especialmente de Esmeraldas Santa Rosa, la empresa colombiana más grande dedicada a la explotación de esmeraldas. En la junta directiva de esa compañía también estaba Juan Sebastián Aguilar, quien también resultó ser pareja sentimental de Sandra Ortiz, exconsejera para las regiones y salpicada en el escándalo de la UNGRD.
Los nuevos roles de Sánchez y Aguilar como los zares junior del negocio los puso en puesto uno y dos de la lista de objetivos militares del grupo enemigo. Por ejemplo, en octubre de 2023, a Aguilar le zumbaron los oídos por dos balazos que no alcanzaron a darle a él ni a ninguno de sus acompañantes cuando salió a atender una llamada en un balcón de un edificio en Bogotá.
Sin embargo, otros socios de Sánchez y Aguilar no corrieron la misma suerte. En mayo de 2014 un sicario le disparó por la espalda a Martín Rojas Capotera, socio de Jesús Hernando Sánchez. Rojas salía de una gallera en el barrio Villa Claudia de Bogotá y no alcanzó a llegar con vida a la Clínica de Occidente.
En mayo de 2020 Fray Genaro Cortés y su esposa aparecieron muertos en una camioneta abandonada en el norte de Bogotá. Ese mismo mes, Gregorio Domingo Tirado fue acribillado cerca de El Campín. Y en marzo de 2021, Jorge Enrique Gómez y Luis Alberto Gamboa fueron asesinados en un parqueadero del centro de la capital.
La intervención de las autoridades fue fundamental para que los “emergentes” perdieran la guerra con el poder de siempre. En 2018 extraditaron a Pedro Orejas a Estados Unidos acusado de narcotráfico. Al año siguiente el turno le llegó a su hermano Beto Rincón y a su socio Horacio Triana, quien aceptó ser exportador de cocaína ante los fiscales norteamericanos.
Sin embargo, esto no frenó la estela de muerte y en el medio parecen estar otros interesados cercanos al negocio de la cocaína.
Los narcos invisibles en Dubái
La Nueva Junta Directiva del Narcotráfico es un cartel silencioso que viene operando con algunas interrupciones desde principios de los años noventa, aunque tiene antecedentes incluso 20 años atrás. Su centro de mando ha sido Bogotá y los Llanos Orientales.
La decadencia de esta poderosa juntanza de criminales empezó con la captura y extradición de sus líderes bajo la Operación Cuenca del Pacífico: Luis Caicedo, don Lucho; Claudio Silva, el rey de la papa, y el Loco Barrera, fueron algunos de los capturados.
Pero el nombre clave en la operación era el de Julio Lozano Pirateque, el líder del cartel, quien se entregó a la DEA en 2010 en Panamá. Lozano logró un generoso acuerdo con la justicia estadounidense y quedó libre en diciembre de 2016. Después de su salida de prisión, Lozano regresó a Colombia y tuvo varios viajes de larga estadía en Dubái hasta que consiguió su residencia en la capital de los Emiratos Árabes.
El regreso al país y a sus negocios con varios capos que pagaron cárcel en Estados Unidos trajo consigo cruentas disputas por retomar el control de las rentas ilegales, así como de sus bienes en manos de testaferros.
En julio de 2021, en una plazoleta del barrio Pablo VI de Bogotá fue asesinado Luis Caicedo, don Lucho, que venía de haber pagado su pena. La otra víctima del ataque fue Julio González, uno de sus abogados.
El crimen de Caicedo fue solo uno de varios asesinatos de exnarcos y líderes cercanos al mundo esmeraldero en los últimos cinco años. David Fernández, Maximiliano Cañón, Rafael Moreno, Claudio Silva, todos eran de bandos diferentes, pero terminaron igual: asesinados en Bogotá. En esta estela de muertes también está el caso de la camioneta que apareció en la Autopista Norte con cuatro muertos y el homicidio del presidente del club Tigres y exsocio de Independiente Santa Fe, Édgar Páez, el año pasado.
Según uno de los últimos audios interceptados por las autoridades a Otoniel, el excapo aseguró que Lozano Pirateque entregó a sus exsocios como Luis Caicedo.
“El viejo Luis Caicedo lo entregó el mismo socio de él: Julio Lozano. Ellos eran socios, les decían los viejitos y todo el tiempo han trabajado. Lo traicionó el socio. Puso la información”, dice Otoniel. En las interceptaciones también se da cuenta de que el excapo del Clan del Golfo trabajaba en junta con Lozano y menciona explícitamente que el esmeraldero Hernando Sánchez también debía ser asesinado.
En 2024, fuentes en las autoridades le dijeron a CAMBIO que Chiquito Malo, el heredero de Otoniel, es quien está al mando de la Junta Directiva del Narcotráfico y trabaja en alianza con Lozano Pirateque. En ese momento ya se sabía que iban por Sánchez a como diera lugar y al final consiguieron el objetivo.
Además, las autoridades siguen trabajando en la hipótesis que Chiquito Malo, la Junta Directiva e Iván Mordisco podrían estar trabajando en cofradía para fortalecer el negocio del narcotráfico. Es decir, sería la primera vez que el Clan del Golfo se une con el Estado Mayor Central y la Junta Directiva haría el puente.
