Federico Díaz Granados
30 Diciembre 2024 09:12 am

Federico Díaz Granados

El corazón del poeta

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Recuerdo que el 24 de mayo de 1996 la poeta María Mercedes Carranza inauguraba el congreso ‘Silva, su obra y su época’. Era uno de los tantos eventos relevantes que se llevaron a cabo durante ese año para conmemorar los cien de la muerte de nuestro poeta universal y de celebrar su poesía y su legado a la cultura nacional. El congreso tuvo la curaduría del inolvidable profesor J. Eduardo Jaramillo Zuluaga y durante una semana contó con panelistas nacionales e internacionales. 

Una de las charlas más esperadas era la del escritor, periodista e historiador Enrique Santos Molano, quien hablaría de Silva y el medio literario bogotano. En medio de una Casa de Poesía Silva a reventar, muchos queríamos escuchar de viva voz la tesis que Santos Molano había planteado en su libro El corazón del poeta. Los sucesos reveladores de la vida y la verdad inesperada de la muerte de José Asunción Silva, editado cuatro años atrás por Nuevo Rumbo Editores. Allí, el autor plantea la tesis de que José Asunción Silva no se suicidó aquella fatídica noche, sino que fue asesinado y, para comprobarlo, nos entregó a los lectores más de mil páginas donde no sólo hace un detallado recorrido por la vida del poeta con sus infortunios, sino que traza la genealogía de un país desde la mirada del siglo XIX. Es la biografía de un siglo a través de la vida de nuestro gran poeta. 

Al terminar la intervención y luego de algunas pocas preguntas del público, los asistentes salimos fascinados. Si bien muchos podían estar en desacuerdo con la tesis del asesinato, la forma en la que sustentó Santos Molano su teoría fue rotunda. Todos quedamos inmersos en una trama digna de las mejores novelas negras y por supuesto, habíamos quedados conmovidos con la vida del poeta. Luego del receso vino la conferencia del profesor Héctor H. Orjuela sobre las biografías escritas sobre el poeta, en las que se destacaron la de Alberto Miramón, José Asunción Silva; la de Rafael Serrano Camargo, Silva. Imagen y estudio analítico del poeta; la del propio Héctor H. Orjuela, La búsqueda de lo imposible: biografía de José Asunción Silva; la de Ricardo Cano Gaviria, José Asunción Silva, una vida en clave de sombra; la de Fernando Vallejo, Almas en pena chapolas negras, y, por supuesto, la monumental biografía escrita por Santos Molano. Todos queríamos, de alguna forma, saber la opinión del autor de El corazón del poeta, quien con generosidad se refirió a cada una de las ediciones mencionadas. Recuerdo que manifestó que tenía diferencias con algunas inconsistencias de datos y fechas con la de Alberto Miramón, pero destacaba que había sido la primera (1937) y que traía un prólogo de Baldomero Sanín Cano, amigo personal de Silva. 

Después ya se clausuró el congreso y quedaron para la memoria aquellos eventos liderados por María Mercedes Carranza en aquel 1996. La exposición itinerante visitó varios países y colegios y bibliotecas del país y aparecieron su Poesía completa y su novela De sobremesa en ediciones de lujo, populares, de bolsillo, que llegaron a muchísimos lectores. Casi tres décadas después de aquel congreso, El corazón del poeta de Enrique Santos Molano sigue siendo un referente obligado para quienes quieran asomarse a la vida del poeta y al corazón de los conflictos políticos y sociales del país en el siglo XIX. Esta biografía fue fundamental para dos novelas que han recreado la muerte del poeta como lo son El libro de la envidia, de Ricardo Silva Romero, y Silva, de Daniel Ángel. 

Alguna vez compartí un conversatorio con Santos Molano y no olvido el afecto con el que señaló sus diferencias conmigo frente a la figura de Vicenta Gómez, la madre de José Asunción, a quien yo siempre he considerado una figura negativa en la vida del poeta. Santos Molano me explicaba que ella era una hija de la época que había sido criada bajo unos estándares y cánones que ella sólo repitió en la crianza de sus hijos, siendo esa su forma de dar amor con los límites y prevenciones de aquel momento. Y en otras oportunidades tuve la alegría de conversar con él sobre Antonio Nariño y Rufino José Cuervo, sobre la separación de Panamá y las mujeres de la independencia y alrededor de las grandes conspiraciones nacionales, tema que dominaba a la perfección y del cual tenía un gran anecdotario. 

Por eso, la noticia de su muerte en la madrugada de la pasada Navidad en la clínica Palermo, de Bogotá, nos dejó a muchos de sus lectores, de alguna forma, huérfanos, porque perdimos a un hombre bueno que, con rigurosidad y detalle, trazó las coordenadas de una manera de comprender la memoria histórica y cultural del país. Cuánto me hubiera gustado escuchar su opinión sobre las ideas de Trump de retomar el Canal de Panamá o sobre tantos asuntos de nuestro día a día que él tanto supo interpretar, descifrar y reescribir en algunos de sus más de quince libros. Su obra no sólo nos devuelve al corazón palpitante de nuestra historia, sino que nos invita a cuestionar las versiones oficiales y a explorar los silencios que siempre estarán en los márgenes de narrativas impuestas a través del tiempo. Otra vez se detuvo el corazón del poeta, porque Santos Molano no necesitó escribir versos para ser un poeta que supo leernos y traducirnos aquella historia oculta que sólo saben leer los poetas en el entrelineado de la vida diaria y en las tantas páginas borradas que traen las huellas de un pasado que sólo saben descifrar aquellos que conocen las palabras y el lenguaje con sus misterios y desafíos. 

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