León Valencia
18 Junio 2025 03:06 am

León Valencia

El varapalo entre el Gobierno y la oposición

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Estamos en el momento más tenso y en el más intenso en la disputa política y social entre el Gobierno y la oposición. El telón de fondo es el drama que se vive en la Fundación Santa Fe de Bogotá, donde Miguel Uribe Turbay se debate entre la vida y la muerte desde del brutal atentado de que fue objeto hace ya diez días. La disputa se libra en el Congreso, en las calles, en las montañas del sur del país, en las redes sociales y en los medios de comunicación con una feroz intensidad.  

Después del atentado le llovió palo y más palo a Petro y a su Gobierno. Lo acusaban de fomentar el odio, de atizar la polarización y de crear un ambiente propicio para la violencia y los atentados.   Le pedían que diera marcha atrás en la convocatoria a la consulta popular. No hizo caso. Al contrario, dobló la apuesta y firmó el decreto que la convoca y se fue a Cali a encabezar una multitudinaria manifestación. 

Pero no nos echemos cuentos: tanto la oposición como el Gobierno han jugado desde el principio con las cartas marcadas de la polarización. La oposición se atrincheró en el Congreso y en los medios de comunicación, incluso acudió a la movilización social en momentos claves. La izquierda hizo lo propio en el Ejecutivo y en las manifestaciones callejeras. 

Es lo que hay: cada uno ha recurrido a lo que tiene dentro de la institucionalidad, y lo han hecho, eso sí, con maniobras legales, con malas palabras, con golpes bajos; es, además, una pelea con árbitros (las cortes y los órganos de control) atravesados por las diferencias, árbitros con influencias, grandes influencias de las partes, desiguales influencias, eso sí. 

Ha sido una disputa de tres años con algunas treguas y con algunos intentos de concertación, eso también es cierto. Pero ha prevalecido la polarización y dudo mucho que los ánimos se aplaquen del todo en medio de una campaña electoral.

Estamos ahora en el pulso más duro, en el más riesgoso: estamos en plena campaña electoral con un Gobierno acosado por el fantasma de la frustración, un Gobierno que no ha podido sacar adelante su plan de reformas y que se juega las últimas cartas para lograr, al menos, algo parcial y dejar en claro, ante sus seguidores, que lo intentó, que de verdad lo intentó; y una oposición que quiere cabalgar sobre el fracaso de la izquierda para sacarla de la Presidencia, que no quiere dar ninguna tregua, ningún respiro al Gobierno.  

Pero aún ahora, en el más duro de los forcejeos, hay una negociación en curso que culminará este viernes 20 de junio. Algún oficio de mediación realiza la Iglesia y el procurador, Gregorio Eljach. Si el Congreso logra sacar una reforma laboral medianamente aceptable para el Gobierno, Petro puede derogar el decreto que convoca a la consulta popular. Sería un respiro en medio de la confrontación.

Deberían propiciar, al menos, este respiro. Porque el palo no está para cucharas. Hay ahora una grave escalada de violencias. Están disparando de todos los lados. Las guerrillas y las disidencias, porque no les gusta la política de paz del Gobierno; las mafias nacionales e internacionales que aprovechan el momento para potenciar el caos en el que se desenvuelven mejor los negocios; y claro, no falta el político insensato que le da cuerda a los ilegales. 

Metámosle realismo a esta discusión. Lo primero es aceptar que se trata de diferencias profundas. Hasta hace pocos años, en Colombia, había un indiscutible consenso en torno al modelo económico y social, y al manejo de la cosa pública. Había una manera de responder a las demandas sociales, una manera poco generosa. Solo una izquierda marginal le gritaba desde afuera del poder al establecimiento gobernante.

Pero ocurrió que en el año 2018 la izquierda salió de la marginalidad y por primera vez conquistó una gran bancada parlamentaria y obtuvo una considerable votación para la Presidencia de la República; y en el 2022 ganó la Presidencia y repitió un ascenso importante en las curules del Congreso. El panorama cambió de manera radical. 

No obstante, las élites políticas tradicionales conservaron las mayorías parlamentarias, su gran influencia en las cortes y el acceso pleno a los grandes medios de comunicación del país.

También, en honor a la verdad, tanto en el 2018 como en el 2022, fuerzas de centro que han tenido por momentos gran relevancia en las encuestas y en el debate político, se manifestaron electoralmente y lograron un importante impacto social. La izquierda no fue capaz de atraer esta corriente y construir una alianza con mayores posibilidades de sacar adelante las reformas, y en cambio la derecha logró arrastrar a los líderes y a las organizaciones del centro a una oposición dura y constante. 

Con esta relación de fuerzas se han adelantado todas las batallas en estos tres años y así transcurrirá este último año de gobierno. 

Los que no estamos metidos de cuerpo y alma en estas batallas podemos llamar a la concertación, a buscar treguas, a lograr acuerdos de mínimos, a bajar el tono, a evitar las agresiones verbales. Es una obligación porque en el medio está el país, y tenemos que hacerlo porque la violencia acecha, pero no debemos hacernos muchas ilusiones. 

Ahora bien, aun los que de muy buena fe hacemos estos llamados altruistas, debemos aceptar que tenemos el corazón en alguno de los dos lados o de los tres lados y hablamos desde ahí. Es difícil, si no imposible, guardar equilibrio en esta polarización, es difícil, si no imposible, la objetividad, lo más que podemos alcanzar es un poco de sensatez, un poco de decencia en el lenguaje y eso esforzándonos bastante. 

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