
El presidente, que suele ver a enemigos agazapados por todas partes, en realidad es un jefe de gobierno muy afortunado: a pesar de que ha dado papaya, ha gozado de una oposición light y mediocre, que no le ha hecho mella. Y aunque Petro insiste en magnificarla y en decir que su gobierno está sometido a un bloqueo institucional, la verdad es que sus opositores han sido tan débiles que ni siquiera han podido capitalizar sus escándalos de corrupción.
Desde hace dos años y medio, la derecha uribista anda totalmente descolocada. A sus integrantes se les ve pasear por los pasillos del congreso como alma en pena, con añoranza por los tiempos en que gozaban y abusaban de las mieles del poder. Al expresidente Uribe, su jefe máximo, se le acabó el teflón. Hoy está enfrentando un juicio en su contra que ha revelado sus estrechos lazos con el bajo mundo de la mafia paramilitar de los noventa.
A la oposición tampoco le fue bien con sus vaticinios producto de la Petrofobia. Petro no acabó con la propiedad privada, no convirtió a Colombia en Venezuela y no se va a quedar en el poder, como muchos de ellos todavía aseguran.
Sin embargo, esa buena suerte puede cambiar si tienta demasiado al diablo con propuestas aparentemente ganadoras como la de convocar a una consulta popular con el pretexto de hacerle el quite a la oposición en el congreso que tiene bloqueada la reforma laboral.
Esa consulta popular es una carta arriesgada. Cuando Santos propuso el plebiscito por la paz lo hizo pensando que lo iba a ganar porque resultaba imposible que los colombianos votaran en contra de la paz. Sin embargo, el plebiscito se perdió y el uribismo no solo se reencauchó, sino que puso a Duque como presidente. Aquí puede pasar lo mismo: resulta imposible pensar que el pueblo no salga a votar por una reforma que le otorga horas extras y dominicales. Pero si no logra los 13 millones de votos que necesita, su derrota será el primer triunfo de la oposición y podría revivirla.
La consulta popular además es innecesaria, porque el bloqueo institucional no existe. Este congreso le ha pasado reformas de gran envergadura al presidente: la reforma tributaria, la pensional y la reforma al sistema de transferencias son algunas de ellas. Y pese a que en la legislación pasada se cayó la ley de financiamiento, la reforma laboral y la de salud venían avanzando a través del diálogo con la oposición, del tire y afloje y de uno que otro puesto, la mermelada también forma parte del gobierno del cambio.
Hace tan solo un mes y medio, cuando todavía no se había producido el cambio de ministros, no había ninguna alarma prendida que pudiera hacer pensar que en la comisión séptima estaban pensando en archivar. No sé quién le dijo al presidente Petro que era buen momento cambiar a los ministros de trabajo y de interior en momentos en que estaba haciendo trámite la reforma laboral, pero los cambiaron. La entonces ministra de trabajo, Gloria Inés Ramírez, que había sido el alma de esta reforma, fue reemplazada por Antonio Sanguino y Juan Fernando Cristo por Armando Benedeti. ¿Acaso nadie pensó que el factor Benedetti iba a alterar las cargas en la comisión séptima que era de mayoría mujeres?
Cinco de los 8 integrantes son congresistas mujeres. Dos fuentes me confirmaron que el cambio de voto de por lo menos de dos de ellas se debió a la entrada de Benedetti en escena. No quisieron sentarse a negociar con el nuevo ministro por el costo político que eso podría traerles frente a su electorado que no comulga con el maltrato a las mujeres. También temían que fueran grabadas.
Como me dijo un exfuncionario de Petro, “no hay un bloqueo institucional, sino un bloqueo en la comisión séptima, que se hubiera podido solucionar sin necesidad de proponer una consulta popular, sino apelando a la ley quinta y agotando el trámite. Una vez se vote, se puede apelar a la plenaria del senado para que la envíe a otra comisión”.
El presidente Petro nos quiere convencer de que el revés que sufrió la reforma laboral en la comisión séptima del senado no fue producto de un mal manejo por parte del gobierno, sino culpa de un bloqueo institucional instigado por una oposición feroz que no existe. Lo que quiere es salir de campaña, recorrer el país y crear en el imaginario hechos que no existen.
Casi todos los reveses del gobierno han sido autoinfligidos y en lugar de abrir cajas de pandora, debería afinar su gobernabilidad, dejar de cambiar tanto de ministros y mirar cómo maneja de aquí en adelante el factor Benedetti.
