
El presidente Gustavo Petro no nombró un jefe de Gabinete. Nombró a un predicador de la reelección, a un cruzado del poder, a un operador sin cargo que ahora tiene oficina en Palacio. Con la llegada de Alfredo Saade al centro del Gobierno, el presidente oficializó que su revolución no se hace con técnicos, sino con fieles. Y que la fe, no a la Constitución, sino a su ambición sin freno, será la brújula de lo que viene en lo que queda de gobierno.
El pasado 18 de junio, mientras el país aún trata de digerir la locura de la convocatoria a una Asamblea Constituyente por parte del ministro de Justicia; la peligrosa intención de eliminar la regla fiscal por parte del encargado de Hacienda; las teorías delirantes de complot para justificar el atentado contra Miguel Uribe; y los serios avances de una investigación que salpica al alto Gobierno en el escándalo de corrupción de la UNGRD, el presidente Gustavo Petro nombró al autodenominado pastor Alfredo Rafael Saade Vergel como nuevo jefe de Gabinete de la Presidencia de la República. Una decisión que no apacigua la crisis, la profundiza.
Saade no es un funcionario técnico ni un político moderado. Es un activista religioso, un frenético con audiencias y exprecandidato presidencial del Pacto Histórico, con un discurso mesiánico, incendiario y desestabilizador. Un personaje que ha saltado del uribismo puro a Cambio Radical, y después al corazón de la izquierda. En 2022, durante la consulta de la coalición, se autoproclamó “el ungido del pacto” y se dedicó a defender al entonces candidato Petro desde una narrativa de redención divina. No hacía campaña, predicaba.
Desde entonces ha sido un soldado incondicional del petrismo, capaz de justificar lo injustificable, de enmarcar cada crisis como una prueba espiritual y de anunciar que el mandato de Petro es “voluntad de Dios”. Ver para creer, y aunque lo hemos visto, seguimos sin poder creerlo. Solo Dios Saade pa’ onde nos lleve este engendro.
Su hoja de vida indica que es abogado con especialización en gerencia de gobierno. Pero su verdadero poder no está en los títulos académicos, sino en su acceso directo al oído del presidente en decirle, exactamente, lo que Petro quiere oír. Y también en hacerle fácil ignorar lo que no quiere ver. Porque, aunque hoy lo llaman jefe de Gabinete, Alfredo Saade es también actor de uno de los escándalos más graves del actual Gobierno, el saqueo sistemático de la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres, UNGRD.
Como lo hemos denunciado en este espacio, en septiembre de 2023, sin tener cargo público alguno y sin función oficial en el Ejecutivo, Saade hizo tres visitas a la dirección de la UNGRD, visitando al corrupto Olmedo López. Seguramente para acompañarlo a rezar ‘Padre nuestro que estás en el poder, santificado sea tu cargo, venga a nosotros tu jugoso contrato’.
Recordemos que el 25 de septiembre de 2023, el presidente de la Cámara de Representantes, Andrés Calle, ingresó a las oficinas de la UNGRD a reunirse con Olmedo López. Mismo día que, según Sneyder Pinilla, hubo un desayuno, en donde se definieron los sobornos que les debían pagar a varios congresistas, entre ellos a Calle. Todos están presos.
Pero volvamos al nuevo jefe de Gabinete de Petro. La primera reunión autorizada por Olmedo López en la dirección de la UNGRD fue el martes 12 de septiembre a las 9:42 a.m. La segunda el jueves 21 del mismo mes a las 9:43 a.m., y una ultima el martes 26 a las 10:24 a.m., un día después de la reunión de Calle. A pastor que madruga, Dios le ayuda y la UNGRD, también.
Como se ha probado, ese mes de septiembre fue el de la distribución de los contratos de corrupción. Y esos días, específicamente del 20 al 26 fueron de los de más intensos en esa repartición de la torta podrida. Las reuniones de Saade quedaron marcadas formalmente en los registros obtenidos en exclusiva por esta columna de entrada a la UNGRD. ¿Qué hacía un pastor evangélico, sin funciones en el Estado, tocando las puertas de la entidad que hoy simboliza la corrupción del Gobierno de Gustavo Petro?
La respuesta es tan simple como escandalosa: un contratico. Tres meses antes, el 24 de junio de 2023, el pastor Saade había firmado un contrato por un año, por 257 millones de pesos, para “prestar servicios profesionales especializados altamente calificados, realizando acompañamiento jurídico al ordenador del gasto del Fondo Nacional de Gestión del Riesgo de Desastres”.
Recordemos que el 23 de junio, un día antes de la firma del contrato de Saade, Sneyder Pinilla se posesionó como subdirector de la UNGRD, misma persona presa por ser pieza clave en el entramado de corrupción que involucra carrotanques, congresistas sobornados y órdenes directas del alto Gobierno. Es el mismo que aclaró cómo se usaron los recursos de emergencia para comprar lealtades políticas. El mismo del que el presidente Petro ha intentado tomar distancia. Pero con el nombramiento de su nuevo jefe de Gabinete, queda atado por los dos extremos del contrato, el que firmó y el que cobró. El emisor y el receptor.
Pero lo de Saade fue aún más burdo. Como lo denunció el concejal Daniel Briceño, el 24 de septiembre de 2023, dos días antes de que Alfredo Saade tuviera su tercera reunión con Olmedo López en la UNGRD, presentó unos anexos para cobrar su factura que pertenecían a otro contratista llamado Andrés Santiago Esquivel y fueron cargados para cobrar el contrato 9677-PPAL.
No para ahí. Los supuestos productos entregables que justificaron el contrato eran textos reciclados, en algunos casos copiados de páginas web sin relación alguna con la gestión del riesgo. Informes de internet presentados como asesoría jurídica especializada, con fragmentos textuales tomados de blogs genéricos. Literalmente, copy-paste por cientos de millones de pesos. Un pastorcito mentiroso.
La Procuraduría abrió una investigación por estos hechos. Pero nadie en el Gobierno ha dicho una palabra. Ni Petro, ni los nuevos funcionarios. Todo quedó en silencio. O peor aún, en premio. Porque ese mismo contratista de papel y especialista en copiar y pegar, fue investido como jefe de Gabinete presidencial.
El mensaje es claro: si eres leal, si hablas el idioma del pacto, si conviertes la fe en estructura de poder, puedes pasar de firmar contratos cuestionables a coordinar las prioridades del gabinete. No importa que estés bajo investigación. No importa que tu nombre esté manchado por el mismo escándalo que amenaza con devorarse al gobierno. Lo importante es que prediques, y no apliques, pero sí adjudiques.
Desde su púlpito político, Saade ha dicho en más de una ocasión que el Congreso debe cerrarse, que Petro debe quedarse más allá de 2026, y que Colombia necesita una Asamblea Constituyente para rediseñar el Estado y lograr la reelección. En un video reciente, grabado durante un evento del Pacto Histórico, se le oye advertir que, si al presidente le pasa algo, será culpa del “sistema”, insinuando un inexistente complot y agitando el miedo. Y lo hace con tono de predicador pastoral comparando a Petro con Jesucristo.
En otra intervención, habla de levantar un “ejército espiritual” que respalde al Gobierno. Mezcla religión y política con una soltura que, en cualquier democracia funcional, sería inadmisible.
Las frases no son lapsus, son parte de un libreto cuidadosamente elaborado. Uno que convierte la gestión pública en cruzada, y el disenso en herejía. En lugar de técnicos o expertos, el Gobierno ha optado por rodearse de conversos. Personas que no gestionan, sino que creen; que no analizan, obedecen; que no gobiernan, evangelizan. Y que atizan las hogueras de la polarización.
La llegada de Saade al gabinete revela que el nivel de fanatismo que se ha instalado en el corazón del Ejecutivo, no como un adorno en una pared. El pastor tendrá poder real sobre la operación diaria del Gobierno. Como jefe de Gabinete, estará a cargo de la coordinación interinstitucional, el acceso a Palacio, las visitas regionales y el ritmo interno del despacho presidencial. Lo controla todo. O nada, que es lo que hace esta administración. Pero desde adentro.
No hay espacio para la ingenuidad. La entrada de Saade no es un gesto de inclusión, sino una reafirmación ideológica. Una declaración de intenciones. Una señal clara de que el gobierno no moderará su rumbo y, por el contrario, agravará las presiones sobre las Cortes y continuará, de forma sistemática, con el ataque a los órganos de control.
Desde hace meses, se habla del giro del petrismo. Pero lo que estamos viendo no es misticismo. Es cálculo. Un uso instrumental de la fe para justificar lo injustificable y blindar al poder de cualquier crítica. Porque cuando el Gobierno no tiene resultados que mostrar, recurre a la fe ciega como última narrativa. Y cuando la legitimidad se agota, aparece el pastor a prometer redención.
El país no necesita sermones. Necesita instituciones. No necesita cruzadas, necesita control. No necesita ungidos, sino funcionarios. Tampoco necesita reelecciones. Necesita pesos y contrapesos que defiendan el sistema democrático. Porque Alfredo Saade no llegó a coordinar agendas ni a responder llamadas. Llegó a ungir un proyecto mesiánico que no cree en los límites del mandato, ni en la separación de poderes, ni en la crítica. El pastor del poder no vino a administrar. Vino a convertir. Y, peligrosamente, su púlpito ahora son los micrófonos del Palacio de Nariño.
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