Rodrigo Lara
9 Marzo 2023

Rodrigo Lara

Con los narcos puros no se dialoga: solo se responde con la palabra de la ley

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Los intentos de “negociación” con los narcos puros nunca han salido bien. La negociación con Pablo Escobar y el Cartel de Medellín resultó siendo uno de las actuaciones más vergonzosas de la historia del país, y no terminó en nada distinto al otorgamiento de un lugar de reclusión dorado para ese capo de la mafia desde donde seguiría delinquiendo y en la rehabilitación legal de los demás miembros de esa organización como los hermanos Ochoa, ¡ah! y, por supuesto, last but not least, en la eliminación de la entonces temidísima extradición a los Estados Unidos.

Hace unos meses en este mismo espacio escribí sobre los riesgos de este tipo de negociaciones. El primero, y tal vez el más elemental de todos, es que negociar con organizaciones netamente criminales siempre termina elevando su estatus y abre la puerta a reconocimientos tácitos de meros criminales por parte del Estado, un beneficio notorio para organizaciones siempre ávidas de reconocimiento y legitimidad. El hecho de que el Estado se siente y dialogue con ellas por fuera de una lógica de sometimiento legal es en sí una victoria porque las convierte de facto en interlocutores válidos de un Gobierno y de los actores internacionales que lo acompañan. Ello puede concluir en una dinámica perversa: entre más violencia ejerza una estructura contra la población civil, más fácil le resulta obtener reconocimiento y beneficios penales. Y entre más reconocimiento obtengan, pues logran ejercer más poder y control sobre la población y sus zonas.

El segundo riesgo de adelantar negociaciones con narcos puros es la corrupción que acompaña a estos procesos; en últimas, el narco por naturaleza es un tentador, y la corrupción constituye su arma predilecta. Todo su poder está construido sobre su capacidad de comprar conciencias y de ahí el aforismo criminal “plata o plomo”. Y con esto no me refiero a que no se pueda negociar el sometimiento de un criminal común. Sin embargo, por lo general, en la mayoría de los países estos mecanismos de sometimiento se adelantan bajo la estricta supervisión de funcionarios de la rama judicial y en rígido apego a los márgenes que ofrece la ley. Una negociación muy distinta a la que adelantan funcionarios de la rama ejecutiva y la discrecionalidad con la que puede contar un negociador de paz.

Esta discusión me recuerda el versículo del santo evangelio según San Mateo, cuando Jesús fue conducido por el espíritu al desierto, para ser tentado por el demonio. Jesús al responder al tentador no entra en el diálogo, sino que responde a los tres desafíos solo con la palabra de Dios. De pronto esto nos enseña y nos sirve para ilustrar, que, con el criminal puro, es decir con el tentador, no se dialoga, y se le responde solamente con los beneficios de sometimiento que permite y manda la ley.

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas