León Valencia
5 Febrero 2025 03:02 am

León Valencia

El ELN calienta la frontera y se carga la paz

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Miremos lo que ha hecho el ELN en los últimos años, echémosles un ojo a algunas de sus acciones y campañas y a la relación de estas acciones con los acontecimientos políticos de Venezuela: así encontramos pistas para entender lo que busca esa guerrilla. 

El 5 de enero de 2019, Juan Guaidó es elegido presidente del parlamento venezolano para proclamarse luego como presidente del país en un gran desafió al régimen de Nicolás Maduro. El 17 de enero, el ELN ataca la escuela de policía General Santander, en pleno corazón de Bogotá, y cierra todas las puertas de negociación con el gobierno de Duque. El 23 de febrero, Nicolás Maduro oficializa la ruptura de relaciones con el gobierno de Colombia. Por ese tiempo se inicia el llamado ‘cerco diplomático’ en cabeza del gobierno colombiano y se ponen en marcha oscuras conspiraciones para tumbar a Maduro y sentar en el Palacio de Miraflores a Guaidó. 

En septiembre de 2019, Guaidó pasa la frontera de la mano de 'Los Rastrojos’, quizá el grupo mafioso más importante de los 27 que ocupaban la frontera en ese momento. El ELN, con el apoyo del gobierno venezolano, inicia con éxito una campaña militar para golpear a los paramilitares y mafiosos de la frontera. Así mismo, empieza a desarrollar acciones contra las disidencias de las desmovilizadas FARC en Arauca, ganando cada vez más control de los pasos fronterizos en ese departamento. También hace presencia notable en el ‘arco minero’, en un abierto control de explotaciones de metales preciosos. 

En enero de 2025 vuelve la burra al trigo. La proclamación de Maduro, sin una clara demostración de su victoria electoral, desata una tormenta en las relaciones diplomáticas de la región. Estábamos en la víspera de la posesión de Donald Trump en la presidencia de los Estados Unidos, lo cual sube aún más la temperatura política en el hemisferio. 

Por otro lado, la negociación entre el ELN y el gobierno de Gustavo Petro atraviesa por una crisis desatada, entre otras cosas, por la decisión del Alto Comisionado de Paz, Otty Patiño, de sentarse a negociar con el frente Comuneros, de Nariño, disidente de esa guerrilla. Así que el ELN, también un 17 de enero, se lanza sobre el Catatumbo para desalojar de allí al frente 33 de las disidencias de las FARC y dar otro paso en el control de la frontera.

Es un gran despliegue de guerrilleros provenientes del Frente de Guerra Nororiental; una sinigual agresión a las disidencias de las FARC, a los líderes sociales, a los firmantes de la paz y a las comunidades; un baño de sangre con un saldo de 52 muertos y más de 50.000 desplazados, cosa que no se veía en Colombia desde hace años; es la ocupación de un vasto territorio. Todo indica que fue una campaña planeada para aprovechar el telón de fondo de la nueva crisis venezolana. 

No obstante, la situación de hoy tiene una variación importante respecto a la de 2019. Por el momento, el presidente Gustavo Petro no ha roto las relaciones con Maduro: al contrario, está buscando su apoyo para controlar el avance del ELN  y Donald Trump, en vez de encabezar una intervención sobre Venezuela, envío un delegado a Caracas a buscar acercamientos con el régimen de Maduro. Una ruptura de relaciones con Maduro y unas acciones tempranas de Trump sobre Venezuela hubiesen sido un bocato di cardinale para el ELN. 

Lo que acaba de pasar en el Catatumbo es la demostración más contundente de que el conflicto ha cambiado de manera radical. Al ELN y a las disidencias de las FARC no les interesa el poder central y muy poco la paz nacional; han abandonado la confrontación con el Estado para concentrarse en el control de territorio y en el poder regional; pasaron de posibles aliados en una causa política a enconados rivales en la disputa por el control de rentas, de territorios y de poblaciones. 

La decisión del ELN de poner por encima de la paz su ambición de controlar la frontera y servir de apoyo el gobierno de Venezuela ante eventuales agresiones externas, tiene que generar nuevas estrategias para enfrentar el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando, la trata de personas y proteger la frontera, los treinta y cinco municipios que la componen y las enormes riquezas de minerales preciosos, petróleo, gas y reserva agrícola.  

Tanto para la paz como para la guerra con el ELN hay que pensar en la frontera, en toda la línea de frontera, no en una región, no en un departamento; y hay que contar con una variable clave: la situación interna y externa de Venezuela. De manera que está muy bien la declaratoria de conmoción interior para el Catatumbo y dos municipios del Cesar, pero hay que ir más lejos: es urgente poner en marcha un conjunto de tareas.

La primera es agrupar a los gobernadores de la frontera en una mesa de trabajo con reuniones periódicas para planear acciones económicas y sociales de emergencia y dar respuestas a las angustiosas demandas de la población.

La segunda, pensar en la creación de una ‘Fuerza de Tarea’ o bloque militar para concentrar las acciones contra el narcotráfico y las fuerzas ilegales a lo largo de los 2.219 kilómetros de la frontera.

La tercera: quizá sea necesario acudir a la figura de un alto consejero presidencial para la frontera, una persona con profundo conocimiento de la región que sirva de enlace diario con presidente.

La cuarta: es preciso, contra viento y marea, mantener una línea de acción conjunta con el gobierno de Venezuela. Cada vez que se tensionan o se rompen las relaciones con el vecino país, se fortalecen el ELN y todos los grupos ilegales en la frontera. 

Sin embargo, es conveniente mantener los puentes de la negociación con el ELN y las fuerzas ilegales, pues la paz negociada siempre es la mejor opción; pero si estas organizaciones quieren volver a la mesa de conversaciones y avanzar hacia la paz, tienen que respetar unos mínimos humanitarios, parar la guerra en el Catatumbo y entrar en un verdadero cese al fuego para reestablecer la confianza en la opinión pública y en la comunidad internacional.  


 

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