Federico Díaz Granados
10 Febrero 2025 04:02 am

Federico Díaz Granados

Cuando las palabras sostienen el mundo

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Sabemos bien que las palabras se gastan y malgastan todos los días y que desde el habla popular se renuevan y cobran otros sentidos. El poeta, el que da eco a toda la tribu y le da tribuna a la expresión de los pueblos, dota de un color y una belleza a esas palabras hasta lograr modificarlas y darles muchos otros significados que, al combinarlas de una forma original, puedan exaltar las emociones y las sensaciones humanas. Por eso, la literatura lleva consigo la responsabilidad de conservar aquellas palabras para fundar maneras nuevas de habitar una lengua y, por qué no, crear idiomas que dan identidad a naciones enteras. Eso es lo que han hecho, entre otras tantas cosas, los clásicos de siempre.

Por eso es inevitable que, al ver el presente del mundo, volvamos a preocuparnos por esas palabras que son capaces de trazar destinos insospechados o de mentir y llevarnos al abismo. Los recientes hechos del planeta y del país me llevan a pensar en la necesidad de volver desde la educación a darle un papel protagónico al lenguaje y el asombro estético que nos permiten las palabras desde la literatura y de la necesidad permanente de regresar sobre nuestros mitos para poder construir nuevos relatos. Es algo por lo que he venido preguntándome últimamente y que me ha llevado a ser reiterativo sobre el asunto en diferentes espacios. Ver las nuevas narrativas del mundo a partir de discursos incendiarios o la tragicomedia nacional a través de un consejo de ministros televisado, es confirmar la urgencia de releer nuestros mitos fundacionales, reencontrarnos allí para poder crear nuevos relatos. Lo visto en estas últimas semanas es la evidencia de que necesitamos volver a asombrarnos y a sorprendernos con lo que nos ofrece el día de hoy y con la posibilidad del imaginar un futuro con sus incertidumbres. 

¿En dónde se disputan las ideas, las identidades y los relatos de un tiempo? Acaso no ocurre todo aquello en las palabras y el lenguaje que nos permiten comprendernos mejor. Recuerdo que en la primaria escuché que la literatura me permitiría comprender mejor al otro, a aceptar las diferencias y que, página tras página, iba a empatizar con los personajes hasta el punto de sentir y percibir sus grandes emociones y sus infinitos temores, lo que sin duda sería una lección de humildad. De igual forma nos enseñaban poesía para conmovernos con esas palabras que eran capaces de subvertir el idioma para desafiar al propio corazón humano en su aventura vital.

El idioma es, sin duda, el soporte mayor de la memoria, pero también es el escenario verdadero de la imaginación. La narrativa del presente, que tanto vemos degradada en los medios y las redes sociales, debe entender que el lenguaje no solo describe el mundo, sino que lo construye y deconstruye. Cuando se elige un tono, una palabra, una sintaxis, se está definiendo una mirada sobre la realidad. No es lo mismo hablar de migración que de exilio, de desarraigo que de identidad errante. Cada palabra abre un mundo y cierra otro. Recuerdo en los días de las negociaciones de paz con las Farc en La Habana que uno de los primeros asuntos que se abordó desde los equipos negociadores fue el de “desescalar el lenguaje” y de la importancia de las palabras y las formas en que nombramos todo como parte protagónica de la negociación y futuros acuerdos. Por eso, las grandes diferencias humanas siempre llegan a consensos a través de la conversación, de ponerle otro tono y darle otros sentidos a cada palabra dicha y que cada palabra acompañe determinados gestos y miradas.

En este mundo globalizado y angustiosamente interconectado la literatura enfrenta el inmenso desafío de mantener la singularidad del idioma y de abrir diálogos con la multiplicidad de narrativas de todos los pueblos y culturas. Desde allí, la literatura nos invita no solo al asombro sino a intercambiar, reinterpretar y resignificar los relatos de acuerdo con el tiempo y al momento en el que se lean. Por eso es un territorio libre de aduanas y fronteras donde no solo se preservan las lenguas, sino que ayuda a ampliarlas y extenderlas en su belleza.

Dijo el gran Joseph Brodsky, en su discurso de aceptación del premio Nobel de literatura en 1987, que “exactamente ése es el momento cuando el futuro del idioma interviene en su presente. Como sabemos, existen tres formas de conocimiento: analítico, intuitivo y el método que usaban los profetas bíblicos, el de la revelación. La diferencia de la poesía con las demás formas de literatura está en que ésta usa simultáneamente las tres (inclinándose preferencialmente hacia la segunda y la tercera), ya que todas están dadas en el idioma; y a veces, con la ayuda de una palabra, una rima, quien escribe un poema logra llegar a parar en lugares donde nadie antes de él estuvo, y más lejos tal vez, que lo que él mismo quisiera. Quien escribe un poema lo escribe antes que nada porque el poema es un colosal acelerador de la conciencia, del pensamiento, de la percepción del mundo. Al sentir esta aceleración una sola vez, la persona ya no es capaz de negarse a repetir esa experiencia: ella cae en dependencia de ese proceso, como se cae en dependencia de las drogas o del alcohol. La persona que se encuentra en ese tipo de dependencia del idioma se llama poeta”. 

Entonces, volvamos todos a nuestros poemas, esos que nos acercaron a un idioma, que nos permitieron conocer los secretos y posibilidades de una lengua. Nos urge regresar a un lugar seguro donde las diferencias se puedan conciliar a través de las palabras, para poder seguir habitando la casa común de todos que es el planeta. Estoy seguro de que la memoria y la imaginación nos ayudarán a entender mejor el presente y vislumbrar el futuro. Allí, la literatura nos botará un nuevo salvavidas para que volvamos a esas palabras antes de que el ruido de este mundo las devore para siempre y nos permita reconocer la dignidad de cada relato que nos contaron o leímos porque, al final, será la poesía que nos seguirá recordando quiénes fuimos, quiénes somos y, sobre todo, quiénes podríamos llegar a ser, y que serán las palabras esos talismanes que nos ayudan a sostener en estos momento grises el mundo.

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