Gabriel Silva Luján
26 Mayo 2024 02:05 am

Gabriel Silva Luján

El país de Petro

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Siempre hay una razón para que toda conversación termine girando en torno a Petro. Cuando no es el último anuncio es el siguiente estropicio; cuando no es la más reciente diatriba es un nuevo escándalo. Así se mueve Colombia en el día a día, en una dialéctica fluctuante entre unas mayorías indignadas y unas minorías fervorosamente devotas.

Esto no es casualidad. No es porque Petro sea adicto al Twitter. Es una estrategia deliberada del presidente para mantener al país enfocado en Gustavo Petro. A los colombianos no nos están dejando pensar solo reaccionar. Y en esa reacción, que de manera premeditada está concebida para estar siempre teñida de emotividad y sectarismo, se va diluyendo la gravedad de lo que acontece.

Avivando las tensiones sociales, profundizando los conflictos políticos y violentando verbalmente al país, Petro logra camuflar el proyecto político de su perpetuación en el poder. Es un poco patético observar las largas horas y las muchas energías que se consumen analizando el último trino o reaccionando a los insultos e injusticias que vomitan todos los días el mandatario y sus ministros activistas. En la medida que sigamos cayendo en esa trampa, cebada por Petro con la carnada de su retórica, estaremos condenados a no entender lo que está ocurriendo.

La narrativa estructural sobre el país que está construyendo Petro, más que sus escandalosas eructos cotidianos, es donde reside la verdadera amenaza. La Colombia de Petro, la que dice que ha heredado, es irredimible. Allí está el quid del asunto.

Como un taladro neumático el presidente-activista demuele día y noche cualquier esbozo de reconocimiento en la conciencia popular sobre el pasado del país. Según esa simplificación nada es rescatable del empeño de generaciones por alcanzar la paz, construir la democracia y avanzar hacia una sociedad más igualitaria.  Nuestra historia se limita a doscientos años de explotación, destrucción, violencia y muerte propiciado por los líderes políticos y las élites sociales. El corolario es que todos somos cómplices del horror y nadie se salva. Obviamente, con excepción de los recién llegados, el Pacto Histórico y su dirigencia.

En un enfoque de talante marxista-leninista, Petro se ha reencontrado con la lucha de clases. El capitalismo y la economía de mercado son la fuente de todos los males. Todos los políticos han trabajado para mantener ese modelo económico que está en el germen de la explotación y la pobreza. Los empresarios no aportan riqueza sino miseria y la solución de los problemas del país no es posible sin su sometimiento a los designios gubernamentales.

La estatización es el único camino para resolver los problemas públicos. Todos los esquemas de participación del sector privado en la solución de los desafíos colectivos solo conducen al enriquecimiento de los empresarios sin verdaderas ventajas para los ciudadanos.

Finalmente, esta es una sociedad bloqueada en la que es imposible lograr el cambio dentro de las estructuras institucionales actuales. Que en la práctica quiere decir que el sistema político no cumple su función de interpretar a los ciudadanos y mucho menos tiene la capacidad de auto-transformarse para enfrentar las necesidades colectivas.

Petro no reconoce matices en su narrativa. Eso le permite envolver a todos sus posibles contrincantes con la misma cobija, incluido el centro. La habilidad de Petro reside en que su narrativa contiene mentiras, medias mentiras y verdades a medias. Entonces cualquier crítica o contestación a su versión de la historia puede ser fácilmente exhibida ante los ciudadanos como un regreso al pasado, defensora de episodios inaceptables de la vida nacional o abogando por el estatus-quo.

¿Cómo enfrentar la narrativa petrista? Caer en el juego de la discusión de si el país de Petro es real o una versión distorsionada de la historia de Colombia es arrancar perdiendo. La narrativa que tendría opción en 2026 es aquella que reconoce los errores del pasado, un país fracasado en muchos frentes, pero un país que Petro tuvo la oportunidad de cambiar y por su indisciplina, incapacidad, ideologización, ineficacia y malas ideas no logró transformar. Y quienes lo podrán transformar tampoco serán los cómplices del pasado o los que defiendan lo indefensable. Es allí donde está la gran oportunidad para el centro político.

Twitter: @gabrielsilvaluj

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