Velia Vidal
31 Mayo 2024 04:05 pm

Velia Vidal

Esto es agua

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Casi siempre pienso en el agua, por presencia o por ausencia. Reviso constantemente cuál es el mar que tengo más cerca, visito los ríos que pasan por donde ando y a veces me detengo a leerles, como el fin de semana pasado al Támesis. El agua ha sido determinante en mi literatura, mis libros son completamente húmedos, en sus títulos, en su esencia, porque mi pensamiento lo es. 

Estos días estoy en Reino Unido, entre otras cosas, promocionando mi libro Tidal Waters (Charco Press, 2024), que es la traducción de Aguas de estuario (Laguna Libros 2020) al inglés. Entre esas otras cosas me reuní con mi agente y ella aprovechó para darme el regalo de abrir los estantes de las copias de títulos de los autores que representan, de donde pude escoger sin restricciones. Salí con una colección de libros de Carlson McCullers, de Patty Smith y David Foster Wallace. Mi plan es llevarlos a Colombia, pero atada al agua como vivo, no pude aplazar la lectura de Esto es agua (Penguin Random House, 2014) de Foster Wallace. Ese discurso pequeño me acompañó de camino al Hay Festival de Gales, donde estoy invitada por primera vez y represento a mi país junto a Juan Gabriel Vásquez.

Se trata de un discurso que el autor pronunció para una ceremonia de graduación, algo común en Estados Unidos, pero que él hizo por esa única ocasión. Un discurso que resultó polémico tras su suicidio, debido a ciertas posiciones que plantea sobre la vida. 

El título proviene de la breve historia con la que arranca el texto, que no es en realidad sobre el agua, es sobre la vida entera. No una lista de consejos para llevarla, no un sermón moralista sobre el futuro de esos jóvenes, ni un manual del positivismo de moda en estos tiempos. Me atrevería a decir que es una cosa más compleja.

Dos fragmentos me llamaron mucho la atención:

Lo de “aprender a pensar” en realidad quiere decir ejercer cierto control sobre cómo y qué piensa uno. Quiere decir ser lo bastante consciente y estar lo bastante despierto como para elegir a qué prestas atención y para elegir cómo construyes el sentido a partir de la experiencia. 

El tipo realmente importante de libertad implica atención, y consciencia, y disciplina, y esfuerzos, y ser capaz de preocuparse de verdad por otras personas y sacrificarse por ellas, una y otra vez, en una infinidad de pequeñas y nada apetecibles formas, día tras día. Esa es la auténtica libertad. 

Y entonces volví a pensar en el agua. 

Ya no en la de mis libros, sino en la que ahoga a varios pueblos por estos días, mientras tiene a otros en sequía y, como consecuencia, en racionamiento. O en casos más dramáticos, como el de Bogotá, este ambiguo panorama se presenta en la misma ciudad. 

Elegí volver mi atención sobre una noticia que, a lo largo de la semana, leí con ligereza: 
A partir de la primera semana de junio, empezará el primer reasentamiento a gran escala de una comunidad latinoamericana debido al incremento del nivel del mar. Esto ocurrirá en Panamá. 
Cartí Sugdup es la isla más poblada de las 365 que conforman el archipiélago de Guna Yala, en el Caribe panameño, y donde el aumento del nivel del mar producto de la crisis climática global ya genera estragos. Cuando llueve o sube la marea, el pueblo completo se anega y todo indica que la situación empeorará. Los datos de la estación de mareas del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI), muestran aumentos de alrededor de seis milímetros por año durante los últimos siete años en el Caribe. Dice la publicación ambiental Mongabay. 

Hay mucha tela por cortar sobre este reasentamiento. Algunos miembros de la comunidad no están a gusto con las viviendas que se construyeron, otros están preocupados por sus prácticas culturales, como la gastronomía.

En todo caso, me atrevo a decir que América Latina no está ejerciendo su auténtica libertad, por la que tanto ha luchado, al no poner suficiente atención, consciencia y disciplina en sus aguas.

Lo ocurrido recientemente en Río Grande del Sur, en Brasil, así como este caso de Panamá, o la dramática erosión costera desde Turbo a Arboletes en Urabá, tendrían que tenernos muy despiertos, intentando colectivamente, construir sentido ante esta nueva realidad que modifica la vida cotidiana de muchos.

Lo de vivir anegados y cómodos solo funciona, y estrictamente en sentido metafórico, para los libros, que también han sido grandes damnificados de las inundaciones.
 

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