Nos sentimos con cierta aprehensión, quizás el sueño un poco extraño, tal vez la respiración entrecortada o con sensación de suspiro, un poco de miedo, algunos con parálisis y otros tratando de ver todas las noticias repetidas en cada red social o publicación noticiosa. Así es la ansiedad flotante que vivimos en medio de las ciudades que habitamos.
Siempre está pasando algo en el mundo; la diferencia es que ahora estamos al tanto de todas las noticias, viviendo la inmediatez de la información instantánea, las noticias replicadas en nuestros múltiples grupos de chat, el algoritmo de TikTok que ya reconoció dónde está tu estado de alerta para mandarte todo lo relacionado a ello, sumado a la necesidad de sentir que se está en el ojo de la actualidad, la opinión y el deseo de saber más que los demás.
Se inundó el norte de Bogotá con niños atrapados por horas en sus rutas escolares, llenos de imágenes que traían a nuestra mente a Valencia, Barcelona y otras ciudades del mundo golpeadas por fenómenos naturales recientes; surgieron los comentarios en torno a “parece que lo del cambio climático sí es de verdad” o “el mundo se va a acabar”, pero en cuestión de unos días caerá en el olvido y nuestra vida seguirá normal, hasta que pase otra cosa, como probablemente sucederá.
Y no es que no estén sucediendo otras cosas, claro que sí, solo que cuando intentamos controlar aquello que no podemos, terminamos perdiendo la paz e incluso el control de lo poco que manejamos. Quizás hay cosas que podemos hacer, pues una dosis de precaución y sumarle al planeta es muy importante, pero no podemos dejar de vivir aunque un día tengamos que morir. La ansiedad nos roba la vida, nos impide disfrutar y hacer cosas valiosas que nos llenan de experiencias y nos dan sentido. Es una buen idea estar pendiente de si andamos preocupados de muchas cosas, si nos sentimos agitados o nerviosos, si estamos fatigándonos fácil y nos cuesta concentrarnos, si tal vez estamos más irritables, tensos o con dificultades para dormir, pues si tenemos varias de esas cosas, el asunto es claro: entre la ansiedad y el estrés la vida se nos puede enredar. Definitivamente no es agradable esa sensación de presagio y de un mal porvenir sin los recursos suficientes para manejarlo, la experiencia de que el tiempo no alcanza para todo lo que hay que hacer y la percepción de que nuestro espíritu está apretado en un cuerpo que se estrecha, tal y como la raíz etimológica de angustia lo define “anjo”, nos asfixiamos.
Estamos en tiempos que nos exigen autocuidado, hoy más que nunca debemos bajar el consumo de azúcar y ultraprocesados, pues es clara la relación que hay entre el funcionamiento de nuestros intestinos y la salud mental; necesitamos dormir bien alejando las pantallas un buen rato antes de acostarnos, comiendo poco, manteniendo el máximo nivel de oscuridad, organizando la mejor temperatura posible y buscando las mejores condiciones para lograrlo; requerimos ejercitarnos un tanto, tal vez treinta minutos diarios o más si se puede. Hay estilos de vida que logran manejar mejor la ansiedad y no requieren de un gran esfuerzo; sin embargo, a veces también debemos sumarles diez minutos diarios de meditación o respiración como las que encuentras en mi podcast Adpropositum, una buena estructura diaria de funcionamiento para no estar todo el día sin hacer nada, algunas estrategias de relajación y especialmente, cuando empiece a afectar el funcionamiento cotidiano, una buena ayuda profesional.
Seguirán pasando cosas en el mundo, no es necesario que leamos sobre ellas todo el día y menos la misma noticia una y otra vez, pero en otro medio de comunicación. La vida es lo que va pasando mientras estamos distraídos con lo que quizás pueda pasar más adelante.