Federico Díaz Granados
21 Julio 2024 07:07 pm

Federico Díaz Granados

El fin de los héroes

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Hay un ejercicio de escritura que me gusta hacer con mis estudiantes y es redactar una carta a un héroe o una heroína con el que se sientan identificados. Siempre salen temas y asuntos de una gran originalidad y honestidad vital que nos permiten, muchas veces, romper el hielo y conocernos mucho más dentro de un curso o un grupo. Esto lo hago, por lo general, al iniciar un curso que se llama El viaje del héroe y que basado principalmente en la tesis del monomito que plantea Joseph Campbell en su libro El Héroe de las mil caras, busco que desde los viajes en los viejos mitos hasta el viaje interior del antihéroe moderno cada estudiante reconozca su lugar en el mundo. Así podemos pasar un semestre reconociendo las semejanzas en el viaje de transformación de personajes como Ulises, Don Quijote y Gregorio Samsa hasta Luke Skywalker, Harry Potter o Alicia, Anna Karenina, Úrsula Iguarán, Mrs. Dalloway o Laura Avellaneda. 

No obstante, cada vez ha sido más difícil hacer el ejercicio pues las nuevas generaciones empiezan a carecer de esos héroes reales o de la ficción. Coinciden en algunos futbolistas o cantantes de moda, quienes de alguna forma han sido los ídolos y modelos de sus infancias y a quienes quieren parecerse, pero sí he llegado a la conclusión de que vivimos una ausencia de esas figuras que moldean de muchas formas nuestra identidad colectiva y personal. Los clubes, fiestas, convenciones y congresos alrededor de figuras del comic y la cultura pop se llenan, pero más como una reunión generacional o de culto. 

Siento que en la sociedad contemporánea nos encontramos en una crisis de héroes y heroínas. Pareciera que salvo los que están instalados en el canon de la cultura y de la historia, cuyos fanatismos se transmiten de generación en generación, muchos de los más recientes parecen haber perdido su capacidad de inspirar y guiar a la gran audiencia. En un mundo caracterizado por el cinismo, la desilusión y la desconfianza en las instituciones, la ausencia de héroes que encarnen ideales nobles y valores morales es profundamente sentida a pesar de que los creativos, la industria del cine y editorial han apostado por crear personajes poderosos y extraordinarios que no logran conectar con las emociones y la sensibilidad de las nuevas generaciones. Por eso vemos que en las fiestas de Halloween, los adultos se disfrazan ahora, más que sus hijos, de aquellos personajes que los acompañan desde la infancia. 

Quizás esta ausencia de nuevos héroes y heroínas puedan ser consecuencia de esta sociedad tan vertiginosa y en permanente cambio. Las redes sociales nos invitan cada segundo a fuertes dosis de realidad que han llevado a que muchos niños y adolescentes dejen poco espacio para la ficción y la imaginación. Esas dosis de realidad han cortado con miradas inocentes. Siento que cada vez se acorta el tiempo de que un niño se entere de la verdad del Niño Dios o del Ratón Pérez como consecuencia de su temprano contacto con esa calle llena de peligros que son las redes sociales. De igual forma, esos héroes que representaban un modelo de valores y unas formas de comprender el orden ético y moral también han tambaleado y se han cuestionado y resignificado a pesar de simbolizar resistencia, justicia y sacrificio, y su existencia validaba ese orden moral y ético en la sociedad. 

La literatura y el cine han intentado crear y poner sobre la mesa nuevos héroes que sean más cercanos con las audiencias contemporáneas. Desde los superhéroes con poderes sobrenaturales hasta los antihéroes con complejas psicologías, estos intentos reflejan una búsqueda constante de figuras que puedan ofrecer algún tipo de guía moral. Sin embargo, muchos de ellos no han logrado esas conexiones emocionales con generaciones que han estado desde tempranas edades expuestas a la sobreinformación y exceso de realidad con sus crudezas y nitideces. Poco queda para la introspección y el llamado al silencio o a evidenciar las contradicciones que debemos enfrentar los humanos cada día. 

Pero los clásicos nos han enseñado, entre tantas cosas, que no hay necesidad de crear nuevos héroes o heroínas. Basta con reinventar muchos de los ya existentes que pueden ser reinterpretados y revalorados a la luz de nuestro tiempo y que pueden adaptarse a los desafíos de hoy. Por eso son clásicos y han sobrevivido al paso del tiempo y al olvido. 

Los relatos y narrativas de la sociedad actual responden a los retos que impone el momento que vivimos. Por eso debemos revisar otra vez los mitos y nuestras palabras fundacionales para dar sentido a esa reinterpretación de nuestros personajes del pasado, aquellos ancestros culturales que siguen dándonos una identidad colectiva frente las grandes incertidumbres. Gracias a esos héroes y heroínas se fundaron nuestras naciones, se exaltaron unos valores y tenemos una lengua como patria. Por ellos es que no nos desvanecemos en este presente de amores y democracias líquidas, y permanecemos. 
 

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