Juan Fernando Cristo
21 Marzo 2023

Juan Fernando Cristo

Autonomía territorial y federalismo

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El Gobierno acierta al impulsar debates que parecían intocables en el país. Su decisión de jugarse a fondo por un paquete de reformas de corte social como las de salud, laboral y pensional, ha permitido conocer a fondo el balance sobre el funcionamiento del sistema de salud, sus virtudes y falencias, más allá de la simple disyuntiva facilista de amar u odiar a las EPS. Puede afirmarse algo parecido con respecto al sistema pensional, que requiere ajustes de fondo en un país en el que solo uno de cada cuatro ciudadanos con edad de jubilación accede a una pensión y el 80 por ciento de ellos solo la obtiene por un valor menor a dos salarios mínimos. 

En medio de ese positivo espíritu reformista, olvidaron por completo la necesidad de un nuevo ordenamiento territorial, otro tema intocable, a pesar de que en la Constitución del 91 se buscó romper el pescuezo al centralismo asfixiante de la carta de 1886. El mandato del constituyente no se cumplió y, por el contrario, durante este tiempo retrocedimos en materia de descentralización de recursos. Con los actos legislativos de recorte de transferencias de 2001 y 2007, el Estado central se apropió de más de 120 billones de pesos que según la norma original del 91 correspondían a las regiones. Mientras eso sucede, seguimos distraídos en discusiones académicas y burocráticas sobre la creación de regiones administrativas de planificación, que en nada cambian la distribución de competencias y recursos entre nación, departamentos y municipios. 

Es hora de cambiar los paradigmas de esta discusión y dejar de hablar de descentralización, para abrir en forma clara el debate sobre la idea de avanzar hacia un Estado autonómico o federal. Hay que golpear el centralismo que aún subyace en nuestra institucionalidad, como si la Constitución de Núñez estuviera vigente. El Gobierno central no se puede seguir quedando con los recursos y los gobernadores y alcaldes con las competencias. El debate de un nuevo ordenamiento territorial en Colombia es indispensable y urgente. De poco servirán las reformas que impulsa el Gobierno de Petro, si seguimos aferrados a un centralismo que ha demostrado hasta la saciedad su incapacidad para resolver los problemas de la gente en los territorios. El país no se podrá desarrollar de manera armónica en lo económico, si crecemos en forma tan desigual entre las regiones. Hay que barajar y repartir de nuevo. Los recursos del sistema general de participaciones y del sistema general de regalías se deben meter en una sola bolsa e impulsar un gran acuerdo nacional, no retórico sino práctico, como el Pacto de La Moncloa en España, cuando se restableció la democracia hace 40 años, con el que se redistribuyeron recursos y competencias con una mirada de Estado autonómico que ha funcionado bien. También en naciones latinoamericanas como Brasil y México, tienen un Estado de naturaleza federal. 

Si queremos cambiar realmente a Colombia, debemos cambiar su actual ordenamiento territorial. Acabar con esa esclavitud mental moderna, en que la gente de provincia siempre está a la espera de la visita del presidente o de sus ministros para resolver los problemas del municipio o departamento. Se trata de una revolución mental y cultural, antes que legal. Un cambio que generará enorme resistencia, como todo propósito de transformación en este país. Ojalá el presidente Petro se anime a impulsar esa idea que planteó en algunos escenarios de campaña y que ahora en el Gobierno fue opacada por la agenda de reformas sociales. 

Ese sí sería uno de los ejes centrales del acuerdo nacional que renació por estos días y del que hasta ahora nadie sabe de qué se trata. Los enemigos de cambios profundos afirmarán que con la corrupción actual en los entes territoriales es una irresponsabilidad dar este paso.  Olvidan que el flagelo afecta por igual al Gobierno central, que es un problema cultural y lo que se requieren son controles efectivos, eficaces y oportunos para evitar la impunidad de gobernantes corruptos. Algunos más señalarán que se desmembraría el Estado, dando oportunidad a que los grupos violentos fortalezcan su control territorial, como si no lo tuvieran ahora, especialmente en las zonas en donde el Estado no hace ninguna presencia. 

Solo si logramos un cambio en el ordenamiento territorial de Colombia avanzaremos en la solución real de los problemas de la gente y consolidaremos la paz por la que tanto hemos luchado como sociedad. No tengamos miedo al debate. El país no se va acabar si derrotamos el centralismo. Acabemos el centralismo, antes de que el centralismo acabe con el país. 

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