El 3 de septiembre en la noche se celebra la alborada oficial que precede las fiestas de San Pacho. Se recibe el 4 con baile y chirimía, con voladores y las banderas de los barrios franciscanos. Se anuncia que un mes después será 4 de octubre, el día de San Francisco de Asís.
Los últimos años, desde que la violencia urbana se hizo pan de cada día en Quibdó, el miedo se ha convertido una emoción recurrente que fácilmente supera la alegría que nos suele dar nuestra fiesta patrimonial. Ese miedo se ha sentido unos años más que otros, pero esta semana llegó a unos niveles que posiblemente no conocíamos ni nos habíamos imaginado.
El 2 de septiembre de este 2024 circuló una comunicación de tres grupos armados que venían haciendo parte de la mesa de conversaciones asociada a la paz total. Los mexicanos, Lokos Yam y RPS anunciaron que, debido a las acciones de las fuerzas militares y de policía de la ciudad contra sus organizaciones, llevadas a cabo –según la comunicación- en coordinación con la organización paramilitar Ejército Gaitanista de Colombia (EGC. Antes conocida como Clan del Golfo o Autodefensas Gaitanistas de Colombia - AGC), suspendían el cese al fuego unilateral y anunciaron que comenzarían a emprender acciones militares para defender sus territorios, con lo que se refieren a una lista de barrios en los que opera cada grupo.
En el comunicado se describían acciones de la fuerza pública, se referían allanamientos y asesinatos puntuales, se responsabilizaba a las autoridades de generar información falsa, además de actuar en coordinación con el grupo ilegal mencionado.
Por esos mismos días se venían presentando, a través de las redes sociales, una serie de publicaciones donde se señala, junto a su fotografía, a hombres y mujeres de distintos barrios de la ciudad, de ser colaboradores de unos u otros grupos armados, de moverse entre distintos bandos, de delitos puntuales, de relaciones con asesinatos y en otros casos se les amenaza a la luz pública.
A principios de este año, cuando asesinaron a Jimmy, un reconocido líder comunitario, el alcalde de Quibdó salió en medios nacionales alertando sobre el incremento de homicidios con relación al año anterior. Aunque no hay estadísticas oficiales disponibles públicamente, lo que se percibe en las calles es que, efectivamente, sigue aumentando la tasa y, como si los hechos no fueran suficientes, los comunicados y las publicaciones que rápidamente se difunden en toda la ciudad, profundizan y perpetúan el miedo con el que, pareciera, nos tenemos que acostumbrar a vivir.
Para el 3 de septiembre, la amenaza que circulaba decía que, cuando el bunde pasara por el barrio San Vicente, iban a atracar a la gente a bala. Aún así, esa noche la gente salió, no masivamente, como otros años, pero salió un grupo grande y recorrió la ruta franciscana completa, bailaron al ritmo de la chirimía. Los clarinetes, los platillos, el bombardino y la tambora, al menos por unas horas, impusieron sus notas y silenciaron el miedo.
El 20 de septiembre empieza oficialmente la fiesta. No tenemos idea de cuántos muertos habremos sumado de aquí allá, porque en Quibdó sumamos asesinatos casi todos los días. Ya sabemos, sin embargo, que nuestra gente se pondrá el caché y saldrá en las comparsas, que habrá bundes y quienes bailen con libertad, aunque teman a la hora de regresar a sus barrios. Bailarán, aunque tengan el cuerpo lleno de miedo. No faltará quien diga que así se conjuran esas emociones, pero yo quiero alejarme de esa idea, porque en este caso conjurar se me parece a acostumbrar. Y rehúso aceptar que, ante semejante violencia, nuestra única salida sea la costumbre.