
Yo no sé si ya le pagaron o no, pero esta semana vi por ahí un video casero donde aparece Antonio Cervantes Reyes y uno de sus hijos pidiéndole al presidente de la República que —por favor— le diga a la ministra que le pague de inmediato los tres meses de pensión que le debe el Gobierno. ¿Cómo hace uno para vivir tres meses sin sueldo? Y más, ¿si ya casi cumple 80 años? En fin.
En el video se ve a Kid Pambelé sentado en una cómoda silla y a José Luis, uno de sus seis hijos, en la otra. En medio del reclamo, el vástago lanza una frase que se ha vuelto muy popular últimamente y que a mí —en particular— me quedó sonando:
“Este es el Gobierno del Cambio, doctor Gustavo Petro, de verdad que, pues, entendemos que toda la responsabilidad no es suya, sino que usted tiene un gabinete…”.
“Este es el Gobierno del Cambio”. La frase ya se volvió muletilla; la usan los gobiernistas como cereza del pastel cuando algo de lo prometido finalmente se concreta, la usan los antipetristas para cobrarle a los defensores del Gobierno su obstinación; la usan los aprendices de la ironía, los maestros de brocha gorda, los influencers convertidos en periodistas de turno, los periodistas de turno convertidos en influencers, la usan todas y todos. Y todes, por supuesto también.
Incluso, la usa el presidente de la República. Por ejemplo, para explicarnos que su austero gobierno de izquierda reabrió la embajada ante la FAO en Roma, tal vez la sede diplomática más innecesaria que tengamos, pues sus funciones fácilmente las puede asumir el embajador en Italia.
Y claro, la usan las glorias del deporte para rogar la pensión que hace tres meses no llega. Luego vi la respuesta del Ministerio del Deporte al pambelesco reclamo y me parece que hay nocaut técnico porque le metieron toda la artillería jurídica al viejo Pambe para justificarle por qué no le ha llegado su merecida mesada. Ahí se las dejo:
Ley 1389 de 2010, artículo 5.
Ley 181 de 1995, artículo 45.
Decreto 1083 de 1997.
Resolución 000103 del 4 de marzo de 2025.
Ley 1437 de 2011, artículo 76.
Cinco normas en una respuesta de cinco párrafos para al final decirle que el pago de enero y febrero está programado para marzo, “sujeto al PAC”. Pambe, te traduzco eso de “sujeto al PAC”: si es que llega la plata. Si no, ¡aguanta ahí!
En realidad, haber prometido el cambio fue una gran idea publicitaria, pero qué caro le ha salido a este Gobierno ese slogan, porque, con frecuencia, suceden hechos que muestran exactamente lo contrario. A mí, el de la embajada es el que me parece paradigmático.
Ahora, para ser justos, no es que eso de las pensiones que no llegan sea problema de este Gobierno. Esa historia se ha repetido desde siempre en este país. Por ejemplo, al soldado que no aceptó el soborno del general José María Barreiro en medio de la Batalla de Boyacá, el entonces niño Pedro Pascasio Martínez, jamás le cumplieron lo prometido.
La historia dice que le asignaron 25 pesos de la época, aunque con una pequeña trampa de la vida: debía ir desde Belén, en Boyacá, hasta la capital de la República a recoger su mesada. En esos tiempos era un viaje imposible y más, para un viejo como él. Así que quien podría catalogarse como el soldado más importante de nuestra historia patria no le quedó más remedio que morirse en la miseria. En todo caso, ya nadie se acuerda de él. Ni siquiera enseñan su historia en los colegios.
La historia de Pascasio parece de novela. Aunque mejor quedó escrita la del coronel Nicolás Márquez, que —en la vida real— también se murió esperando la pensión del Gobierno por sus servicios prestados y cuya tragedia quedó hermosamente escrita —y nunca mejor finalizada— en las cortas páginas de El coronel no tiene quien le escriba.
Nuestro excampeón mundial está retrasado en el pago de los servicios públicos y deberá tener por ahí un par de deudas que cumplir. Pero seguro que no está aguantando hambre.
En todo caso, ahora que —a fuerza de repetición— se ha impuesto la moda presidencial de hacer referencias garciamarquianas a toda hora, y por cualquier cosa, me parece que viene como anillo al dedo el final de la magistral novela de nuestro Nobel de Literatura, un descorazonador diálogo entre el coronel y su esposa, tan patético como oportuno en ese momento de necesidad:
“—Es un gallo que no puede perder. —Pero suponte que pierda. —Todavía faltan cuarenta y cinco días para empezar a pensar en eso —dijo el coronel. La mujer se desesperó. «Y mientras tanto qué comemos», preguntó, y agarró al coronel por el cuello de franela. Lo sacudió con energía.
—Dime, qué comemos.
El coronel necesitó setenta y cinco años —los setenta y cinco años de su vida, minuto a minuto— para llegar a ese instante. Se sintió puro, explícito, invencible, en el momento de responder:
—Mierda”.
