
A raíz de un mensaje de una “wedding planner”, en el que le dijo a una pareja del mismo sexo que ella no organizaba matrimonios igualitarios, se dio un debate sobre si su respuesta era discriminatoria. La discusión empezó cuando uno de los miembros de la pareja publicó la respuesta de la organizadora en X, en la que esta señaló: “perdóname yo no hago bodas igualitarias (…) está bien para ti que te refiera a mi colega?”. Para muchos, como lo manifestaron en dicha red social, la respuesta era abiertamente discriminatoria y homofóbica. Por más de que hubiera propuesto referirlos a otra persona, y no hubiera insultado al que hizo la pregunta, el hecho de negarse a hacer matrimonios por la orientación sexual de la pareja resulta en un trato desigual injustificado. Para probar su punto, algunos usuarios incluso hicieron la comparación con una persona que se niega a organizar un matrimonio, porque las personas que se casaban son de una raza específica o de cierta nacionalidad. Incluso, algunos se preguntaron si no sería discriminatorio, por ejemplo, que una persona le responda a una pareja de venezolanos que no organiza eventos de personas de esa nacionalidad.
Por el contrario, muchos señalaron que la respuesta no era discriminatoria, y mucho menos homofóbica. Para estos, lo único que estaba haciendo la pareja era victimizándose, pues en últimas la respuesta fue cordial y respetuosa. En efecto, la organizadora los refirió a un tercero para que los ayudara. De igual manera, como lo declararon, todo el mundo tiene derecho a decidir en qué y con quién trabaja. En últimas, son sus creencias y hay que respetarlas. Además, como lo mencionaron, puede que ella no tuviera experiencia en la organización de este tipo de eventos, por lo que no se la debería juzgar por esto.
Estas respuestas, aunque podrían parecer razonables, merecen una reflexión, pues ignoran profundamente lo que es un trato discriminatorio, y lo difícil que esto ocurra para quienes lo sufren. Lo primero, es que para que exista discriminación no es necesario ser violento, agresivo o usar términos despectivos contra la persona o población discriminada. Es posible, y es lo que ocurre muchas veces en Colombia, que el trato desigual se dé de la forma más amable y sutil. De hecho, la mayoría de las veces es difícil que la discriminación se perciba y acabe, porque esta surge de la cotidianidad y debido a ciertos prejuicios y/o a nuestras estructuras sociales. No es necesario, por tanto, que una persona sea grosera o use términos despectivos, como lo hizo hace unos meses una señora con Francia Márquez, para discriminarla o al grupo poblacional al que pertenece.
Tampoco se requiere que exista la intención de discriminar. Puede suceder, como lo ha argumentado Deborah Hellman, que se discrimine sin tener la intención de hacerlo. Un ejemplo que esta autora pone, es una piscina que cierra a la hora en la que una raza va, mientras abre a las horas que es más conveniente para otra. Aunque no necesariamente tiene que haber una intención de discriminar a los que pueden ir cuando la piscina está cerrada, ese es sin duda un trato desigual. A menos que exista una razón de peso para hacer tal diferenciación, esto sería inadecuado. Este tipo de discriminación, que podría considerarse como sutil, “respetuosa” y sin intención termina siendo muy grave, porque es difícil de identificar y corregir. Como consecuencia, un grupo es tratado de forma desigual sin que haya una razón de peso que lo justifique.
Ahora bien, también es cierto que, como algunos dijeron, uno puede decidir en qué y con quién trabaja. También a quién invita a su casa. En últimas, es parte de la libertad de cada quien. Sin embargo, no por ese derecho, sus acciones dejan de ser discriminatorias. No está de más, por ende, hacer caer en cuenta a la persona de sus prejuicios y del impacto que ese trato puede tener en otros. No es agradable, para nadie, que le nieguen un servicio porque le gustan los hombres o las mujeres, por tener un sexo determinado, o por ser de cierta raza o nacionalidad. Menos cuando no hay algo que lo justifique. Al final, lo que piden estos grupos, que han sido históricamente marginados, es ser tratados igual que los demás. Nada más.
