Martín Jaramillo Ortega
16 Febrero 2024 06:02 am

Martín Jaramillo Ortega

Fútbol moderno: puro cuento

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El fútbol se ha convertido en un duelo de billeteras en donde el poderío, al mejor estilo del fútbol colombiano de la década de los 80, se mide por los títulos y por la cantidad de jugadores de calidad que se les endosen a los clubes. Marcan la parada equipos cuyos dueños son mundialmente conocidos por no ejercer las prácticas más ortodoxas en sus negocios. 
Los clubes pertenecientes a estados petroleros, algunos de estos tristemente célebres por violaciones de derechos humanos, han empezado a acaparar los trofeos. Tanto así, que incluso el Real Madrid, el club que históricamente ha sido la representación del capitalismo en el fútbol, se ha visto amenazado por estos nuevos ricos. 

Dada la primacía del dinero en el fútbol moderno, hace poco caí en cuenta de que llevo años buscando validaciones para hacerme creer que el fútbol, el profesional particularmente, no es esta danza de los millones ni este duelo de poderíos; sino ese deporte que bien puede ser un fenómeno social en el cual, todavía, la igualdad se ve representada en un 11 contra 11. 

Quizá pueda parecer algo enfermizo, pero ahora que veo esta práctica involuntaria, confieso que he buscado que la ficción -particularmente la literatura y ese subgénero literario que es el cuento de fútbol- sea quien se adapte a la realidad. He querido ver a este deporte como aquello que ya no es, pero que todos quisiéramos que fuera: un juego de barrio. 

Casos hay varios. Uno de los cuentos de fútbol más famosos es 19 de diciembre de 1971 de Roberto Fontanarrosa, el máximo exponente de este tipo de literatura y, junto a Fito Páez, de los hinchas de Rosario Central. Se trata de una semifinal del torneo local entre Newell’s Old Boys y Rosario Central. Los hinchas canallas, cabuleros por antonomasia, refugian su suerte en el Viejo Casale, un anciano al que por cuestiones de salud le prohíben volver al estadio, a la cancha, pero al que la suerte lo ha acompañado de tal forma que nunca ha visto perder in situ a Rosario Central. 

"Dada la primacía del dinero en el fútbol moderno, hace poco caí en cuenta de que llevo años buscando validaciones para hacerme creer que el fútbol, el profesional particularmente, no es esta danza de los millones ni este duelo de poderíos".

La trama del cuento va encaminada a ver al Viejo Casale en el estadio, sin desfallecer en el intento, para que Rosario Central no pierda. No busco hacer un spoiler porque el cuento vale la pena leerlo, pero si se imaginan lo que pasaría si el Viejo Casale va al estadio piensen en la imagen de Mane Díaz al borde de un soponcio en el Metropolitano de Barranquilla luego del segundo gol de Lucho Díaz a Brasil. 

Probablemente uno de estos casos literarios más cercanos a la realidad lo comentó Nicolás Samper en uno de los programas de radio en que participa. En El secreto de sus ojos -novela de Eduardo Sacheri y cuya adaptación al cine ganó el Premio Óscar a Mejor Película Extranjera en 2010- Isidoro Gómez asesina a una joven y logra escabullirse de la justicia. Tiempo después a Gómez, luego de rastrear algunas de sus conversaciones epistolares, logran atraparlo fungiendo como hincha visitante en el estadio Tomás Adolfo Ducó. El asesino había intercambiado cartas en donde mencionaba a varios jugadores pertenecientes a Racing Club de Avellaneda y los investigadores decidieron ir a buscarlo en un partido del club de sus amores contra Huracán. 

Esto mismo ocurrió, y de manera real, el martes de esta misma semana cuando en un partido entre Huracán y Gimnasia y Esgrima La Plata arrestaron a Brian Quiroles, un hincha de ‘el lobo’ que había logrado huir de la justicia luego de un intento de asesinato. El hincha llevaba dieciséis meses prófugo y lo agarró la policía antes de pasar el torniquete. 

Ocurrencias como estas hay una infinidad. Recientemente se hizo viral un video en TikTok sobre unas monjas con el hábito, nunca mejor dicho, de jugar al fútbol. Además de jugar bastante bien, hacer la relación con ¡Dele duro monseñor!, cuento de Daniel Samper Pizano sobre un partido ficticio de fútbol de la Clericus Cup, es inevitable. En este caso, y dado que usan el hábito como uniforme, hacer un caño sería causal de penitencia y Rosario Central, a diferencia de lo mencionado con Fontanarrosa, no sería un equipo de fútbol sino las 53 avemarías recitadas a las 12 del día en punto. 

En fin, cada vez soy más creyente que este tipo de fútbol será más parecido a la ficción. Colorín colorado, ¿este fútbol se ha acabado?
 

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