Narcos, paras, venganzas y muerte: la guerra detrás del asesinato del esmeraldero Juan Sebastián Aguilar
11 Agosto 2024 02:08 am

Narcos, paras, venganzas y muerte: la guerra detrás del asesinato del esmeraldero Juan Sebastián Aguilar

Desde hace una década, Bogotá se convirtió en el lugar predilecto para el asesinato de esmeralderos de Boyacá. El sofisticado crimen de Juan Sebastián Aguilar es el capítulo más reciente de una historia que involucra piedras preciosas, un multimillonario negocio y capos de la droga que habrían planeado un supuesto atentado contra el presidente Petro y estarían formando una nueva organización criminal de gran poder.

Por: Andrés Mateo Muñoz

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Esta historia puede ser como El Padrino, solo que con más sangre y más violencia. Y con una banda sonora muy distinta a la de la trilogía de los años 70. Esta tiene un tono más norteño, como aquel himno del cantante popular Jimmy Gutiérrez: “les corre por sus venas, sangre esmeraldera”. Y es así, porque en los últimos años, la sangre esmeraldera ha corrido no solo por las venas, sino por los sectores más exclusivos de Bogotá.

Las vendettas entre los ‘duros’ del negocio de las esmeraldas producen cada cierto tiempo titulares ‘explosivos’ en la prensa nacional. Los ingredientes son parecidos: empresario de esmeraldas, asesinato con tintes cinematográficos, algún sector de estrato medio o alto en Bogotá y el temor de una nueva guerra verde que siempre se queda en un tal vez. 

El turno en esta ocasión fue para Juan Sebastián Aguilar, conocido como Pedro Aguilar, Pedro Pechuga, Pecho e´paloma o el Zar de la Muerte. El pasado siete de agosto, cuando caía la tarde, a Aguilar lo alcanzó un balazo en su casa mientras caminaba por los encopetados senderos del condominio Bosques del Marqués. 

El autor material, según información preliminar, fue un francotirador experto, que hizo de los cerros orientales su oficina y esta vez sí le atinó a Aguilar.

Y se dice “esta vez sí” porque en octubre de 2023 Aguilar escuchó el zumbido de dos balazos que no alcanzaron a darle a él ni a ninguno de sus acompañantes. También fue un tirador a distancia que trató de asesinarlo cuando este se acercó a una ventana a atender una llamada en un edificio en la calle 118 con carrera 15. Se salvó de milagro.

Tras el mediático crimen se esconde una guerra que lleva años paseándose de norte a sur en la capital del país y que incluso ha llegado a preocupar a la seguridad presidencial.

Guerra más blanca que verde

Aguilar entró al mundo verde a finales de los años 80 como escolta y luego jefe de seguridad de Víctor Carranza, el mandamás de las minas y conocido como el verdadero zar, de las esmeraldas o del paramilitarismo, pero al fin zar. 

Su papel como carrancero destacado le permitió a Aguilar ser de la entera confianza de su patrón y adquirir experiencia y capital para montar, en el año 2000, su propia empresa: Seguridad Oriental Ltda. Con esa compañía, Aguilar se convirtió en el encargado de la seguridad de la mayoría de minas en la región y contratista habitual de entidades departamentales. Por ello, no era un secreto su amistad con parte de la clase política de la región, como  la exconsejera presidencial Sandra Ortiz.

"Aguilar era el brazo armado de ese grupo", dijo el periodista e investigador Alfredo Serrano.

Además de su próspera empresa de vigilancia, Aguilar tenía asiento en la junta directiva de Esmeraldas Santa Rosa, la empresa colombiana más grande dedicada a ese negocio. Allí el verdadero poder lo tiene el zar esmeraldero de la era pos-Carranza: Jesús Hernando Sánchez Sierra.

La carta de presentación de Sánchez Sierra en esta historia no puede ser otra que una escapada milagrosa de la muerte. En octubre de 2012, el esmeraldero estaba en un exclusivo local de ropa en Bogotá. Lo acompañaba un escolta, que le daba opiniones tan sinceras como lo permitía la subordinación. Mientras el empresario se miraba al espejo, un sicario entró al almacén y lo acribilló con nueve disparos.

Sánchez sobrevivió después de dos meses en coma, más de una decena de cirugías y habiendo perdido un ojo y un riñón. “Todos en el gremio sabemos quién fue”, le dijo Sánchez a El Tiempo en 2014.

El ‘vox populi’ que corrió en el occidente de Boyacá fue que aquel violento atentado a Sánchez vino del bloque enemigo de los herederos de Carranza. Un combo de patrones rebeldes en los que destacaban Pedro Nel Rincón, conocido como Pedro Orejas, Horacio Triana y Diosdé González, todos del municipio de Maripí, Boyacá, que encontraron la fortuna en la mina La Pita.

Estos “emergentes”, como los llama el periodista Petrit Baquero en su libro La Nueva Guerra Verde, fueron señalados de ser los autores intelectuales de los dos atentados contra Víctor Carranza, uno más espectacular que el otro. 

Pedro Orejas y su grupo nunca ocultaron su enemistad con Hernando Sánchez, Luis Murcia, Hollman Carranza y Maximiliano Cañón, el ‘establishment’ esmeraldero. Por ello, cuando en 2013 le lanzaron una granada a Pedro Orejas mientras tomaba whisky con su familia en Pauna, Boyacá, el voz a voz en la región apuntó a que había sido un ‘golpe con golpe yo pago’ de sus enemigos declarados.

Atentado contra Pedro Orejas
Atentado en Pauna contra Pedro Orejas y su familia. Foto: Colprensa.

Por ese atentado resultó muerto Pedro Simón Rincón, el hijo de Pedro Orejas, quien estuvo internado dos meses con graves heridas. Para darle el último adiós, el esmeraldero ordenó que llevaran el cadáver de su hijo hasta la cárcel Picaleña de Ibagué, donde Orejas estaba acusado de concierto para delinquir y tráfico, fabricación y porte ilegal de armas.

Al atentado contra los Rincón siguieron otros asesinatos en Boyacá y Bogotá. Por ejemplo, en mayo de 2014 un sicario le disparó por la espalda a Martín Rojas Capotera, socio de Hernando Sánchez y de los herederos de Carranza. Rojas salía de una gallera en el barrio Villa Claudia de Bogotá y no alcanzó a llegar con vida a la Clínica de Occidente.

La intervención de las autoridades fue fundamental para que los “emergentes” perdieran la guerra con el poder de siempre. En 2018 extraditaron a Pedro Orejas a Estados Unidos acusado de narcotráfico. Al año siguiente el turno le llegó a su hermano Beto Rincón y a su socio Horacio Triana, quien aceptó ser exportador de cocaína ante los fiscales norteamericanos. 

La confesión de Triana menciona un nombre clave que volvió al escenario no solo por la muerte de Aguilar, sino por un presunto plan para matar al presidente Gustavo Petro. Se trata de Julio Lozano Pirateque.

La nueva junta directiva del narcotráfico

El pasado 20 de julio el presidente Petro llegó con más de dos horas de retraso al desfile militar. La explicación del mandatario fue, por decirlo menos, críptica. "¿Que llegué tarde? Sí. Información a corroborar desde la Embajada de los EE.UU., y una descoordinación de mi servicio de escolta, motivaron la tardanza”, escribió Petro en su cuenta de X.

Aunque para muchos fue una justificación más bien rebuscada, lo cierto es que Petro sí recibió información de un supuesto plan para asesinarlo. La versión la confirmó primero el ministro Iván Velásquez y luego el presidente en una conversación con Daniel Coronell.

“Pues unos días antes del 20 de julio, en una reunión por otros motivos, el embajador gringo me llamó aparte y me mostró un papel con planos donde se situarían unos francotiradores en la 19 para matarme durante un desfile militar”, fue la respuesta de Petro a Coronell vía chat.

Las autoridades le confirmaron a CAMBIO que el mandatario fue advertido de la situación días antes de la parada militar.

La fuente primaria de la información sobre al atentado fue el abogado Alexei Schacht, quien trabaja en Nueva York y tuvo entre sus clientes al excapo Otoniel, según reporta el periodista Gerardo Reyes en Univision. 

Según le dijo Schacht a Reyes, el dato del plan criminal se lo dio un cliente suyo que está “fugitivo en Europa”. La información llegó a principios de julio a la Embajada de EE.UU. en Bogotá y fue recibida por una agente de la DEA. Aparentemente, el dinero para financiar el asesinato del presidente llegó de Dubai, capital de los Emiratos Árabes Unidos, e involucraría a Iván Mordisco, jefe de unas disidencias de las Farc.

Incluso, el presidente Petro escribió un trino el pasado 9 de julio preguntándole a Mordisco si era cierta su participación en el plan.

“Le preguntaría a alias "Iván Mordisco" si es cierto si se ha aliado con la autodenominada "Nueva Junta del Narcotráfico" con sede clandestina en Dubai, desde donde delinquen, para matarme con francotiradores pagos”, escribió el presidente.

La Nueva Junta Directiva del Narcotráfico es un cartel silencioso que viene operando con algunas interrupciones desde principios de los años 90, aunque tiene antecedentes incluso 20 años atrás. Su centro de mando ha sido Bogotá y los llanos orientales. 

La decadencia de esta poderosa juntanza de criminales empezó con la captura y extradición de sus líderes bajo la Operación Cuenca del Pacífico: Luis Caicedo, don Lucho; Claudio Silva, el rey de la papa y el Loco Barrera, fueron algunos de los capturados.

Pero el nombre clave en la operación era el de Julio Lozano Pirateque, el líder del cartel, quien se entregó a la DEA en 2010 en Panamá. Lozano logró un generoso acuerdo con la justicia estadounidense y quedó libre en diciembre de 2016. Después de su salida de prisión, Lozano regresó a Colombia y tuvo varios viajes de larga estadía en Dubai hasta que consiguió su residencia en la capital de los Emiratos Árabes.

Julio Lozano Pirateque
Documento de residencia en Emiratos Árabes de Julio Lozano Pirateque.

El regreso al país y a sus negocios con varios capos que pagaron cárcel en Estados Unidos trajo consigo cruentas disputas por retomar el control de las rentas ilegales así como de sus bienes en manos de testaferros.

En julio de 2021, en una plazoleta del barrio Pablo VI de Bogotá fue asesinado Luis Caicedo, don Lucho, que venía de haber pagado su pena. La otra víctima del ataque fue Julio González, uno de sus abogados. 

El crimen de Caicedo fue solo uno de varios asesinatos de exnarcos y líderes cercanos al mundo esmeraldero en los últimos cinco años. David Fernández, Maximiliano Cañón, Rafael Moreno, Claudio Silva, todos eran de bandos diferentes pero terminaron igual: asesinados en Bogotá. En esta estela de muertes también está el caso de la camioneta que apareció en la autopista norte con cuatro muertos y el homicidio del presidente del club Tigres y exsocio de Independiente Santa Fe, Édgar Páez, el año pasado.

Según uno de los últimos audios interceptados por las autoridades a Otoniel, el excapo aseguró que Lozano Pirateque entregó a sus exsocios como Luis Caicedo.

“El viejo Luis Caicedo lo entregó el mismo socio de él: Julio Lozano. Ellos eran socios, les decían los viejitos y todo el tiempo han trabajado. Lo traicionó el socio. Puso la información”, dice Otoniel. En las interceptaciones también se da cuenta que el excapo del Clan del Golfo trabajaba en junta con Lozano y menciona explícitamente que el esmeraldero Hernando Sánchez también debía ser asesinado.

Fuentes en las autoridades le dijeron a CAMBIO que Chiquito Malo, el heredero de Otoniel, es quien está al mando de la Junta Directiva del Narcotráfico y trabaja en alianza con Lozano Pirateque. Este bloque estaría detrás de la muerte de Aguilar y siguen con la idea de asesinar a Sánchez y otros poderosos de la región para consolidar su poder en el occidente de Boyacá y cobrar deudas.

Pero además, las fuentes oficiales también le contaron a este medio que Chiquito Malo, la Junta Directiva e Iván Mordisco podrían estar trabajando en cofradía para fortalecer el negocio del narcotráfico. Es decir, la hipótesis de las autoridades apunta a que sería la primera vez que el Clan del Golfo se une con el Estado Mayor Central y la Junta Directiva haría el puente. Una tríada más poderosa que los viejos carteles de los años ochenta.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí