Rudolf Hommes
29 Septiembre 2024 03:09 am

Rudolf Hommes

Decrecer o crecer

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Hay una discusión en los países desarrollados de la que no tendríamos que preocuparnos si no fuera porque algunos exfuncionarios y el mismo presidente se preguntan si Colombia debería crecer o decrecer, y sobre la relación entre crecimiento, capital y medio ambiente. Yo mismo intervine en esa discusión con un trino que afirmaba que la izquierda utiliza el medio ambiente y el calentamiento global para oponerse al gran capital y al crecimiento económico.  

La preocupación que me ha llevado a ese pronunciamiento ha sido pensar que, si la economía no crece o si decrece, en un país relativamente pobre y desigual, como es Colombia, surgirán presiones políticas para reducir la desigualdad que posiblemente provocarían violencia entre los que tienen y los que no tienen porque se intentaría quitarles a los primeros para darles a los segundos.

Esto podría suavizarse con crecimiento económico acelerado, como ha ocurrido en el mundo desarrollado desde la mitad del siglo XIX. Pero entonces surgen preguntas de si el crecimiento contribuye al calentamiento global, al aumento de la huella de carbono, o si es posible crecer en armonía con el medio ambiente y conforme a las reglas establecidas para detener el calentamiento global en un sistema capitalista. Estas son las preguntas que se hacen el presidente y sus allegados.

Yo he respondido que el capitalismo local no tiene por qué oponerse a un crecimiento acelerado, incluyente y compatible con la preservación del medio ambiente y de la vida. Posiblemente estamos mejor posicionados que los países desarrollados para lograrlo.  Ellos tienen que lidiar con el trilema que les presenta el economista Dani Rodrik que los obligaría a escoger entre combatir el cambio climático y la pobreza mundial, o detener la decadencia de las clases medias en los países ricos y el calentamiento global. Rodrik sostiene que solamente pueden resolver dos de los tres problemas. Seguramente, entonces, van a dejar a un lado la reducción de la pobreza global porque prevalecería la real politik, o sea el interés de sus electores. 

Esto les dejaría a los países en desarrollo la tarea de resolver por su cuenta o en alianza con otros como ellos el problema de la pobreza y con libertad de decidir si contribuyen a detener el calentamiento, sin aspirar a que el mundo desarrollado aporte mayor cosa a esos esfuerzos. Si esto sucede, nuestro país puede tranquilamente decidir que le otorga prioridad a reducir la pobreza y colaborar a bajar la temperatura en el mundo cumpliendo las metas acordadas universalmente.

Seguramente nuestra administración actual querrá ir más lejos, porque eso es parte esencial de su discurso internacional, pero inescapablemente tiene que combatir la pobreza local y eso exige crecimiento económico, algo a lo que hasta ahora ha sido reacio el gobierno. 

La necesidad de bajar la pobreza es una oportunidad para concertar con el sector privado, la academia y la comunidad en todo el territorio una estrategia de crecimiento económico que tendría que ser incluyente y consciente de las limitaciones que impone la política ambiental. Con un poquito de suerte quizás tengamos mayor éxito en el cumplimiento de metas ambientales que los países desarrollados porque a ellos les exigirá mucho más esfuerzo detener el declive de sus clases medias y el calentamiento. Dinamizar a Colombia para erradicar pobreza extrema a corto plazo y reducir radicalmente la pobreza a mayor plazo podría darle a la izquierda colombiana un espacio político que no ha logrado obtener y tranquilidad y progreso a la sociedad. Como el capital privado reacciona favorablemente a la inversión en bienes públicos, podría empezarse por construir pronto otros 100 kilómetros de la carretera entre Puerto Gaitán y Puerto Carreño, con lo que se añadiría un millón de hectáreas a la producción de los alimentos que hoy se importan. 

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