
Amo el fútbol. Qué puedo hacer. En mis ratos libres, que no es que abunden, veo partidos completos, y la mayoría de las veces no importa quién juegue. No resulta muy particular mi confesión, lo sé. Somos muchos quienes así procedemos.
Y aunque de niño estaba convencido de que este era el país más futbolero del mundo, poco a poco me fui dando cuenta de todo lo contrario: ni somos potencia, ni somos los mejores, ni somos de los buenos, ni mandamos en el continente, ni nuestros torneos son importantes, ni nuestros jugadores son o fueron referentes mundiales. Sí, muy buenos jugadores sí. Sí, conocidos sí. A muchos los conocen o los conocieron. Pero, referentes mundiales de verdad, no.
Bueno, excepto unos dos o máximo tres. Y uno de ellos, tal vez el más, el queridísimo Radamel Falcao García, un tipo no muy alto para la posición que juega (1.77 metros de estatura), impresionante cabeceador, tremendamente hábil en el área, eximio definidor. Y muy buen tipo, eso se le ve. No lo conozco personalmente, ni he tenido la fortuna de entrevistarlo siquiera. Pero, es que se le nota lo decente que es.
En cambio, me parece que el mundo futbolístico de este país ha sido grosero con él. Muy grosero, hay que decirlo.
Comenzando con el mensaje en redes sociales de un fanático que lo recibió de forma destemplada el día de su debut con Millonarios: “Soy el único que, siendo hincha de @SantaFe quiere que @FALCAO rompa los cruzados de la rodilla buena en la fecha 2 y no vuelva a pisar un campo de futbol hasta el otro año?”. A lo que El Tigre respondió: “Por mi parte solo puedo desearte bendiciones a tí y a todos los jugadores e hinchas del FPC,…”. Nada que agregar.
Ahora, dentro de la cancha, me parece que la lealtad de varios jugadores rivales ha brillado por su ausencia. Es entendible el rigor en la marca que los defensas deben ejercer sobre el delantero, pero en algunos partidos se vieron peligrosas patadas e incluso agresiones directas que fueron más allá de lo futbolístico. Que conste que no es Falcao quien se está quejando. Soy yo, que soy quejetas por naturaleza.
Y los directivos… Bueno, los directivos. Sacándola del estadio, diría yo. Hace unos días, en una reunión de socios, el mayor accionista del equipo defendió su gestión con estas increíbles palabras: “Quedamos a un gol de la final en el partido contra Pasto, ya sabemos qué pasó en ese partido. ¿Usted cree que yo soy el responsable de que Falcao no la metiera en tres oportunidades que tuvo?”. En realidad, el presidente de la junta directiva tenía razón en lo que decía: él no es responsable de los desaciertos del delantero frente al arco rival. Pero, no tenía que decirlo. Al menos, no en público. No contra un tipo decente como Falcao.
Lo que pasa es que la decencia ya no se usa mucho, me parece a mí. Y menos en el fútbol, porque nos han vendido la idea de que como es un deporte de contacto, de fricción, de vivezas y de malas mañas, ser decente suele ser tomado como ser bobo. Por eso, el futbolista que logra engañar al juez termina aplaudido por sus seguidores y defendido a capa y espada por sus entrenadores, que tienen un par de eufemismos maravillosos para justificar ese tipo de acciones: “quemar tiempo” y mi favorito: “es la `picardía´ del jugador”. Hágame el favor.
Precisamente, hace unos días se jugó el partido contra Once Caldas, por la Copa Sudamericana, uno de los motivos por los cuales Falcao decidió seguir en el equipo de su corazón, además del tremendo esfuerzo económico que hizo el club por mantener al jugador samario.
Era un encuentro clave. Su experiencia en torneos internacionales, el respeto que infunde en los rivales y otros factores que los especialistas han explicado en demasía, llevaban a pensar que la máxima figura del equipo, el jugador más costoso (no sé si de todo el torneo), el más experimentado, el referente, el capitán, iba a jugar ese partido de vida o muerte. Pero no lo jugó porque el entrenador de Millonarios lo metió al campo faltando muy pocos minutos para que se acabara el encuentro, cuando iban perdiendo uno a cero. Ya para qué.
Yo sé que en un equipo todos los jugadores son iguales. Pero, todos sabemos que no es así. Y lo que hizo el director técnico (un señor decente, por cierto) con el jugador fue grosero. Digámoslo sin eufemismos.
Uno de los más centrados comentaristas de fútbol en el país, el periodista Paulo César Cortés (@PauloCCortes), publicó un corto video que resume —de alguna forma— lo que se dice en muchas esquinas de Colombia, porque aunque juegue en un equipo de Bogotá, a Falcao lo han aplaudido en la mayoría de ciudades donde ha jugado: “Falcao, mil disculpas porque lo que pasó en la serie ante el Once Caldas, o en el partido ante el Once Caldas en Manizales, no es propio de un jugador de tu altura, de tu nivel, de tu historia, de tu capacidad. (…) Y ese amor que quisiste transmitir muchos lo han malinterpretado, e incluso te han maltratado. Falcao, mil disculpas porque Colombia no te ha sabido recibir”.
Lo puse textual porque suscribo cada palabra, especialmente eso de que “…Colombia no te ha sabido recibir”.
Espero que juegue muchos partidos vestido de azul (también soy albiazul), que haga al menos diez goles este semestre (aposté por eso) y que su sueño de salir campeón con el equipo que amó de niño se vuelva realidad. Sobre todo, porque es el sueño que todos los que adoramos el fútbol tuvimos alguna vez. Al menos, yo sí.
