
El titular del artículo en el diario El País América del colega Camilo Sánchez lo resume de forma perfecta: “Petro elige a un ministro de Hacienda experto en vivienda popular para enfrentar una crisis fiscal”. Porque sí, estamos en una crisis fiscal seria, con una regla fiscal que no se cumplió según comentan centros de estudios como Fedesarrollo y, por si fuera poco, el Comité Autónomo de la Regla Fiscal. Los TES, nuestros títulos y el peso colombiano pierden valor ante la mayor oferta y la menor demanda. Hay, sobre todo desde la intempestiva y desafortunada salida de Diego Guevara, un académico serio y un político sensato y juicioso, un creciente interés en deshacerse de los activos ‘marca Colombia’. “Hasta Epulón y Lázaro estarían vendiendo activos colombianos, porque saben que pueden perder”, le dijo un exmiembro del ministerio de Hacienda consultado a este columnista. (Y les voy adelantando que los datos de recaudo para las primeras semanas de marzo siguen por debajo del rango bajo de las estimaciones, cerca de un billón de pesos menos).
Cuando le pedí ejemplos concretos de las razones de la intuición de Lázaro y Epulón, añadió: “por ejemplo, los bonos de vencimiento 2050 tenían un precio de 62 por ciento hace una semana. Hoy están al 58 por ciento. El dólar estaba llegando a los 4.000 pesos, hoy se acerca a 4.200 pesos. El martes pasado (el día que agarró tracción en medios la salida de Guevara) los TES perdieron 30 puntos básicos. Nuestra deuda pública aumenta”. Se sabe, además, que la calificadora Fitch Ratings redujo la perspectiva crediticia de Colombia de ‘Estable’ a ‘Negativa’, lo que se suma a lo decidido por Moody’s y S&P en ese mismo sentido. Las diferencias entre Guevara —a quien el presidente Petro en otro tiempo menos turbulento felicitaba por sus méritos académicos— y Petro fueron creciendo desde que el ministro, en un acto absoluto de sensatez, le recordó al mandatario que las vigencias futuras eran inaplazables, que los compromisos del Estado era necesario honrarlos y que, para cerrar, era necesario otro recorte presupuestal para no pasar, por segundo año consecutivo, sin cumplir la regla fiscal.
“Usted es un neoliberal, ministro”, le vociferó Petro a Guevara, quien replicaría entonces que no se trataba de eso, que uno puede tener unas ideas críticas con la ortodoxia económica, pero también la responsabilidad de apretarse el cinturón cuando las circunstancias eran adversas. Desde aquel momento la suerte estaba echada. Petro, como le pasará cada vez más de acá en adelante, se quiere rodear de personas que no le lleven la contraria, que no tengan la desfachatez, ni el neoliberalismo, ni la ‘agenda propia’ para decirle que sus ideas económicas no sirven en el mundo real, y que los únicos que pagaran los platos rotos serán los colombianos de a pie, esos mismos que él dice defender. En los corredores profesorales de la facultad de Ciencias Económicas de Universidad Nacional, una vez conocida la hoja de vida del nuevo ministro, varios comentaron que con ese currículo académico y esa experiencia, que es nula, en macroeconomía, no le soltarían ni una cátedra de segundo semestre de una universidad de garaje.
Parece ser que el único mérito de Germán Ávila, además de haber sido compañero de armas en el M-19 de Petro, es no tener la preparación ni el conocimiento para oponerse a las ideas obsesivas del presidente. Del viaje a Catar del alto gobierno en febrero pasado, del que hizo parte el defenestrado Luis Carlos Reyes, el presidente llegó con la idea de que los cataríes pueden comprar la deuda de Colombia, y de que, por alguna fórmula mágica que no conocemos, pero que el ministro de Minas y Energía, Edwin Palma, está a punto de resolver, traeremos un gas “katarí” barato, bueno y a precios razonables. Lo que el presidente Petro está buscando, y por eso comenzó rodeándose de funcionarios preparados y académicamente sólidos y ahora en cambio busca dóciles rebaños, es la lealtad por encima de cualquier consideración. Del otro lado quedarán los 50 millones de colombianos.
