Antonio Perry
3 Septiembre 2024 05:09 pm

Antonio Perry

En pro de los políticos profesionales

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El título de esta columna es intencionalmente provocador. En Colombia la profesión política está desprestigiada y se asocia con corrupción. Cuando se habla de políticos profesionales se vienen a la mente nombres como Samuel Moreno o el Ñoño Elías. Pero político corrupto no es sinónimo de político profesional. Y, de hecho, los políticos profesionales son deseables en una democracia, pero lastimosamente están en vía de extinción. 

Cuando hablo de políticos profesionales en esta ocasión me refiero a legisladores con experiencia. Son los Nancy Pelosi en Estados Unidos, o los David Luna y Angélica Lozano en Colombia. Son personas serias que ven la política a largo plazo, no como un medio para beneficios personales, sino como un medio para promover mejoras y cambios sociales. Como en una profesión como cualquier otra, los políticos profesionales consideran la política una carrera en la que deben trabajar para ascender, ya sea dentro de su partido o en cargos de elección popular.

Los políticos profesionales son importantes para la democracia por varias razones. Primero, tienen incentivos para preservar y fortalecer las reglas democráticas. Quieren ser reelegidos, por lo que buscan crear instituciones sólidas que se los permitan, como leyes que aseguren elecciones libres y justas. Segundo, desarrollan habilidades democráticas que les ayudan a crear mejores políticas públicas, como la capacidad de negociar y llegar a acuerdos. Un ejemplo de lo contrario son las reformas del Gobierno Petro, que se han estancado por falta de habilidades para negociar y llegar a compromisos. Tercero, y quizás más importante, los políticos profesionales refuerzan los sistemas de pesos y contrapesos; ese control mutuo entre las ramas legislativa, ejecutiva y judicial. Un político profesional, en últimas, fortalece la rama legislativa. Esto hace más difícil que el ejecutivo tome decisiones por encima de ella, algo que es especialmente importante en países donde el presidente tiene mucho poder, como Colombia.

Preocupantemente, en Latinoamérica cada vez tenemos menos políticos profesionales. La tabla a continuación es ilustrativa: salvo por Chile y Uruguay, ningún otro país de la región tiene políticos profesionales. El promedio de años de experiencia de los legisladores en Latinoamérica es de 4.3 años, y en Colombia es de cuatro años, es decir, equivalente a un solo periodo legislativo. No tengo datos actualizados, pero es probable que esta cifra no haya mejorado. Es como si los empleados de una empresa solo duraran el periodo de prueba; no se podría esperar mucho de su desempeño.

Tabla: Experiencia promedio de legisladores en Latinoamérica (2012)

tabla
Fuente: Elaboración propia con datos de Palanza, V., Scartascini, C., & Tommasi, M. (2012)

La profesionalización de los políticos ha disminuido en Latinoamérica por dos razones principales. Primero, la corrupción y el clientelismo han generado rechazo hacia los políticos tradicionales y han favorecido a los outsiders, personas sin experiencia política previa, como empresarios o influencers, que no saben legislar. Basta con ver los escándalos actuales de Susana Boreal, o los pasados de congresistas plagiando proyectos de ley. Además, los outsiders llegan con discursos antiestablecimiento, que a menudo incluyen la idea de destruir las instituciones democráticas, porque supuestamente son cómplices de la corrupción o “no permiten gobernar”. Y si creen que exagero, recuerden que Chávez era militar, Fujimori era profesor de ingeniería y Rafael Correa era profesor de economía antes de llegar a la política. Todos eran outsiders.

La segunda razón por la que los políticos profesionales están en vía de extinción son las redes sociales. Las redes sociales han permitido democratizar la política, permitiendo a nuevos aspirantes llegar a miles de personas sin salir a las calles o depender de un partido. Esto no es necesariamente malo; de hecho, es positivo y los políticos profesionales deberían adaptarse a esa realidad. Sin embargo, el ascenso de las redes sociales, de la mano con el rechazo a los políticos profesionales, ha facilitado el ascenso de outsiders, quienes muchas veces no conocen y no tienen los incentivos de seguir las reglas del juego democrático. 

En conclusión, los políticos profesionales son deseables porque refuerzan los sistemas democráticos. La pregunta es cómo recuperar su profesionalización. Parte de la respuesta está en combatir la corrupción, pero también en que los políticos se adapten a la nueva realidad de un sistema influenciado por las redes sociales. Pero tal vez más importante es reformar el sistema político para alinear los incentivos de quienes quieran participar en él. Se necesita una reforma política que incentive la profesionalización de los políticos. Por ejemplo, una reforma que reduzca y limite el número de partidos políticos, y evite el trasfuguismo de sus miembros. Menos partidos y más despersonalizados, fortalece los partidos políticos y obliga a los políticos a hacer carrera. Más fácil decirlo que hacerlo, pero estamos en mora de ello. 
 

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