
Cientos de estudios han sido publicados sobre el tema del monitoreo de los padres a nuestros hijos, relacionándolo con menor participación por parte de los adolescentes en actividades criminales, disminución en las actividades sexuales de riesgo y menor consumo y abuso de sustancias. De hecho, en general las principales problemáticas psicosociales de la adolescencia parecen atenuarse y prevenirse en muchas ocasiones con el desarrollo de niveles adecuados de involucramiento parental.
Y es que el conocimiento de las actividades, lugares y compañías en las que se encuentran nuestros hijos o la capacidad para tener conocimiento de qué están haciendo, dónde lo están haciendo y con quién, marcan la diferencia. Asunto que, sumado a un vínculo poderoso e involucramiento en las actividades de ellos, termina generando menores consumos de drogas, menos cantidad de actividades delincuenciales, mayor fortalecimiento de la salud mental, mejor gestión del bullying y, en general, un manejo más adecuado de diferentes crisis.
Estar pendientes del comportamiento de los hijos, tener cercanía, conexión, empatía e información sobre las cosas que hacen, tener contacto con sus amigos, los padres de estos amigos y claridad en las normas y expectativas sobre lo que esperamos para ellos en términos de su cuidado, son una tarea a los que no podemos renunciar.
¿Qué factores potencian esto?
Hay que empezar por la construcción de una relación adecuada, pues el monitoreo y el involucramiento sin una relación sólida solo generan fricciones y resentimientos. Si contamos con una relación sólida que genera seguridad psicológica y no simple miedo, podemos entonces plantear como factor de protección las expectativas de comportamiento que tenemos hacia ellos, mirar de qué forma se están comportando de acuerdo con las expectativas que tenemos, evaluando cómo, dónde y con quién lo están haciendo, para poder ser consistentes con aquello que permitimos y no permitimos que suceda.
Obviamente, el monitoreo existe en medio del respeto por la libertad y la capacidad de toma de decisión del adolescente. No se trata de andar obligándolos a que se conviertan en seres de luz que no pueden equivocarse jamás, pero tampoco de seguir juzgando por nuestra experiencia y pensar que si a nosotros no nos afectaron ciertas ‘diabluras’, a ellos no les va a pasar nada, y mucho menos enseñarles que no es tan grave romper la ley o hacerse daño consumiendo lo que en su edad puede destruirles de manera más grave su salud física y mental. La vida es un parpadeo, los cuidaste cuando debías cuidarles o te distrajiste sin asumir la responsabilidad como padre.
Efrén Martínez Ortiz
@efrenmartinezo
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