Con la presentación de la reforma a la salud y el discurso de la Casa de Nariño, el presidente Gustavo Petro encendió de nuevo las alarmas de quienes insisten en que nos conducirá hacia una nueva Venezuela y que se impondrá su versión autoritaria. ¿Agitador o negociador?¿Revolucionario o reformista?, se preguntan algunos analistas. La duda clave por resolver hoy sería, propósito del debate de las reformas, si en los próximos meses aparecerá el caudillo o el congresista.
El primer semestre de gobierno, que algunos en forma apresurada calificaron como el de las grandes reformas, no fue muy distinto al de todos los presidentes de Colombia. Gabinete con representación de los partidos, coalición en el Congreso para asegurar mayorías y mesas directivas, propuesta de negociaciones de paz con los grupos violentos, reforma tributaria para incrementar recaudo y prórroga de la Ley 418.
Es en esta segunda etapa donde surge el propósito de impulsar reformas sociales, que sin duda pisan callos. La tríada de iniciativas, salud, laboral y pensional, tiene a millones de compatriotas esperanzados y a otros tantos aterrados. Con la sola presentación al Congreso de la reforma a la salud se prendió la polémica. El resultado del debate en el interior del gobierno, que ganó la ministra de Salud, es un proyecto que genera incertidumbres sobre la sostenibilidad de los logros del Estado en los últimos 30 años. Es claro que la salud debe mejorar para llegar a todo el territorio, dignificar las condiciones laborales de los trabajadores del sector y fortalecer la prevención. El desafío es ahora producir los ajustes sin desbaratar el sistema.
Con la discusión cada vez más pública de las ultimas semanas, quedó en evidencia el secreto a voces de los últimos meses. Hoy tenemos dos gobiernos distintos. El de los moderados que lidera el ministro de Hacienda Ocampo, acompañado de los ministros de Educación, Agricultura y Planeación, y el de las radicales con las ministras afines al Pacto Histórico, como Minas, Ambiente, Trabajo y Salud, entre otras. El presidente era el árbitro hasta la semana pasada. Ahora la pregunta es si mantendrá ese rol en el campo de juego o se pone la camiseta de uno de los dos equipos en contienda.
Crecen entonces las expectativas y las apuestas sobre el rumbo que adoptará el jefe de Estado. Los colombianos conocemos la faceta de caudillo de Petro, pero muy poco la de congresista. Desde que renunció a las armas para luchar por sus ideas en democracia, el hoy presidente ha pasado más años de su vida en los pasillos del Capitolio Nacional que en las tarimas y las calles. Varias veces representante a la Cámara y senador. Aún recuerdo cuando se discutió la ley de garantías, posterior al “articulito” de la reelección presidencial de Uribe en 2005. La bancada liberal asumió la posición radical de no votarla porque reglamentaba un acto legislativo espúreo como el de la reelección. El Polo, con Petro y Navarro a la cabeza en las Comisiones Primeras, sostenían inicialmente la misma posición. Al final el ministro del Interior fracasó en su intento de que los “tradicionales” liberales avaláramos el articulado de la ley y, en cambio, sí logró un sorpresivo acuerdo con los exM-19,con concesiones importantes. Hace pocos años cuando Duque presentó las objeciones a la JEP y se intentaron negociaciones, el senador Petro también participó.
Quien se ha sentado 20 años en una curul de congresista aprende a conciliar, a escuchar, a buscar salidas concertadas. El presidente que llama a las calles a defender las reformas no es incompatible con el congresista que toda la vida ha construido consensos en momentos críticos. Ahora en el gobierno veremos si mantiene ese talante. En el Congreso suele decirse que las leyes exitosas son aquellas que no dejan contento a nadie, en las que todos los sectores quedan con frustraciones. Que se repita este hecho con las reformas sociales dependerá de las decisiones de Petro.
La política siempre está llena de paradojas. El Congreso desprestigiado, corrupto y enmermelado que los colombianos detestan, es para muchos hoy la tabla de salvación. Se espera del legislativo sensatez, independencia y capacidad para encontrar los consensos que necesitamos como sociedad, sin frenar unas reformas necesarias.Y es aún mayor la paradoja cuando no pocos esperan que en esta crucial etapa del gobierno se imponga el Petro congresista al caudillo. Al fin y al cabo el caudillo funciona muy bien en campaña, no tanto en el Gobierno.