Velia Vidal
11 Noviembre 2024 02:11 pm

Velia Vidal

Ajenos

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Visité por primera vez en mi vida la sede Bogotá de la Universidad Nacional de Colombia, con motivo de la charla Psicoanálisis, raza y colonialidad. Impartida por el catedrático psicoanalítico Thamy Ayout. Si pudiera condensar la conversación en una sola frase, diría que el clásico diván del psicoanálisis no está hecho para las personas negras. Que desconoce el impacto que han tenido sobre nuestra psique, generación tras generación, siglos de esclavización, de racismo y colonialismo.

Después de una conversación cálida en la que terminamos hablando no solo de psicoanálisis sino de muchas formas de terapia que reproducen la misma práctica descrita con magistral detalle por el profesor Ayout, me fui a la Cinemateca Distrital, que también visitaba por primera vez, a hacer parte de la conversación posterior a la premier de la película Bajo una lluvia ajena, de la talentosa y experimentada directora Martha Hincapié. La cineasta volvió veinte años atrás, a su estancia en un pequeño pueblo a orillas del Mediterráneo, en España, a donde fue siguiendo los pasos de su abuelo y terminó haciendo videocartas para inmigrantes, que ella misma se encargó de enviar a los lugares de origen de cada uno. Después de escuchar cada línea del relato de la voz en off, de llorar con las videocartas y de darme cuenta que la situación de los inmigrantes que atraviesan el Mediterráneo o de la población palestina no ha hecho más que agravarse en estos veinte años, me invadió una sensación de vacío infinito por aquellos que ya no están bajo el cielo que creían propio y se sienten ajenos, ahora, bajo el cielo que habitan cada día.

A raíz de mi columna 'Afromedellinenses', me escribió Felipe para agradecerme por el texto, solo porque me refería a algo que él creía indispensable de nombrar, y para decirme que quizá olvidé mencionar que, como resultado de la precariedad en los sistemas de salud en el Chocó, un alto porcentaje de las mujeres embarazadas son enviadas a parir en Medellín o Rionegro y, en consecuencia, la mayoría de los chocoanos de las generaciones recientes son antioqueños, de nacimiento. Nacen en una tierra que no los reconoce como propios, que los niega, y habitan otra que, de tantas carencias, se les va haciendo ajena. Tenemos que dejarla para acceder a la educación, a mejores empleos, a la salud, y hasta para nacer.

Bastó un día y medio para tener de frente estas tres diapositivas que podrían convertirse en miles, si quisiéramos recoger evidencias de las múltiples formas en las que las personas racializadas de África, Oriente Medio o del Chocó, hemos sido condenados a sentirnos ajenos en tantos lugares físicos, simbólicos y emocionales, por el simple hecho de ocupar el lugar de subalternos o subalternizados.

Parafraseando al profesor Thamy, los sujetos subalternos vivimos (en distintas medidas) una anulación del lugar de enunciación, no solamente por la exclusión en sí misma, sino por el desconocimiento generalizado de las interseccionalidades que se generan en el cruce de categorías como la raza, la clase y agregaría yo, la condición migratoria o el lugar de nacimiento.

Ante esto, por fortuna, nos quedan las artes: el cine, los libros, como herramientas y como lugares, para construir una voz propia y un cielo desde donde caiga una lluvia que no nos sea ajena.

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