El mundo siempre está pendiente de las elecciones en Estados Unidos por las inmensas consecuencias que pueden tener para el resto de la humanidad. Sin embargo, no es exagerado decir que los comicios que tendrán lugar el próximo martes son excepcionales. Dos intentos de asesinato, un presidente en ejercicio que abandona la candidatura, una mujer afro que pasa de vicepresidente a candidata, una elección literalmente empatada, el riesgo latente de una guerra civil… realmente es una situación sin precedentes.
Además se dan en el contexto de dos guerras regionales de alcance mundial y cientos de conflictos de carácter interno, entre estos últimos el de Colombia. Es tan grave lo que puede y va a pasar que no dudaría en clasificar que las elecciones gringas no van a ser una celebración democrática sino una bomba de tiempo cuya onda explosiva va a recorrer el mundo con consecuencias inimaginables y de largo plazo.
Los colombianos, acostumbrados a creer que nuestras posibilidades y destino se determinan en Washington, nos preguntamos en cada elección quién nos conviene más en la Oficina Oval. Y en esta ocasión de manera coloquial tratamos de escudriñar cuál de los dos, Trump o Harris, será el “más amigo” de Colombia.
La hora del aislacionismo
En general, e independientemente del partido que gane, los Estados Unidos como país ha entrado en una fase de aislacionismo en la que América Latina y Colombia sin duda perderán cada vez más relevancia. La indiferencia frente a los asuntos globales es una actitud colectiva histórica en la política americana. Esta actitud se exacerba aún más en momentos de crisis política o económica. Además, la guerra de Afganistán con su inmenso costo en vidas y recursos fiscales profundizó esa tendencia.
Eso no quiere decir que de un momento a otro Washington dejará de jugar un papel crucial en los asuntos globales. Quiere decir más bien que existirá una selectividad mayor, unos criterios más restrictivos en la asignación de recursos diplomáticos, de cooperación, de ayuda militar y de precedencia política. En esa ecuación nuestros asuntos bilaterales tendrán un espacio más bien marginal sin importar demasiado quien gane.
El narcotráfico no mueve la aguja
El problema del narcotráfico y el crimen organizado asociado al tráfico de cocaína y heroína ha perdido relevancia en la medida en que su impacto en la salud pública se ha reducido. Incluso la epidemia de las muertes por sobredosis de fentanilo ha tenido un bajo perfil en la campaña. Los votantes y los candidatos están enfocados en otras cosas. La crisis inflacionaria, el costo de la vivienda y la migración ilegal -todos considerados como temas domésticos- han colonizado el debate político. El tema de los derechos y la libertad -entre ellos los derechos reproductivos de las mujeres- son mucho más importantes para el votante que las cifras de cultivos ilícitos.
Menos palmaditas y más garrote
Aun así, despierta preocupación el proyecto político de Trump -Make America Great Again (Volver América Grande Otra Vez)- por tener la implícita connotación de restauración del poder de los Estados Unidos y de su hegemonía global. No es descartable entonces que ante una baja tolerancia a involucramientos de largo plazo allende las fronteras y a la asignación de recursos a causas externas, un gobierno Trump posiblemente sea más proclive a definir una política exterior que utilice más las herramientas coercitivas, las sanciones, listas y vetos, antes que la solidaridad o la persuasión para lograr sus objetivos.
El engaño de Petro
Hay muchos compatriotas que creen que de llegar a ser presidente la señora Kamala Harris -por ser parte de la actual administración- nos puede ir mejor. Wishful thinking, diría yo. Petro quemó las naves con la Casa Blanca de Biden. Gracias a la habilísima gestión del actual canciller, Luis Gilberto Murillo, el gobierno demócrata estuvo convencido de que Petro se había comprometido a ser el garante del proceso de Barbados. En no pocas ocasiones Petro mandó el mensaje de que era capaz de garantizarle a Washington que Maduro cumpliría los acuerdos y respetaría los resultados electorales. Al ocurrir lo que ya todos sabemos, el equipo de seguridad nacional y la propia Oficina Oval se sintieron engañados por el presidente de Colombia. Muchos demócratas ven hoy a Petro como cómplice de la dictadura venezolana.
Amistad con Hamas, enemistad en Washington
El presidente Petro no se limitó a condenar -como correspondía- las atrocidades y la guerra en Gaza. Fue mucho más allá y adoptó un agresivo activismo antisemita que se tradujo en una confrontación diplomática, política y jurídica con Israel. Además se percibe internacionalmente que el jefe del Estado se ha alineado con Hamas con lo que le ha granjeado a Colombia muchos y poderosos enemigos en Washington, en ambos partidos.
TLC, jugando con candela
En materia económica el Gobierno Petro se ha dejado llevar por la ideología y no por el interés nacional en el manejo de las relaciones bilaterales con Washington. Por ejemplo, comete la torpeza de plantear la renegociación del TLC en momentos que las fuerzas proteccionistas, en ambos partidos, se han tomado la política comercial. Los gringos son los primeros que quieren renegociar hoy los acuerdos de libre comercio, no para ampliarnos el acceso sino para restringir las importaciones a Estados Unidos.
Buscando camorra
Y como para terminar, el presidente Petro se ha dedicado a atacar a Trump con el absurdo asunto de los inmigrantes haitianos. Los gobiernos estadounidenses son muy sensibles a los países que se inmiscuyen en sus asuntos electorales, como dolorosamente aprendió Colombia con la inmensa equivocación que cometió en su momento el presidente Iván Duque al tomar partido por Trump en 2020. Además, mucho me temo que Petro in pectore desea que gane Trump porque le facilita provocar, de manera deliberada e irresponsable, a la Casa Blanca para inmolarse como víctima del "imperialismo yanqui".
El daño está hecho
Cuando se trasciende el análisis de los aspectos específicos de las consecuencias de las próximas elecciones presidenciales en EE.UU. sobre las relaciones bilaterales, y se mira desde una óptica más amplia e histórica, se llega a la conclusión de que estos comicios ya les han hecho un gran daño a todas las democracias del mundo. Que la transición en el poder -donde nació la democracia moderna y que ha sido el faro de las libertades- esté rodeada de violencia, sumida en una agonía larga y sangrienta, llena de incertidumbre, contenciosos, controversias e ilegitimidad es un aliento inmenso para quienes quieren destruir los regímenes democráticos. Los dictadores y autócratas -gane quien gane- estarán de fiesta el próximo 5 de noviembre.
Twitter: @gabrielsilvaluj