Rodrigo Botero
Abundancia de recursos naturales, uso inadecuado y pobreza de Información

Colombia, país de contrastes. La abundancia de recursos naturales contrasta con la perdida, degradación y mal uso que, en general, se da de recursos estratégicos como bosques, suelos y aguas. La potencialidad de usos de suelo en el territorio depende del mantenimiento, conservación y restauración de la base natural de las diferentes zonas de la nación. Sin embargo, la información oficial es insuficiente, poco disponible, dispersa y con análisis sin integralidad como reflejo de las pujas y egos institucionales propios del subdesarrollo.
Llueve copiosamente durante unas semanas, y nos creemos la historia del país de las maravillas. La abundancia de lluvias no significa disponibilidad de agua potable para la mayoría de la población en el país rural. El rotundo fracaso de los sistemas de acueducto, alcantarillado y sistemas de descontaminación tiene sumida a más de la mitad de la población sin acceso a este elemento básico, derecho fundamental y condición habilitante para el desarrollo. Los sistemas de riego agrícola han accedido cada vez más a aguas contaminadas, ya sea por las descargas de aguas negras de ciudades o por la misma contaminación química de sus insumos. ¿Cuáles son los indicadores de contaminación de los ríos más importantes del país y su flujo de caudales y consumo en tiempo real?
Si revisamos otros recursos estratégicos, como el caso del suelo, Colombia tiene enormes áreas con suelos de alta fertilidad, ya sea en las zonas andinas gracias al efecto de las cenizas volcánicas y suelos jóvenes, así como en valles aluviales interandinos o de la planicie caribeña. Las sabanas, ya sea inundables o altillanura, también poseen condiciones físicas importantes para desarrollos agroforestales que puedan hacer balance con los ecosistemas naturales. Sin embargo, cada vez más se observan grandes zonas de degradación ya sea por erosión, compactación, pérdida de fertilidad, sedimentación o contaminación, que empiezan a indicar los informes de suelos cada vez más pobres y restringidos del Instituto Geográfico Agustín Codazzi, así como del IDEAM. De remate, cada vez más hay conflictos entre suelos agropecuarios de altísima calidad –caso sabana de Bogotá– con expansión urbana o industrial, así como los casos de minería y desarrollo agropecuario en Antioquia. Y al revés, la UPRA sigue manteniendo mapas donde indica que hay suelos de potencialidad ganadera en la mitad del bioma amazónico. O algunos funcionarios creyendo que los acuerdos de conservación son una forma de habilitar la ganadería en zonas de conservación. ¿Dónde está el inventario actualizado de indicadores físico químicos de suelos, por unidades de paisaje y de condiciones de degradación que se requieren para establecer la planificación de restauración y conservación de suelos productivos del país? ¿A qué velocidad avanza la erosión, la acidificación, la compactación, entre otros factores, de suelos en las distintas zonas y usos del territorio?
La combinación entre usos del suelo inadecuados y eventos climáticos extremos genera un efecto sinérgico, que ahora denominamos ‘desastres naturales’. La deforestación, la mecanización excesiva, el uso indiscriminado de agroquímicos y pesticidas, incendios provocados propician que haya grandes deslizamientos, sedimentación, erosión, desbordamientos, avalanchas y remoción en masa, entre muchos más fenómenos, que se exacerban de acuerdo a la condición geomorfológica del territorio. La planificación del uso del suelo resalta como una necesidad urgente en las áreas donde los indicadores de degradación ambiental van creciendo y afectando las condiciones de vida de los pobladores locales.
El otro elemento, las coberturas vegetales, ofrece ese enorme mosaico de diversidad entre ecosistemas boscosos de montaña, secos, de sabanas, costeros, de selvas húmedas en el Pacífico y la Amazonía, entre muchos más, que son el núcleo de una de las mayores biodiversidades del planeta. La transformación de estas coberturas en zonas convertidas para la agricultura y ganadería principalmente (Colombia sigue siendo un país pastoril y de algunos enclaves agrícolas), ha sido de una manera desordenada, con gran influencia del conflicto armado y de conflictos ambientales más localizados en las zonas de proyectos extractivos. La extracción insostenible y selectiva de maderas ha dejado grandes áreas con bosque empobrecidos e, infortunadamente, con un muy incipiente desarrollo de la industria de productos no maderables del bosque. Más aún: la tremenda huella que deja la deforestación de la última década, donde se evidencia la enorme dificultad para restaurarlos debido a la transformación irreversible de estas zonas en áreas de producción ganadera, inclusive aquellas que pasan por una fase transicional cocalera. ¿Qué tanto se han fragmentado los corredores de conectividad ecológica en los distintos biomas del país? ¿Cuál es la pérdida de biodiversidad, capacidad de retención de humedad, carbono y evapotranspiración en cada periodo de monitoreo de deforestación anual?
Establecer un dialogo entre sectores que permita llegar a acuerdos de zonificación territorial para la producción pareciera ser una necesidad y un camino pragmático ante la quimera de establecer un ordenamiento territorial nacional que sea adoptado desde las regiones, como hemos visto en los últimos conflictos entre la Nación y las regiones y sus visiones encontradas de zonificación productiva.
Las cuentas nacionales de salud ambiental son una urgencia en el proceso de adaptación climática y eventos extremos que se incrementaran cada vez más. La planificación nacional dependerá en gran medida de tener información precisa, detallada, en tiempo real, y de manera integrada entre toda la institucionalidad pública. Un buen tema para revisar los arreglos institucionales del país y la participación del sector productivo en los retos climáticos incrementales que se avecinan.
