Edna Bonilla
29 Mayo 2024 05:05 pm

Edna Bonilla

Decir NO, es NO

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El telón se levanta y aparece la abogada Tessa. Camina segura y altiva en el escenario que recrea una gran caja de archivo. Un espacio donde se refunden las historias de miles de mujeres que ven cómo pasa el tiempo y su caso es uno más en una maraña de papeles. Ella, Tessa (Teresa García), defiende presuntos victimarios sin importarle su culpabilidad o inocencia. Su único objetivo es ganar o “llegar de primera”, como dicen los abogados. Jamás de segunda. Es prestigiosa y exitosa.

De principio a fin, Cristina Umaña logra darle credibilidad a Tessa. Habita cada frase de su personaje. Los argumentos de Tessa son contundentes y voraces. Logra murmullos en el público. En el auditorio se confunde la repulsión y la admiración. Tessa no tiene límites a la hora de defender a sus clientes, porque quiere subir en la escala social y profesional. Es disciplinada, inteligente, hermosa y alegre. Una mujer que transmite plenitud y que está decidida a dejar atrás un humilde pasado. Una mujer que disfruta y vive su sexualidad. 

Decir NO es NO. De pronto, en su exitosa carrera viene algo inesperado. Después de una noche de celebración, coquetería y copas, invita a un colega a su casa. Las cosas se salen de control y Tessa es víctima de violencia sexual por parte de su compañero de trabajo. Ella no es dueña de sí, y se convierte en víctima de un hecho que ella veía ajeno y lejano. Tessa se desdibuja y emerge Teresa. 

Teresa ya no es Tessa, aunque sean la misma persona. Teresa es la víctima ahora y deberá pasar por el sufrimiento que ella misma como Tessa, había permitido en favor de sus clientes. Confundía a las víctimas con sus agudas preguntas y celebraba cada victoria. Esta Teresa angustiada, destruida, violentada y vulnerable, logra en el auditorio una solidaridad absoluta, conmovedora hasta las lágrimas. Cristina Umaña respira por cada poro de su piel el dolor de Teresa. Transmite a los espectadores su necesidad de ducharse para borrar el cuerpo de su agresor. Siente el dolor y la impotencia en medio del frío de la madrugada y la lluvia. Duda entre denunciar o tratar de olvidar. En medio del desespero añora el abrazo de su madre. La obra transmite la fragilidad de la mujer ante el dolor.

La obra Prima Facie del Teatro Nacional dirigida por Nicolás Montero con la asistencia de su hijo, Manú Montero Torres, que contó con una actuación maravillosa, y el trabajo de un muy buen equipo de adaptación y producción, conmueve profundamente e invita a reflexionar sobre la justicia, la ley, la violencia sexual, el amor y las fragilidades y fortalezas que tenemos las mujeres. 

Como espectadora, una buena parte del tiempo pensaba en los miles de niñas que son víctimas de abuso sexual. Imaginaba su dolor y el de sus familias. Si esto le sucedía a una abogada, no imagino el sufrimiento de una niña vulnerable. El abuso sexual infantil es una realidad más cotidiana de lo que como sociedad quisiéramos reconocer. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), uno de cada cinco menores sufre abuso sexual antes de cumplir los 17 años. La violencia sexual tiene consecuencias físicas, psicológicas y sociales graves a corto y largo plazo, no solo para las niñas o niños, sino también para sus familias y comunidades. Al mismo tiempo, es una realidad oculta. Lo es por el agresor, que intenta por todos los medios que sus actos no se revelen, como por el silencio al que son condenadas las víctimas. En medio de su indefensión, sufren las estrategias de manipulación del abusador. Y en ocasiones cuando la niña o el niño reportan una violencia, los adultos no les creen.

Las estadísticas en Colombia tienen subregistro y aun así son escalofriantes. La violencia sexual contra la niñez es dramática y completamente inaceptable. Bogotá cuenta con un muy buen registro en su Sistema de Alertas que diligencian los colegios públicos y privados de la ciudad y que permite hacer unas buenas inferencias sobre lo que sucede en el país. Según el Sistema, en el 2020 se reportaron 1.403 casos de violencia sexual; en 2021, 1.824; en el 2022, 6.877 casos; en 2023, 7.360 casos y a 30 de abril de 2024 se han registrado 3.366 casos. A nivel nacional, según el Ministerio de Educación Nacional, en 2023 se presentaron 1.825 casos de violencia en contra de niñas según el Sistema de Información Misional (SIM) del ICBF. Desde enero de 2023 a 29 de febrero de 2024 se tiene un reporte de 313 casos de violencia sexual. Se observa un clarísimo sub-reporte a nivel nacional. Para el caso de Bogotá, los principales agresores son familiares o personas cercanas a las familias. Una realidad dolorosa, ya que el hogar debe ser por excelencia el territorio seguro para nuestros niños y niñas. 
 
¿Por qué muchos de los casos quedan en la impunidad u olvido, mientras que las víctimas jamás olvidan las marcas de la violencia? ¿Por qué el miedo a denunciar? ¿Por qué el sistema jurídico privilegia la “verdad legal” y no admite espacio para la “verdad real”? ¿Por qué las leyes para juzgar la violencia sexual son escritas y aplicadas por hombres, desconociendo el sentimiento femenino? Y aunque la obra Prima Facie suscita muchas preguntas, también sugiere algunas respuestas.

Siempre ha existido una gran tensión entre la justicia formal y la justicia material. La formal, en la mayoría de los casos se superpone a la material. La misma Constitución consagra de manera implacable que “nadie podrá ser juzgado sino conforme a leyes preexistentes al acto que se le imputa, ante juez o tribunal competente y con observancia de la plenitud de las formas propias de cada juicio”. Teresa invita a reflexionar no sólo sobre si las leyes han sido hechas por hombres, sino también si el formalismo de las normas lleva a revictimizar a la mujer cada vez que se atreve a denunciar. El proceso jurídico la obliga a que cuente, una y otra vez, en una sala llena de hombres, cómo, dónde, en qué posición, de qué manera y con qué intensidad fue violada. Se ha construido un sistema que, por cuidar la formalidad, ha olvidado lo más importante: preguntarse ¿y cómo se sintió Teresa? ¿Cómo se sienten los miles de niñas y mujeres que se aterran ante la posibilidad de denunciar porque saben que seguramente la verdad legal impedirá que se haga justicia? O sencillamente, porque su testimonio no tendrá credibilidad. 

A punto de terminar la obra, Teresa clama:

“La ley es una cosa orgánica. Definida por nosotros. Construida por nosotros, a la luz de nuestras experiencias. La de todos ustedes. Y por lo tanto ya no puede haber excusas. Tiene que cambiar. Porque para decir verdad, una de cada tres mujeres es abusada sexualmente. Y sus voces deben ser escuchadas. Tenemos que creerles si va a haber justicia”. 

Cuando el telón baja, termina la conmovedora obra de teatro. Sin embargo, creo que la importancia de Prima Facie radica en que busca provocar una discusión e invitación para que trabajemos porque algo cambie en la manera como abordamos la violencia sexual. Necesitamos proteger a nuestras niñas de cualquier tipo de violencia. Necesitamos tener un sistema que crea en la voz femenina que clama justicia cuando un hombre no entendió, que no es no y abusó de ella. 

Teresa se describe a sí misma como una sobreviviente de la violencia sexual. Por los miles de Teresas (las niñas, las jóvenes y las adultas) de nuestro país, algo debe cambiar. 

 

Posdata. Presencio con tristeza la intervención del Gobierno a la Universidad Nacional. Rechazo la forma como se está atentando contra la autonomía universitaria. La violencia en todas sus formas está haciendo presencia en los campus, y muchos actores siguen jugando con candela sin ver el fuego que consume a la Universidad que ha sido motivo de orgullo en el campo académico y científico del país.

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