Velia Vidal
17 Febrero 2023

Velia Vidal

Escribir la Historia

Entre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsAppEntre aquí para recibir nuestras últimas noticias en su WhatsApp

Un frente frío venía desde el golfo de México y en el malecón empezaron a golpear unas olas enormes, de un mar que apenas unas horas antes lucía en calma. El Caribe chocaba en la mole de cemento y el agua salada se eleva hasta tres metros. Un bello espectáculo desde la distancia y un riesgo que obligó al cierre de la calle que, al otro lado, luce en sus fachadas los efectos del salitre, de los vientos que golpean todo el año y de un desabastecimiento evidente en todos los detalles.

Colombia fue el invitado de honor a la Feria Internacional del Libro de La Habana, un evento que se sentía triste desde el punto de vista del material bibliográfico local, como también se sienten las librerías de la ciudad. Ediciones que parecen publicaciones corrientes de años atrás, libros uniformes y con tintas desteñidas cuya apariencia también cuenta la crítica situación que vive el país, sus contradicciones, sus dolores.

La feria se embellece con el escenario, los atardeceres y la gente que busca refugio siempre en estos altares que, por suerte, insistimos en construirle al arte y en especial a la palabra.

Desde La Cabaña, como llaman la impactante fortaleza que desde el siglo XVIII protege la bahía de La Habana, se observa caer un sol inmenso detrás de unos muros muy bien conservados; a las nueve de la noche suena otra vez un cañonazo, evocando el llamado a los habitantes a resguardarse detrás de las murallas para protegerse de corsarios o piratas. Un viaje a otro tiempo, como si tanta Historia no hubiera ido y venido con las olas que circundan la isla. 

La ciudad presenta unas contradicciones profundas que provocan en cuestión de segundos la oscilación entre la fascinación, el repudio y la tristeza; lo que produce, al menos en mí, una melancolía parecida a la del rostro de Rolando, empleado del hotel donde me hospedaron: una sonrisa amplia se combina con una mirada de párpados caídos que cubren el brillo y la alegría. 

En medio de todo esto ocurrió un acontecimiento tan memorable que debería quedar escrito en la Historia oficial de nuestro país.

Francia Elena Márquez Mina, la vicepresidenta de Colombia, ingresó a la sala Nicolás Guillén en compañía del presidente y otras autoridades cubanas, en medio de un emotivo recibimiento evidentemente dirigido a ella. 
En su discurso, luego de los saludos protocolarios, dijo a los asistentes: “No es la primera vez que vengo a Cuba; hace ya más de seis años vine por primera vez a esta isla maravillosa, para participar de los diálogos de paz del gobierno de Colombia con la extinta guerrilla de las FARC - EP. En ese entonces representaba a las mujeres y a los pueblos afrodescendientes víctimas del conflicto armado en Colombia, a los que anhelaban la paz y que nos hacían persistir en el poder de la palabra y en la búsqueda de salidas negociadas al conflicto armado, hoy vengo como vicepresidenta de la República de Colombia, invitada por la voluntad del pueblo con un firme compromiso de seguir tejiendo historias comunes entre los países hermanos”.

Tras sus palabras sentí que el viaje no parecía al pasado, sino a un futuro cargado de esperanzas y oportunidades, en el que la vida de una mujer puede transformarse radicalmente por la acción de una sociedad justa. 

El contraste entre los dos viajes, el de Francia Elena, la madre, la activista, la representante de las víctimas y el de Francia Elena, la vicepresidenta, no es un hecho menor. Es un acontecimiento relevante y memorable que nos refuerza el valor de lo simbólico en la construcción de nuestras sociedades. 

Este es, sin duda, un símbolo de lo que permiten la democracia y el pleno ejercicio del derecho a la participación. 

Puede ser que este hecho no quede, como es mi deseo, en la Historia oficial de Colombia; pero me da gusto dejarlo consignado aquí, en la columna número cincuenta que publico en esta revista. Quiero agradecer a los lectores por su generosidad y a CAMBIO por este espacio de libertad que no solo me reta cada semana, sino que me ha permitido poner en la escena pública algunas de mis preguntas más profundas, mis preocupaciones y ejercer mi compromiso con que se nombre al menos una parte de lo que ha sido invisibilizado históricamente en nuestra América Latina. 
 

Conozca más de Cambio aquíConozca más de Cambio aquí

Más Columnas