Velia Vidal
25 Marzo 2023

Velia Vidal

El legado de la libertad

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Soy Velia Vidal y en mi tierra, el Chocó, una de las zonas con mayor densidad poblacional afro en América, donde al menos el 86 por ciento de sus habitantes nos reconocemos como afrocolombianos, afrodescendientes o negros. Me llaman Seño Velia, lo que en otros lugares querría decir maestra, profesora, aquella que se dedica a la educación. Y estoy aquí más que nada como la seño Velia, la educadora, sin negar mi condición de escritora, investigadora y gestora cultural.
Mi trabajo con niños, niñas y sus familias racializadas, mi incursión en los medios de comunicación y mi vida, habitando un cuerpo que inevitablemente creció y ha vivido 40 años lo que representa para la mayoría de nosotros ser afro en América, es decir, habitar en contextos de pobreza y ser víctima de múltiples formas de exclusión, me ha permitido identificar tres compromisos que considero ineludibles en los procesos educativos, que corresponden no solo a las escuelas y universidades, sino a la sociedad misma como entorno educador.

El primer compromiso es el uso del lenguaje para desmontar las estructuras racistas. Las palabras, las imágenes fijas y en movimiento, las artes y los símbolos, con su poder, han sido una de las principales herramientas para descalificarnos, señalarnos y perpetuar los estereotipos que nos reducen. Toda acción racista ha estado precedida y es reproducida por las ideas instaladas mediante el lenguaje.

Necesitamos usar el lenguaje para nombrar nuestra historia, nuestros dolores, las responsabilidades de los estados y la sociedad. Y luego, usarlo para restaurar, reivindicar nuestros lugares de enunciación, hacer visibles nuestras palabras y nuestras historias, abrir una conversación amplia como apuesta pedagógica en la que, quienes hemos estado en el lugar de oprimidos y quienes han ocupado el lugar de opresores, estemos dispuestos a cuestionarnos por igual y a encontrar conjuntamente los caminos para nuevas narraciones.

El segundo compromiso tiene que ver con las acciones afirmativas. Aquellas que modifican el círculo de la exclusión. Necesitamos transformaciones reales, materiales, palpables para modificar profundamente el sistema de creencias racista. Por ejemplo, podremos decir insistentemente que nuestras capacidades intelectuales son las mismas de toda la humanidad, pero si seguimos reducidos a oficios como el servicio doméstico o la construcción, el mundo seguirá asociándonos mayoritariamente con la fuerza bruta. Por eso es indispensable la modificación de las realidades que legitiman los estereotipos. Dejarán de asociarnos con pobreza y miseria el día que nuestros pueblos vivan en condiciones de dignidad.

Las acciones afirmativas son acciones antirracistas. Al cerrar las brechas y sacarnos del sometimiento a únicas formas de existir se amplía la mirada sobre lo que somos. Desde los entornos educativos debe extenderse la comprensión del sistema racista que ha operado por siglos porque solo esa comprensión permite una intervención acertada en los procesos que cambian la realidad y, como consecuencia, generan nuevos imaginarios sobre lo afro. Si a las universidades, por ejemplo, acceden cada vez más jóvenes afrodescendientes, la intelectualidad no será más un campo negado para los nuestros.

El tercer compromiso es la restauración de la autoestima. Tenemos una tarea fundamental con los niños, niñas y adolescentes afro, y en realidad con toda nuestra población a quienes nos han enseñado a odiarnos porque nuestra piel, nuestras bocas, nuestros ojos, nuestros cabellos no corresponden con los ideales de belleza y son motivo de exclusión. Nadie puede amar aquello que ve frente al espejo, si ha crecido escuchando que esa imagen que aparece allí es inaceptable.

Esto no se limita a lo estético. El racismo en todas sus manifestaciones causa mucho dolor, destruye el alma. Saberte sometido a la pobreza de cuenta del racismo estructural te quita todo aliento de vivir por no ver caminos para acceder a condiciones mínimas a las que cualquiera tendría derecho. Necesitamos más acciones afirmativas alrededor de la salud mental, porque los entornos de pobreza y de conflicto modifican las formas de reacción del cerebro, causan depresión, ansiedad y no nos estamos ocupando suficientemente de ello.

Nada más legítimo que el dolor y la rabia de quienes hemos sufrido el flagelo del racismo en nuestros cuerpos, quienes hemos puestos los muertos, porque no podemos olvidar que, en América, el racismo cobra vidas todos los días. Seguimos muriendo asesinados, por desnutrición, por ausencia de atención oportuna en salud, en accidentes de tránsito como consecuencia de vivir en condiciones generadas por el racismo estructural. Seguimos muriendo, en muchos casos, solo por ser afrodescendientes que sufren racismo.

Finalmente, creo que América tiene la tarea de eliminar la estigmatización de nuestros discursos y reclamos. Si bien es cierto que la democracia nos ha dado la posibilidad de ejercer libertades políticas, llegar a las instancias de poder convierte a nuestros líderes en foco de racismo y estigmatización.

Solo un contexto democrático pudo permitir el ascenso de nuestra vicepresidenta Francia Márquez, quien nos ha entregado hechos simbólicos históricos absolutamente relevantes. En su trayectoria como figura pública, nuestra vicepresidenta ha puesto en evidencia el racismo y el clasismo que nos define como sociedad, esos rasgos que desde discursos oficiales se han intentado disimular. La tildan de resentida, supervisan su tono, cuestionan sus competencias. Se niegan a reconocer que jamás ha recurrido a la violencia, que se ha valido nada más que de las herramientas cívicas, políticas, comunitarias de las formas de participación que nos entregó la Constitución Política de Colombia. Eligen ignorar que está ahí porque fue la voluntad del pueblo, quienes nos vemos en ella representados.

Hemos de reconocer que el gran legado, y regalo también, que los afrodescendientes le hemos dado a América, es la idea de la libertad. Nadie ha luchado como nosotros por ella. Desde el día que el primero de nuestros antepasados fue raptado, secuestrado, despojado y sometido, hemos tenido como único propósito la búsqueda de la libertad individual y colectiva. Ninguna abolición, ninguna ley de reconocimiento de nuestra existencia o de nuestro derecho a la tierra, ninguna acción afirmativa ha sido un regalo. No. Han sido la consecuencia de vidas enteras de líderes y lideresas entregados a la defensa de ese, nuestro máximo ideal: la libertad.

Y me permito insistir en que esa libertad, señoras y señores, es la vida digna para todas y todos mediante la vía de los derechos. La representación o la visibilidad son importantes, pero no bastan. Exigimos la universalidad en la plena garantía de derechos.

Habremos ganado el día que todos los descendientes de los esclavizados en las Américas y nuestros sujetos no humanos, es decir nuestros ríos, nuestros suelos, nuestra biodiversidad, nuestras selvas y mares, quienes hasta el día de hoy seguimos padeciendo las consecuencias del racismo estructural y el racismo cotidiano e interpersonal gocemos nuestros derechos a la tierra, a la educación libertaria, a la salud, a la cultura, a la vivienda y trabajo dignos, a la conservación y la restauración, a la vida.

Y aunque han ridiculizado nuestras palabras, poniéndolas al servicio de las prácticas corruptas, nosotros sabemos muy bien que esto de la plena garantía de derechos, es a lo que aspiramos cuando decimos que queremos vivir sabroso.

*Intervención en la sesión Especial del Consejo Permanente para conmemorar el Día Internacional de Recuerdo de las Víctimas de la Esclavitud y la Trata Trasatlántica de Esclavos y la Semana Interamericana: miércoles, 22 de marzo de 2023

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