
El anunciado relevo del doctor Villabona (a quien no conozco personalmente) a la cabeza de la Dian, amerita algunos comentarios.
En primer término, y según ha trascendido, la renuncia se le pide por el mal comportamiento que viene reflejando el recaudo de los impuestos.
Si tal es la razón verdadera de esta inusitada decisión del presidente Petro, lo primero que habría que decir es que luce como una determinación mal fundada.
El desplome de los recaudos no se debe a la gestión del doctor Villabona, sino más bien –si de señalar culpables se trata– a su antecesor en la Dian, el actual ministro de Comercio Exterior, bajo cuyo mandato se hicieron los estimativos equivocados de las rentas fiscales que hoy pasan factura a las cuentas presupuestales del país.
Pero, además, los recaudos vienen cayendo estrepitosamente desde hace mucho tiempo. Mucho antes de que Villabona asumiera, hace siete meses, la dirección de la Dian. Y están cayendo por muchas razones, la principal de las cuales es el débil comportamiento de la economía.
No se puede pretender (ni en Colombia ni en ningún país) que si el crecimiento económico está desfalleciente, el producido de los impuestos vaya a estar al alza. La caída o el auge de los recaudos tributarios están siempre asociados al comportamiento que registra el crecimiento económico.
En 2023, el incremento del PIB apenas alcanzó un menesteroso crecimiento cercano al 0 por ciento. Y algunos sectores como el manufacturero han seguido transitando por senderos negativos. Como el recaudo de 2024 es el resultado del crecimiento del PIB de ejercicios anteriores, que es cuando se causan los impuestos, mal puede pretenderse que el culpable sea Villabona, quien apenas empezó labores a la cabeza de la Dian hace escasos siete meses.
En segundo lugar, Villabona era uno de los pocos funcionarios transparentes y francos de este Gobierno. Por ejemplo, en entrevista que le concedió a El Tiempo el pasado 4 de enero, dijo con claridad que no veía clima ni acuerdo político suficiente para aprobar una nueva reforma tributaria en 2025. Y que, de presentarse el proyecto de reforma, podía correr la misma suerte de la anterior, que condujo a su hundimiento en 2024.
Estas declaraciones seguramente no gustaron en el alto gobierno, que resolvió cobrárselas intempestivamente solicitándole su renuncia.
Una tercera razón que quizás ayuda a entender por qué se le ha solicitado la renuncia al director de la Dian es que el Gobierno (luego de sus retiros espirituales de tres días con los que recibió el nuevo año) anunció que se dispone a presentar de todas maneras una nueva reforma tributaria en 2025. Sobre cuyos riesgos de hundimiento había precisamente alertado Villabona en la entrevista que ha quedado mencionada.
El descuadre de las cuentas fiscales para este año es monumental. Según el Comité Autónomo de la Regla Fiscal (CARF) excede los 50 billones de pesos. Las economías que resultarán de las afortunadas medidas de choque que se anunciaron, en especial el hachazo sobre los contratos de prestación de servicios, apenas suplirán de este Gobierno –según ha trascendido– 5 billones.
De otro lado, debe estar saliendo próximamente el decreto de aplazamiento de gastos para la actual vigencia presupuestal por 12 billones de pesos. (Los famosos doce billones que iba a proveer la reforma tributaria que el Congreso le negó al Gobierno).
De manera que si tomamos como punto de referencia del desfinanciamiento para 2025, que, según el monto estimado por la Carf es de 50 billones, aún con las economías que lograrán los recortes en los contratos de prestación de servicios que se anuncian y la expedición del decreto de aplazamiento de gastos por 12 billones, sigue quedando un faltante gigantesco en las cuentas públicas de este año del orden de 33 billones de pesos. Que no se sabe aún cómo se va a enjugar.
Si a esto le sumamos el problema de caja que exhibe el Gobierno, en virtud del cual le debe a todo el mundo y a nadie le paga, no es difícil concluir que el problema no se solucionaba con la cabeza de Villabona.
El Gobierno ha resuelto transitar este año por el camino pedregoso de una nueva reforma tributaria. En torno a la cual no hay el más mínimo acuerdo político que le asegure éxito en la congestionada agenda parlamentaria.
No es aventurado, entonces, vaticinar que el pronóstico del doctor Villabona de que si no hay un acuerdo político previo no existe la menor posibilidad de que el Congreso apruebe, en este año preelectoral, una nueva reforma tributaria se va a cumplir.
Y aún si el gobierno Petro repite en esta ocasión a los congresistas la dosis de insultos que les descargó el año pasado, calificándolos de felones por no aprobarle la reforma tributaria, el vaticinio del hundimiento que había hecho Villabona y que le costó su cabeza se va a terminar cumpliendo.
