Marisol Gómez Giraldo
18 Febrero 2025 03:02 am

Marisol Gómez Giraldo

Carlos Slim, un empresario atípico

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El magnate mexicano Carlos Slim, el empresario más rico de América Latina, con una fortuna de 77.700 millones de dólares, según la revista Forbes, sorprendió la semana pasada con una inusual rueda de prensa.

Fue insólita no solo por el tiempo que estuvo con los periodistas, 3 horas y 47 minutos, sino también porque no limitó su intervención a sus actividades empresariales. Los reporteros pudieron preguntarle de política, del disruptivo arranque de Donald Trump como mandatario de Estados Unidos y de asuntos de la coyuntura económica y social de México.

Aunque fue obvio que a la cabeza del Grupo Carso –con inversiones en telecomunicaciones, infraestructura, energía y construcción en 49 países– le incomodaron algunas preguntas, como las relacionadas con “la preponderancia” de su empresa América Móvil (que en Colombia opera con el nombre de Claro) en el mercado de las telecomunicaciones, respondió todo. Más de medio centenar de periodistas asistieron a la cita con el magnate de 85 años.
Pero quizás lo más llamativo, al menos desde mi perspectiva como periodista colombiana, fue la genuina preocupación que Slim mostró por los altos niveles de pobreza y pobreza extrema que tiene México, y por la marginación que aún viven las áreas rurales más remotas de su país.

“Combatir la pobreza es un asunto de justicia social y de ética, pero también sirve para mejorar la economía, porque se fortalece el mercado interno”, señaló en algún momento en congruencia con su viejo dicho de que “la inversión social es un buen negocio”. Sin renunciar a su talante de empresario, Slim rebatió a quienes sostienen que el ideal social es la igualdad, pero sostuvo que es necesario garantizar un mínimo de bienestar a todos, y entre más alto sea ese mínimo, mejor para los países.

Muchos de los grandes empresarios latinoamericanos suelen creer que el mercado lo resuelve todo, y no es común escucharlos hablar de la precaria situación social de sus países. Tampoco es frecuente escucharlos hablar de lo que ellos están dispuestos a hacer para contribuir con la superación de los rezagos sociales.

Y Slim no solo abordó ese tema para subrayar que una asignatura pendiente en México es el combate decidido contra la pobreza, sino también para sugerir que los grandes conglomerados económicos, como el que él ha construido, deben contribuir a mejorar la vida de los ciudadanos más vulnerables, más allá de la clásica Responsabilidad Social Empresarial (RSE) que figura en las páginas web de las grandes compañías.

Como si el conglomerado de Slim tuviera una división de lucha contra la pobreza, anunció que sus fundaciones –que cuentan con recursos por 5.000 millones de dólares, unos 21 billones de pesos colombianos— intensificarán programas como el que lleva alimentos a los mexicanos más pobres. Actualmente benefician a dos millones de personas y quiere ampliarlos a ocho millones.

Según la información que entregó el magnate, sus fundaciones han financiado más de un millón de cirugías y trasplantes en zonas marginadas, ofrecen cursos en línea a 58 millones de estudiantes y han capacitado para el empleo, en especial del área tecnológica, a 14 millones de trabajadores.

“Nos interesan el presente y el futuro de México”, dijo Slim en la conferencia de prensa, durante la cual recomendó leer al expresidente de Uruguay José Mujica, un izquierdista y exguerrillero que cree que la prioridad de los gobiernos latinoamericanos debe ser combatir las injusticias sociales, y que en esa tarea juegan un papel importante las empresas porque crean empleo.

Las relaciones de Slim con los gobiernos mexicanos –de izquierda, de derecha y de centro– han sido cercanas, respetuosas y, por momentos, difíciles. Pero él no suele usar sus medios de comunicación, entre ellos la popular plataforma unotv.com, para emprender campañas contra el gobierno en turno.

Incluso, no controvirtió que los subsidios instaurados por el anterior presidente mexicano, Andrés Manuel López Obrador, y que ha mantenido la presidenta Claudia Sheinbaum, entre ellos la pensión universal de 150 dólares mensuales para todos los mexicanos mayores de 65 años, hayan sido elevados a derechos constitucionales. 

“Los programas sociales están ya en la Constitución: esos no se quitan, y eso es bueno”, señaló Slim. 

Desde luego, él es un empresario que defiende sus intereses particulares. Aunque nunca ha tenido confrontaciones públicas con el poder político, pide condiciones para promover la inversión y el crecimiento, rechaza las alzas de impuestos y critica lo que él considera regulaciones excesivas al mercado de las telecomunicaciones, que es el puntal de su conglomerado empresarial en México y a nivel global.

Algunos analistas en México han señalado a Carlos Slim como un sospechoso beneficiario de la privatización de la empresa telefónica Telmex en 1990. Lo acusan de haber pactado con el gobierno del entonces presidente, Carlos Salinas de Gortari, su adjudicación mediante una subasta simulada. Él ha sostenido durante años que estas son calumnias de otros empresarios que fallaron en su intento de quedarse con esa empresa.

En la rueda de prensa del lunes 10 de febrero dijo que él y sus socios adquirieron esa compañía al ofertar por ella 8.615 millones de dólares, 1.228 millones de dólares más que su precio de mercado. 

Habría que destacar la disposición de Slim para dar la cara frente a la opinión pública y para aceptar el escrutinio de los medios, aunque tenga que enfrentar preguntas difíciles.

Por ejemplo, el magnate mexicano fue cuestionado en la rueda de prensa sobre lo que plantean de él los premios Nobel de Economía 2024 Daron Acemoglu y James Robinson, en su libro Por qué fracasan los países, donde ponen a Slim como ejemplo del “capitalismo de amigos” tan recurrente en América Latina. Según los Nobel, el empresario no hizo la oferta más elevada para adquirir Telmex y, a pesar de ello, ganó la subasta. 

Él responde que ese es un infundio inventado por un empresario de Monterrey que perdió la licitación de Telmex, porque hizo una oferta mucho más baja.

En la rueda de prensa, Slim se exaltó cuando escuchó hablar de los premios Nobel de Economía. Los llamó “estúpidos” y les recriminó que no saben lo que es hacer empresa y pagar una nómina.

El magnate mexicano es sin duda un empresario atípico, que defiende su actividad y sus empresas, pero no suele actuar, al menos en público, como muchos pares suyos alrededor del mundo: como señores feudales que definen el destino de la gente de sus feudos y presionan al poder político, ya sea personalmente o a través de emisarios, para que actúen de acuerdo con sus intereses.

Así como en la rueda de prensa Slim cuestionó que su país hubiera descuidado su crecimiento económico en los últimos 43 años –creció en promedio 2 por ciento anualmente–, le hizo un guiño a la presidenta Sheinbaum.

“Yo estoy muy optimista. Da la impresión de que la presidenta no está buscando zangoloteos (movimientos bruscos) en los salarios, en los costos… Ayer o antier habló de la macroeconomía… Si cuidamos la inflación y la macroeconomía no brinca de un lado a otro, el futuro puede ser muy bueno”, afirmó Slim.

Entre quienes veían la transmisión de la rueda de prensa por YouTube se suscitaban comentarios. Uno de ellos decía: “ojalá este tipo de personas fueran presidentes”.

Las empresas de Slim dan empleo a 359.000 personas en medio centenar de países, entre ellos Colombia, donde su compañía de telecomunicaciones Claro tiene 40,9 millones de suscriptores de telefonía celular, y donde el año pasado generó una utilidad operacional por 719 millones de dólares.

Creo que es justo pedirle al señor Slim que amplíe los programas sociales de sus fundaciones y empresas a Colombia, su tercer mercado en América Latina, después de México y Brasil.

Por cierto, el empresario terminó su rueda de prensa leyendo un fragmento del poeta libanés Khalil Gibran sobre Las Dádivas: “Un hombre rico dijo: ‘háblanos de las dádivas’. Y él respondió: ‘Dais muy poco cuando lo que dais es de vuestro patrimonio. Solo dais realmente cuando dais algo de vosotros mismos. ¿Qué son vuestras posesiones, sino cosas que atesoráis por temor a necesitarlas mañana?”.

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