Gabriel Silva Luján
14 Julio 2024 03:07 am

Gabriel Silva Luján

Cristo ¿redentor?

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Nadie puede negar que Juan Fernando Cristo ha sido un hombre de la política y dedicado al servicio público. También ha sido un hombre de la paz. A pesar de que su padre fue asesinado por el ELN, el camino que escogió no fue el de la revancha sino el de transformar su tragedia en motivación para intentar evitar que sigan ocurriendo esos aciagos hechos que enlutaron a su familia.

¿Por qué Petro nombra a Cristo? A primera vista parece una aberración. Cristo llega al petrismo como adjunto después de la derrota de la Coalición de la Esperanza. Cristo no es precisamente un militante o activista de izquierda. El nuevo ministro del Interior es un personaje que se mueve como pez en el agua en el establecimiento social, político, periodístico y cultural del país.

Además, Juan Fernando Cristo llega a un gabinete en el que se encargarán de hacerlo sentir como mosco en leche. El giro en la estructura ideológica y política del Gobierno Petro es innegable. Desde la salida de los ministros centristas se ha avanzado a paso firme hacia una creciente radicalización. Ese camino se ha acelerado. Es a todas luces evidente que el primer mandatario está enlistando una guardia pretoriana en el alto gobierno conformada por su “primera línea”. Activistas, militantes, provocadores y organizadores de protestas son ahora los altos funcionarios. Los años que le restan a Petro van a ser de pugnacidad, de abierta campaña electoral y de una belicosidad extrema.  No es precisamente un entorno en el que el nuevo ministro del Interior se acomode fácilmente.

Los mentideros políticos están en ebullición preguntándose por qué diablos aceptó Cristo, qué es lo que quiere, cuáles son sus aspiraciones. Ese enfoque es irrelevante y un ejercicio inane porque eso es del fuero íntimo del ministro. En ese punto hay que asumir lo que corresponde que Cristo es un curtido servidor público y quiere hacerle el bien a Colombia. Por eso hay que regresar a la verdadera pregunta: ¿Qué busca Petro nombrando a Cristo?

Hay una corriente de esperanzados con la llegada de Cristo. Una línea de análisis sostiene que Cristo en el Ministerio del Interior será un garante de la vigencia de las instituciones y un redentor que nos librará de las herejías del Pacto Histórico. Están convencidos de que Petro ha encontrado tal resistencia a su idea de una constituyente por las vías de hecho que ha renunciado a esa alternativa. Que verdaderamente quiere un acuerdo nacional, una de las tareas que le asignó a Cristo, para hacer reformas e impulsar una constituyente dentro de los canales institucionales. 

Mucho me temo que eso es pensar con el deseo. La evidencia desmiente esa teoría. Petro no solo no ha moderado en nada su belicosidad sino que se ha “dobleteado” en su agresividad hacia diferentes sectores políticos y sociales. ¿Cuál acuerdo nacional es posible cuando acusa de nazis, sanguijuelas, terroristas y paramilitares a instituciones, a sectores productivos y a gremios de la sociedad civil? No ha cejado un solo instante en atizar la polarización, la división y la lucha de clases.

En materia de desbaratar la Constitución de 1991 no se ha desmontado un solo momento de la teoría de que con el respaldo de un amorfo e ilegal “poder constituyente” puede hacer lo que quiera. Así lo dijo en el mismísimo trino en el que anunció la designación de su nuevo ministro del interior. Es decir, por un lado van las buenas intenciones de un sagaz hombre público como Juan Fernando Cristo y por otras bien distintas las de Petro. Entonces, volvamos a la pregunta, ¿por qué lo nombró?

No hay nadie mejor para administrar políticamente al Congreso de la República. Si se trata de empezar exitosamente el trámite de una constituyente dentro de los canales formales Cristo es el personaje correcto. Sin embargo, todos los indicadores de la voluntad legislativa indican que no hay la menor disposición de parte de los parlamentarios para dejarse llevar a ese redil.

Mejor dicho, por más hábil que sea Cristo estamos ante una altísima probabilidad de que fracase en su intento de construir un acuerdo nacional para procesar una constituyente por las vías institucionales. Y para eso fue que lo nombró Petro. Para que Cristo fracase. Para poder argumentar que queda demostrado que los cambios son imposibles por el camino institucional. Que si Cristo no pudo, nadie puede. Petro queda así liberado, legitimado, para invocar al pueblo, para recurrir a esa amalgama de grupúsculos a su servicio que se atreve a llamar “poder constituyente”. Entonces, como en el refrán popular, Cristo llega de redentor y saldrá crucificado. Y eso no sería tan grave si de paso también no quedaran crucificados el país y sus instituciones.
Twitter: @gabrielsilvaluj
 

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