“Hay que tener cuidado al meterse con la Constitución”: Rodrigo Uprimny
Rodrigo Uprimny, constitucionalista colombiano y profesor.
Crédito: Foto: José Báez-CAMBIO.
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En entrevista con CAMBIO a propósito de los 33 años de la Constitución de 1991, el destacado constitucionalista Rodrigo Uprimny advierte sobre los riesgos de una constituyente, cuestiona la ambigüedad en el lenguaje del presidente Gustavo Petro y señala que ninguna de las reformas que busca el mandatario requieren de una reforma constitucional profunda.
CAMBIO: ¿Por qué vale la pena conmemorar los 33 años de la Constitución?
Rodrigo Uprimny: La Constitución de 1991 es uno de los grandes acuerdos nacionales que de verdad se han hecho en Colombia y que ha logrado un consenso democrático y una aceptación ciudadana muy fuerte. Hernando Valencia Villa en el libro Cartas de Batalla desarrolla la tesis (que requiere matices) de que la mayoría de las constituciones fueron imposiciones de quienes eran victoriosos en guerras civiles: la Constitución del 1863 de los radicales y la de 1886 de la Regeneración, y eso limitó la capacidad de la Constitución de ser un pacto de convivencia. La de 1991 es una Constitución que nace de la búsqueda de acuerdos y de consensos en torno a superar el autoritarismo de la Constitución de 1886 y para superar la profunda crisis que vivíamos a finales de los 80 e inicios de los 90, con esa sensación de caos, de violencias y de terrorismo. El texto, en sus lineamientos esenciales, recoge bien lo que Colombia quiere ser: un país respetuoso de los derechos, democrático, participativo, diverso y que promueve la igualdad.
CAMBIO: ¿La transformación que prometía la Constitución se ha vuelto realidad o hay elementos que siguen en el 'papel'?
R.U.: La Constitución le apostó a más derechos, con formas de protección judicial fuertes como la tutela y la Corte Constitucional y en eso se avanzó muy bien. Le apostó a mejor y mayor participación democrática y en eso el resultado es mixto: Colombia sí se volvió más plural políticamente -hoy tenemos un presidente de izquierda. Le apostó a la paz y ahí fue problemático porque fue un periodo de guerra muy intensa a finales de los 90. Y le apostó a la igualdad con buenos resultados en la garantía de derechos por la vía judicial y, por consiguiente, en superar discriminaciones que vivían comunidades como la población LGBTQ+, los pueblos indígenas, las comunidades afrodescendientes o las iglesias distintas a la católica, es decir, grupos que en la Constitución de 1886 estaban discriminados. Las mujeres también han logrado enormes conquistas no solo en el papel, sino en la realidad. En ciertos derechos sociales, la Constitución ha permitido avances.
CAMBIO: ¿En qué aspectos no se han logrado los resultados?
R.U.: En la superación de la desigualdad socioeconómica. Si uno mira los indicadores de desigualdad antes del 91, como el coeficiente Gini, pues no ha variado sustantivamente. Teníamos mucha desigualdad socioeconómica y la seguimos teniendo hoy.
"Meterse en exceso con la Constitución es un error"
CAMBIO: Cada gobernante llega con un espíritu de hacer múltiples reformas y la Constitución ha sido modificada muchas veces. ¿Eso es un problema?
R.U.: La Constitución no es un texto inmóvil y sí admite ajustes, pero hay que tener cuidado al meterse con la Constitución. Si uno quiere aspirar a que una Constitución siga manteniéndose como un pacto esencial de convivencia, cuando uno se va a meter en ella es porque es necesario, no con la idea de reformar en todo momento, como si reformando la Constitución, uno transformara la realidad. Eso no es verdad. La Constitución uno la reforma porque ve problemas de diseños institucionales que hay que corregir o temas de derechos que hay que ajustar. Las grandes transformaciones sociales se dan en el marco de la Constitución, pero a través de políticas públicas y decisiones judiciales y legislativas.
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Una Constitución en sí misma no hace grandes modificaciones, sino que establece el marco para que haya una política democrática en donde se hacen (los cambios). Entonces, meterse en exceso en la Constitución, a veces en forma innecesaria, sí es un error.
CAMBIO: Se han hecho muchas reformas y todavía hay artículos de la Constitución que no se han reglamentado...
R.U.: Sí. Por ejemplo, el artículo 53 establece los derechos de los trabajadores y dice que "el Congreso expedirá el Estatuto del Trabajo" con unos principios constitucionales. Ese estatuto no se ha expedido y eso explica algunas de las debilidades de la garantía de los derechos de los trabajadores. El otro ejemplo monumental es un tema en donde la propia Constitución tiene problemas: el ordenamiento territorial. La Constitución no logró un acuerdo fuerte y lo que hizo fue establecer unos mínimos y dejar abierto que pudiera haber desarrollos legislativos posteriores. Los mínimos fueron mantener el sistema de Nación-Departamentos-Municipios, pero indicó que puede haber regiones que agrupen departamentos y que puede haber provincias que agrupen municipios en un departamento. Eso ha tenido un desarrollo mínimo y eso explica muchas de las deficiencias de funcionamiento del Estado colombiano.
CAMBIO: Hace usted un llamado al Congreso que históricamente se ha saltado su responsabilidad de reglamentar la Constitución...
R.U.: Sí. Una de las características del caso colombiano es que hubo un gran consenso en el momento constituyente, pero luego las grandes fuerzas políticas que estuvieron detrás de la Constitución del 91 se debilitaron como la Alianza Democrática M-19 o Salvación Nacional. Y fuerzas no muy entusiastas de la Constitución fueron las que empezaron a dominar la política en el Congreso. Eso explica también por qué la Corte Constitucional ha sido tan activa, a diferencia de otros países que también han tenido esas transformaciones constitucionales. La Corte ha asumido la tarea que le correspondería al legislador, de materializar muchos de los mandatos constitucionales.
"Ningún tema de la campaña de Petro requiere reforma constitucional"
CAMBIO: 33 años después estamos ante la posibilidad de una constituyente propuesta por el presidente Petro, quien no solo no ha sido claro en su lenguaje, sino que lo ha ido cambiando. ¿Cómo la ve?
R.U.: He sido muy crítico de ese discurso del presidente sobre el poder constituyente. Digo 'discurso' más que 'propuesta' porque ha sido extremadamente ambiguo. Habló de Asamblea Constituyente, luego de reformas constitucionales necesarias, después de un proceso constituyente y, últimamente, se refiere más al poder constituyente. Creo que el uso de la expresión "constituyente" hoy en Colombia es desafortunado. El presidente lo puede usar, dicen algunos, en el sentido del autor italiano de izquierda Toni Negri que tiene un concepto de poder constituyente, que nadie en la teoría constitucional recoge: que habla de un poder del pueblo movilizado permanentemente. Si a eso se refiere Petro, pues que diga 'el pueblo movilizado permanentemente'. Pero cuando uno habla de poder constituyente, cualquier jurista piensa que se va a tocar la Constitución de manera severa y eso es un error importante porque crispa el ambiente político. La derecha lo ve como la forma de Petro de atornillarse en el poder con vías extrajurídicas, ciertos sectores de izquierda estiman que ahí va a 'empezar la revolución' y eso deteriora el ambiente de la discusión política.
CAMBIO: De los temas que ha mencionado Petro, ¿alguno requiere reforma constitucional?
R.U.: No he encontrado ningún tema que requiera reforma constitucional profunda. Cuando habla de, por ejemplo, impulsar el acuerdo de paz, pues este ya está en la Constitución en el Acto Legislativo 02 del 2017 que dice que las autoridades deben cumplir el acuerdo de paz. Dice que la reforma agraria, pues ya está la reforma de los derechos del campesinado y el marco constitucional y legal con la ley 160 de 1994. ¿El cambio climático? Ya está el derecho al desarrollo sostenible. El único tema en el que de pronto se requiere una reforma constitucional, aunque yo creo que puede hacerse por vía legal, es el del ordenamiento territorial. También hay unos temas de justicia, pero son reformas puntuales; o la reforma política-electoral. Pero esos no son los temas de Petro. Entonces uno dice: ¿por qué esa movilización de crispación política que genera la noción de poder constituyente?
Incluso si uno sostuviera que se necesita una Asamblea Constituyente -yo no lo creo-, pues hay que tener mucho cuidado. Lograr un acuerdo político como el que tuvo Colombia en el 90 no es un tema menor. Esa foto de la proclamación de la Constitución del 91 en donde está Álvaro Gómez, Horacio Serpa y Antonio Navarro es una foto de un acuerdo, como diría Álvaro Gómez, "sobre lo fundamental". Estaba una persona que había sido secuestrada por el otro, que eran rivales políticos, uno considerado el líder de la extrema derecha y el otro un exguerrillero de izquierda y un liberal progresista en la mitad y los tres eran los presidentes de la Asamblea Constituyente. Tener esa figura otra vez en Colombia lo veo extremadamente difícil y riesgoso.
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¿Para qué sacrificar eso cuando todas las reformas que Petro está proponiendo se pueden hacer por vías legales y por políticas públicas? ¿Por qué generar esa idea de poder constituyente que tanta crispación política genera?
"Petro no fue elegido con el mandato de hacer una constituyente"
CAMBIO: ¿La tesis del poder constituyente permite que haya una reforma constitucional por vías diferentes a las que consigna la Constitución vigente?
R.U.: La teoría del poder constituyente dominant distingue entre el poder del pueblo para que se dé una constitución sin ninguna atadura jurídica, y los poderes constituidos que derivan de la Constitución y sí tienen límites jurídicos. El poder constituyente irrumpe en momentos particularmente extraordinarios y se representa en una asamblea constituyente, esa es la idea clásica. Mientras que el poder constituido sería el Congreso e, incluso, el poder de reformar.
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El poder constituyente originario es un poder que irrumpe y es siempre en un momento extraordinario y riesgoso políticamente porque alguien puede usarlo para legitimar reestructuraciones autoritarias.
Entonces, para que ese poder constituyente no tenga esas implicaciones autoritarias riesgosas, lo que algunos sostenemos es que, una vez se adopta una Constitución, ese poder constituyente del pueblo entra en latencia y el pueblo tiene que expresarse a través de los procedimientos establecidos en la Constitución, sin perjuicio de que haya movilizaciones populares. Así, uno solo debería admitir la irrupción del poder constituyente en eso que uno llama "momentos constituyentes": un momento extraordinario en donde una sociedad está en una 'crisis de la Madonna', en donde la Constitución vigente se ve como ilegítima y se establecen procedimientos para cambiarla.
CAMBIO: Y estamos muy lejos de una situación así...
R.U.: En estos momentos, sería ilegítimo e inconstitucional intentar una Asamblea Constituyente por fuera del marco constitucional. En otros países en donde se hizo y tuvo cierta legitimidad fue posible porque eran presidentes elegidos con ese mandato y hay tres ejemplos. Hugo Chávez en los años 90: Hoy hablar algo bueno del chavismo es muy mal visto, pero el inicio de la Constitución que se logró durante Chávez tuvo algunos consensos. Luego, en Ecuador se elige a Rafael Correa con el mandato de convocar una constituyente. Y se elige en Bolivia a Evo Morales con ese mandato. Petro no fue elegido con el mandato de hacer una Asamblea Constituyente, se hizo elegir con la idea de no hacerlo. Estaría introduciendo una contradicción en todo su discurso.
CAMBIO. Nos ha señalado que no es necesario modificar la Constitución para cumplir el acuerdo de paz. ¿En materia de paz necesitamos alguna reforma constitucional?
R.U.: Para implementar el acuerdo de paz con las Farc no se necesita ninguna reforma constitucional. Las que se necesitaban ya fueron aprobadas. Quedó pendiente una reforma político-electoral que no se logró tramitar y hay debate sobre cómo hacerla. Por ejemplo, sí se requiere una reforma -pero puntual- para modificar o acabar el Consejo Nacional Electoral y crear una Corte Electoral, algo independiente de verdad, porque es una vergüenza que el órgano que tiene que controlar a los partidos dependa de los partidos: ahí hay un problema de diseño institucional grave. ¿Si algunos constitucionalistas pudiéramos tener la posibilidad de hacer la constitución de nuestros sueños, habría cosas muy distintas que la Constitución de 1991? Claro. Pero es que las constituciones no son libros, son pactos políticos y por eso tienen tensiones y contradicciones.
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La Constitución de 1991 es una de las mejores posibilidades que hemos tenido y por eso toca cuidarla y ajustarla, pero no ponerla en riesgo.
CAMBIO: Juan Fernando Cristo fue designado ministro del Interior y anunció que va a trabajar en la búsqueda de un “acuerdo nacional" que permita explorar a futuro la posibilidad de convocar a una constituyente bajo los parámetros de la Constitución de 1991. ¿Cómo ve usted este cambio de lenguaje?
R.U.: El anuncio tiene cosas buenas y otras muy problemáticas. En las buenas está que señala que sería una Asamblea Constituyente en el marco constitucional y que sería para el futuro y no para los próximos meses, lo cual despeja dudas de si el gobierno quería convocar a una constituyente por decreto. Eso tranquiliza porque no habría ruptura institucional y sería una constituyente basada en consensos y acuerdos amplios. Lo malo es que es solo una declaración del ministro, el presidente sigue siendo ambiguo porque él no ha dicho que será una constituyente en el marco constitucional. Lo segundo es que, como he dicho, hoy una constituyente es innecesaria, las reformas planteadas por el Gobierno no requieren reformas constitucionales. Lo más grave es que paraliza al Gobierno, que se mete en debates constituyentes en vez de gobernar y, finalmente, pone en riesgo la Constitución del 91.
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Petro ya le metió nueve puntos y si se montan otros (personajes políticos) sería una constituyente de temario super amplio que pone en riesgo la Constitución de 1991, que es algo que a los colombianos nos une.
CAMBIO: Para finalizar, están próximos a salir de la Corte Constitucional los magistrados Cristina Pardo y Antonio José Lizarazo. Ya hubo muchas críticas sobre la terna que terminó con la elección de Vladimir Fernández como magistrado y me gustaría que hiciera un llamado al presidente, a las Cortes y al Congreso sobre los procesos electorales que se vienen.
R.U.: Hubo un error de diseño que hubiera podido corregirse fácilmente en estos años, pero que es sensible políticamente: no haber establecido una renovación progresiva de la Corte, para que no fuera por grandes bloques. Vamos a elegir en un periodo de dos a tres años, cuatro magistrados y uno que ya fue elegido por terna del presidente. Ahora, en relación con la elección de los magistrados hay que tener en cuenta lo siguiente: el error es volverlo partidista, decir: 'yo necesito mi magistrado en la Corte'. Deben nombrarse personas que sin importar de qué terna vengan, tengan la capacidad de decir: 'ahora yo soy magistrado, soy independiente y no voy a estar en la Corte ni impulsando la agenda del presidente ni en contra'.
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Uno no puede tener en la Corte al escudero del presidente Petro ni el opositor al presidente Petro, sino a un magistrado independiente, imparcial, con calidades humanas y con competencia técnica. Y ojalá que se mantenga la búsqueda de cierta diversidad. Es increíble que en la Corte Constitucional en estos 30 años no haya un magistrado indígena o afro.
*Algunas preguntas se añadieron luego de la designación de Juan Fernando Cristo como ministro del Interior.