Antonio Perry
5 Febrero 2025 03:02 am

Antonio Perry

De aranceles y otros males

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Muchos con alivio nos secamos el sudor de la frente después de que el Gobierno logró superar el impasse con Estados Unidos. El presidente, creyéndose poseído por el alma de Aureliano Buendía y deseoso de sufrir la suerte de Gaitán o Allende, como bien lo anotó Laura Ardila, casi nos cuesta unos módicos aranceles del 25 por ciento sobre nuestras exportaciones al imperio norteamericano. 

Pero ¿por qué deben importarnos los aranceles? ¿No vale más la dignidad de los deportados?

Vamos por partes. Sin duda, las actuaciones de Trump son reprochables y el respeto a la dignidad de los colombianos deportados es indiscutible. Sin embargo, hay formas y vías. Por ejemplo, el presidente Lula de Brasil optó por una diplomática, en vez de recurrir a invocar a Aureliano y enviar un trino delirante, como lo hizo nuestro mandatario.

Ambos se indignaron ante las condiciones de deportación de sus ciudadanos, pero reaccionaron de maneras muy distintas, la de Lula siendo más diplomática y pragmática que la de Petro. Yo me pregunto: ¿dónde está el presidente Petro 'pragmático' que no tomó una posición firme frente al robo de las elecciones en Venezuela, alegando una supuesta diplomacia? 

Ahora los aranceles. ¿Qué tienen de malo los aranceles que hagan tan preocupante las acciones del presidente? Los aranceles son el 'coco' para la mayoría de los economistas, porque son barreras al comercio que generan ineficiencias: impiden que alguien le venda algo a otro a un precio justo de mercado. Algunos economistas argumentan que, en ocasiones, los aranceles pueden ser beneficiosos (por ejemplo, para proteger una industria naciente, o por razones de seguridad nacional), pero es más la excepción que la regla. 

Los aranceles actúan como un impuesto y un subsidio a la vez. Son un impuesto, porque cuando se importa algo, como flores, se le añade un costo adicional (el arancel) para que ese producto pueda venderse en el país. El arancel sube el precio final del producto, lo que lo hace menos competitivo en el país donde se importa. 

Aquí es donde los aranceles actúan como subsidios. Son subsidios, porque al subir el precio de los bienes importados, los aranceles les dan una ventaja competitiva a los productores locales (ya no tienen que competir con bienes importados a precios de mercado, sino con un precio superior por el arancel). Los productores locales se pueden relajar y cobrar precios más altos a los que cobraría si se viera forzado a competir. En últimas, todo el mundo, menos los productores locales, termina perdiendo: los consumidores finales y empresas locales acaban pagando precios más altos por productos y materia prima, y los exportadores pierden ventas y mercado. 

Algunas y algunos se preguntarán correctamente si Estados Unidos no pierde también con estas medidas y, por tanto, el presidente Petro tiene campo de acción. En lo absoluto: la pregunta es válida, pero es una pelea de tigre con burro amarrado. Más del 20 por ciento de las exportaciones colombianas van a Estados Unidos (Ver gráfico 1), mientras que menos del 1 por ciento de las exportaciones de Estados Unidos van a Colombia (ver gráfico 2). ¿Quién es el burro y quién es el tigre? 

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Gráfico 1: Países a los que exportó Colombia en el 2022
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Gráfico 2: Países a los que exportó Estados Unidos en el 2022

Con independencia de que parece que nos salvamos el pellejo, el impasse es un campanazo más de que tenemos que diversificar nuestros socios comerciales y nuestras exportaciones. A raíz de las políticas proteccionistas del gobierno Trump, distintos países, incluidos aliados de Estados Unidos, están suscribiendo acuerdos comerciales alternativos. Tan solo en los últimos dos meses, la Unión Europea ha suscrito tres nuevos acuerdos comerciales. 

Colombia no se puede quedar atrás. Debemos buscar nuevos aliados estratégicos, alternativos a Estados Unidos. Además, la política proteccionista de Trump también parece ser una estrategia para reafirmar la posición de su país en Latinoamérica, ante la creciente inversión China, lo que podría presentarse como una oportunidad para Colombia de negociar términos más favorables en los acuerdos comerciales con Estados Unidos. 

También debemos diversificar nuestras exportaciones; es decir, no solo debemos diversificar con quién comerciamos, sino qué comerciamos. En columnas pasadas ya he argumentado que esto es un tema urgente en la agenda económica nacional. También he señalado que la transición energética es una oportunidad de diversificación para atraer industrias intensivas en electricidad, al igual que el potencial económico de los servicios. En fin, ojalá que el impasse nos sirva de oportunidad. 

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