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La fuerza social, política y mediática del #MeToo movió los reflectores que solían iluminar al “otro”, al “acoso nuestro de cada día”: el laboral.

Gritar, insultar, manotear, tirar puertas y otros objetos; no responder correos, chats ni llamadas; invisibilizar propuestas; marginar de reuniones; ridiculizar frente al equipo; sabotear el trabajo ajeno, asignar tareas en horarios no laborales o negar el saludo, son conductas que parecen aceptables bajo el pretexto de “cumplir con las estipulaciones contenidas en los reglamentos”.

Escuche la columna completa acá:

Hoy, varios casos nos recuerdan que “el otro” sigue campante: (1) durante tres meses, Manuel Valdez Barcha dirigió la Corporación Parque Arví, a pesar de la sanción en su contra por parte de la Procuraduría General de la Nación (PGN) por acoso laboral en el Sena ―ayer salió de ese cargo público―; (2) las declaraciones de la exviceministra Belizza Ruiz sobre su relación laboral con la ministra de Minas, Irene Vélez; (3) las denuncias contra Pedro Santana (que conjugan acoso laboral y sexual), y (4) las que involucran a la saliente directora de la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD), Luz Marina Monzón, algunas de las cuales publicamos ayer en Blu Radio (https://onx.la/8a093 ).

En Colombia, la Ley 1010 de 2006 define el acoso laboral, sus atenuantes, agravantes y modalidades: maltrato, persecución, discriminación, entorpecimiento, inequidad y desprotección laboral (véase anexo 1). La excepción es que estos casos escalen a comités de convivencia institucionales o a instancias mayores, como la PGN: el “otro” suele soportarse en silencio y, por el cansancio psicológico, su desenlace es la renuncia del empleado.

Si bien el “otro” es una práctica inexcusable, el de la UBPD reviste mayor gravedad no solo por su carácter de entidad oficial, sino por su misionalidad enfocada en los derechos humanos (DD. HH.): “Me fui a trabajar con ella [Monzón] por su trayectoria pública. Ella siempre apela a que es una persona comprometida con los DD. HH., sí; con las víctimas, sí; su carrera profesional lo dice, sí; pero sus prácticas diarias lo desdicen. Es una incoherencia entre el objetivo que persigue y los medios para conseguirlo”, dice Martínez*, quien ocupó un cargo directivo en la UBPD durante un año, antes de renunciar. “Así soy yo: esto es lo que da la tierrita”, era la respuesta que recibía en sus intentos de conciliación con la directora. Agrega que, en una institución tan “jerárquica y policiva” como la UBPD, las voces de los directivos tienen predominancia en el Comité de convivencia.

Martínez es uno de los diez testimonios de personas que sufrieron acoso laboral por parte de Monzón, con quienes hablé directamente (no son fuentes anónimas: son identidades protegidas). Siete renunciaron a la UBPD por el clima laboral. Tres continúan en la Institución. Todos dan cuenta de la sistematicidad y de un patrón de acoso.

Posada* ejerció un cargo administrativo durante seis meses. Por órdenes de Monzón, se le destinó a otra área donde estuvo un mes más hasta que se rindió: “Ninguneaba: no me contestaba chats o me contestaba feo, me gritaba. Buscaba problema por todo, no le gustaba nada… ‘Usted está es para cuidarme’”, relata. Posada llevó su caso al Comité de convivencia, pero recuerda que la cercanía de algunos miembros (directivos) con la directora impedía el avance del caso. “Ella es muy sagaz, ¿no ve que es jurista? Sabe que uno no debe dejar pruebas. Nunca me decía nada delante de nadie, todo era de puertas para adentro”, señala.

López*, una persona que continúa en la UBPD, reconoce que el presidente Gustavo Petro aprecia mucho a Monzón. Cada vez que nos comunicamos durante su jornada laboral, López busca un lugar seguro para hablar o chatear, se cuida de la vigilancia de las cámaras, de no usar su computador. ¿Cuál es la experiencia que relata? “Me grita, me trata de tontx, de brutx […] ella nunca va a usar una mala palabra, ni un ‘hijueputa’ ni nada por el estilo. Ella lo que hace es con sarcasmo, te minimiza al máximo y te culpa de cosas que no has hecho. Se monta unos escenarios de culpabilidades en su cabeza. Pasan hasta dos días sin que me conteste el chat, sin que me reciba. No mira a los ojos. Me deja de hablar”.

Entre los agravantes del acoso laboral están “la reiteración de la conducta” y “la posición predominante que el autor ocupe en la sociedad por su cargo, rango económico, ilustración, poder, oficio o dignidad”. Al menos tres de los testimonios aseguran que uno de los factores que impiden el avance de las denuncias es el “círculo de poder” que rodea a Monzón: la subdirectora de Gestión Humana, Andrea Carrasco (quien no hace parte del Comité) y la Secretaria general, Claudia Niño, quien en el pasado ha hecho parte de esa instancia (Anexo 2), y será la directora interina de la UBPD mientras se elige la nueva dirección. La respuesta de Carrasco está en el audio de Blu Radio. Se consultó a Niño y esta fue su respuesta.

En la respuesta a un derecho de petición que le envié, Monzón reconoce: “Tan pronto el Sindicato lanzó las acusaciones de acoso laboral, solicité al Ministerio del Trabajo intervenir para que se verifiquen tales denuncias”. (Véase: Anexo 3). Fuentes de la UBPD confirman que, en efecto, ha habido reuniones con MinTrabajo. (Valga anotar: entre los atenuantes que establece la ley, está “procurar voluntariamente, después de realizada la conducta, disminuir o anular sus consecuencias”).

La excesiva jerarquización y la contratación por libre nombramiento y remoción favorecen el acoso laboral. La presidenta del Sindicato de la UBPD, Marcela Rodríguez, explica: “Nuestro llamado de urgencia al Gobierno es para que corrija la forma de vinculación de la entidad para garantizar una mayor estabilidad laboral […] al menos la de aquellos que no tengan labores de dirección sino que ocupen cargos técnicos; tener criterios claros de contratación y publicidad de las convocatorias, y lograr por parte de las directivas compromisos para racionalizar el uso de su facultad de declarar insubsistencias. Todo esto redunda en prevenir los conflictos de interés y en el fortalecimiento del control social”.

¿Cuántas personas han renunciado a la UBPD por acoso laboral? ¿Cuál es el costo de la alta rotación en cargos, de preparar a nuevos colaboradores? ¿Cuánto ha perdido en talento humano? ¿Acaso este clima dañino ha incidido en los resultados de la institución (solo 173 entregas dignas en cinco años)?

Casas* trabajó solo seis meses en un cargo de asesoría, renunció por el hastío: “No es un tema de angustia: ¡la angustia la genera ella! Tanto en la sede central como en las territoriales, la gente está aburrida”. Según este testimonio “el maltrato, la grosería no es solamente interno. Ha llegado a afectar el relacionamiento de la entidad con el resto del Estado colombiano e incluso con la cooperación internacional”. 

Téllez* trabajó durante varios años en la UBPD. Le precede su reputación profesional, producto de su labor en organizaciones internacionales: “La causa principal del mal funcionamiento [de la Institución] es la falta de enfoque. Un agravante son las formas autoritarias e impositivas que le impiden [a Monzón] escuchar las voces que le dicen qué hacer: de allí su voluntarismo para hacer las cosas según ella, que deriva en imposiciones. Si las cosas no son como ella quiere, se manifiesta en acoso a distintos niveles y personas”. Sin embargo, Téllez enfatiza: “Referir todo a acoso es reduccionista, no explica la falta de resultados, y plantea un escenario en donde si quien dirige es buena gente, la cosa funciona”.

“Peor que el tema del maltrato laboral, es no haber tejido una red con las entidades que podíamos ayudar. Las que pagan los platos rotos son las víctimas”, lamenta una fuente de la JEP.

La baja tolerancia al debate de la directora también se evidenció en su negativa a concederle una entrevista a una periodista de El Espectador. 

Asiste la razón a Monzón cuando esgrime como argumento la angustia que supone tratar de aliviar el dolor de las víctimas del conflicto; pero, entonces, ¿por qué no se vivió la misma situación en la ya culminada Comisión de Esclarecimiento de la Verdad o en la JEP, integrantes del mismo sistema transicional? 

Su tarea de crear la Institución fue titánica, pero en el camino surgieron denuncias en su contra por parte de empleados rasos y de altos cargos (según mis fuentes, cuando un directivo no le gusta, alinea a los subordinados contra su jefe). Posada explica por qué oculta su identidad: “Esta señora tiene un poder terrible. Estoy tratando de reencauchar mi vida laboral, no quiero que me vaya a perjudicar. Ella, si quiere, lo puede joder a uno”. “No se puede esperar que la UBDP rinda resultados si tiene un relacionamiento pobre. Como dicen las mamás, ‘con el credo en la boca’, ojalá escojan un director que sea más gerente público”, reitera Casas.

Inicié esta investigación hace meses, después de presenciar una acción de Monzón que consideré irregular, mientras hacía reportería. El portal Mutante ya había advertido de este acoso (https://onx.la/c67b0 ). 

Se ha hablado de los desafíos de la UBPD hacia afuera; sin embargo, entre los múltiples retos de la nueva dirección está la búsqueda de la paz interna... desintoxicar el entorno laboral.

El “otro” es un secreto a voces: “Trabajamos con miedo. Nadie quiere trabajar en el piso noveno: todo el mundo vive con pánico. Las personas de la UBPD estamos contando los días para el cambio de dirección”, concluye López*.

*Identidades protegidas.

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