Rodrigo Lara
23 Febrero 2023

Rodrigo Lara

Acuerdos entre las élites

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Me ha llamado la atención la diferencia de enfoque que existe entre algunos grupos empresariales a la hora de interpretar al Gobierno nacional y de relacionarse con sus principales autoridades. Los grupos económicos con alta exposición internacional, acostumbrados a operar bajo gobiernos de izquierda, entienden mejor la psicología y el mandato con el que llegan investidos estos gobiernos de claro asiento popular, mientras que otros, tal vez más locales, aún consideran que con Gustavo Petro se puede actuar como tradicionalmente se ha hecho frente a otros gobiernos. 

En algunas ocasiones, anteriormente, la presión de ciertos medios y la acidez de algunos columnistas, le permitían al dueño de medios y a poderosos financiadores, presionar el diálogo con gobiernos enteros y llegar incluso a acuerdos regulatorios y de gobernabilidad. Un patrón que se ha repetido en momentos de la historia de Colombia y de países latinoamericanos. 

En la Venezuela de los primeros años del chavismo pasó algo similar. Fuertes de haber apoyado la candidatura del disruptivo Hugo Chávez, grandes empresarios y algunos dueños de medios de comunicación como el extinto Radio Caracas Televisión, le exigieron al recién elegido Chávez la designación de miembros del gabinete y la orientación de ciertas políticas sensibles para sus intereses. Ante la reticencia de Chávez de conciliar sus solicitudes, se vino una guerra informativa muy agresiva por parte de ciertos medios, bajo la premisa equivocada de que estaban frente a uno de los tantos gobiernos que se habían sucedido en Venezuela. Los efectos de esa campaña mediática no fueron los esperados, por la simple razón de que a Chávez poco o nada lo afectaban esas críticas emitidas desde arriba, dada la naturaleza misma de su gobierno de claro asiento popular. La consecuencia final de esas incisivas campañas mediáticas, a la postre, no fue otra que la de encauzar a Chávez hacía una línea más dura y horadar una grieta cada vez más profunda entre las élites políticas y las económicas.
 
Con esta observación no pretendo caer en comparaciones ramplonas entre Chávez y Petro. En América Latina existen izquierdas contestatarias y revolucionarias como las que han gobernado en Venezuela y Bolivia, y otras de naturaleza reformista como las de Brasil, Chile, Uruguay y Colombia. 

Estas últimas izquierdas, de matriz más social liberal que marxista, son así mismo más institucionales que plebiscitarias. Su propósito, en general, consiste en rehabilitar el rol del Estado en la promoción del desarrollo y en la lucha contra la pobreza y en incorporar a las poblaciones originarias, todo esto en un contexto de temáticas energéticas y medioambientales como parece ser el caso de Colombia. 

Claramente el Gobierno nacional no va a renunciar a sus reformas ni piensa sustraerse a la idea de que el Estado está llamado a cumplir un rol mayor en el desarrollo y la lucha contra la pobreza, porque eso sería renunciar a su esencia y a lo que defienden como el mandato de las urnas.  

Pero al igual como ha ocurrido en experiencias similares, el anhelo de los gobiernos de izquierda de emplear el Estado para construir sociedades más justas, no siempre implica que la hoja de ruta para cumplir esos fines esté claramente definida. 

Y es justamente en la definición de esas hojas de ruta en donde las élites económicas, aceptando la realidad y el significado del resultado democrático, pueden aportar y construir un pacto por un mejor país. Ya vimos ejemplos interesantes el año pasado, como el acuerdo con Fedegán para la compra de tierra para la reforma agraria y la concertación del salario mínimo. Asobancaria y Camacol están en una misma línea aportando ideas para mejorar las propuestas de reforma al programa Mi Casa Ya. 

Hace unos meses leí un libro de un profesor de Oxford (Gambling on Development: Why Some Countries Win and Others Lose) en el cual esboza una original tesis sobre el desarrollo y el fracaso de las naciones, según la cual, más allá de los arreglos institucionales y de la certeza de sus políticas económicas, la clave del éxito de algunos países ha sido en últimas la capacidad que han demostrado sus élites económicas y políticas para ponerse de acuerdo en lo fundamental para el crecimiento económico y la adecuada redistribución de las riquezas. Una buena lectura y sin duda una serie de lecciones útiles para nuestro momento actual. 


 

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