
Todos los ciudadanos, sin distingo alguno por nuestras preferencias políticas –de izquierda, centro o derecha, incluso los abstencionistas– tenemos una ardua tarea en los próximos 12 meses: proteger a la democracia, la Constitución y las instituciones. Porque el presidente Petro, con la ayuda de nefastos personajes dentro y fuera de su gobierno, hará todo lo posible por destruirlas para mantenerse en el poder.
Creo que lograremos detener esa avalancha de ataques, de manera pacífica, siempre y cuando todos los defensores nos convirtamos en activistas en favor de esa causa. Es decir, hay que dejar de lado la apatía y las timideces en esta hora crucial para el futuro del país.
Por ejemplo, los empresarios no pueden seguir pensando que la política no es asunto de ellos, que deben dedicarse exclusivamente a los asuntos internos de sus negocios, que no les corresponde expresar sus opiniones al respecto de manera pública. Esa actitud de avestruz le facilita la labor a quienes quieren perpetuarse en el gobierno.
Los ciudadanos tenemos una poderosa herramienta para debilitar a quienes irrespetan la separación de poderes, a los que alucinan creyendo que representan a todo el pueblo y que por lo tanto pueden hacer y deshacer sin control alguno, a aquellos para quienes la Ley de leyes es una camisa de fuerza que les impide ejercer su desquiciada voluntad. Ese instrumento clave es la expresión a través de las redes sociales.
Sin incitar a la violencia, se pueden y se deben denunciar los intentos por desconocer el ordenamiento jurídico de nuestro país. Dos formas de ponerlo en práctica: escribiendo nuestro punto de vista, o apoyando y circulando los mensajes de quienes reflejan en sus redes lo que pensamos que hay que hacer para fortalecer nuestra democracia bajo asedio.
Garantizar que tengamos elecciones libres y la transición del poder sin traumatismos es una obligación que ningún ciudadano puede ignorar, subestimar o delegar. Lo que está en juego es el futuro de Colombia de las próximas décadas.
