Luis Alberto Arango
29 Abril 2023

Luis Alberto Arango

Gobernar o mandar

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Escudándose en que lo eligió la mayoría del país, así sea por una estrecha diferencia, el Gobierno Petro parece olvidar que los cambios de largo aliento se promueven gobernando y no mandando.


En tan solo nueve meses de gobierno, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, ha cambiado a diez de los diecinueve ministros que conformaban su gabinete. Siete de ellos removidos hace pocos días debido a una crisis ministerial sin precedentes en la historia reciente de Colombia. Esta situación plantea serias preguntas sobre el liderazgo de Petro y su capacidad para gobernar efectivamente un país diverso y complejo.

Existe una distinción importante entre gobernar y mandar. Gobernar conlleva liderar un país con prudencia y discernimiento, considerando diversos intereses y expectativas, mientras que mandar se limita a emitir órdenes, esperando el mejor resultado, sin tener en cuenta los potenciales obstáculos y repercusiones que puedan surgir durante su ejecución, ni las posibles consecuencias adversas derivadas de ellas.

Parece que Petro y su partido han optado por la segunda opción, es decir por mandar en vez de gobernar, basándose en la idea de que, dado que ganaron las elecciones, tienen patente de corso para imponer, con nulo o poco espacio para consensos, su programa de gobierno. Así lo han expresado sus alfiles y él mismo en numerosas ocasiones.

“Parece que Petro y su partido han optado por la segunda opción, es decir por mandar en vez de gobernar…”.

Sin embargo, es importante recordar que Petro ganó por una estrecha diferencia, obteniendo el 50,44 por ciento de los votos de la segunda vuelta, lo que indica que casi la mitad de los votantes de esa elección no estaban de acuerdo con sus propuestas o con lo que él representaba.

Gobernar no significa solo atender los intereses de aquellos que votaron por Petro, sino también tomar en cuenta las preocupaciones de todos los ciudadanos.

Cuando un líder se enfoca más en mandar que en gobernar, el resultado no puede ser otro que el de la inestabilidad y el conflicto dentro del gobierno. Y como consecuencia, incertidumbre en el país. En el caso de Colombia, el riesgo es aún mayor, ya que los nuevos ministros nombrados por Petro representan primordialmente la ideología de su partido y no la diversidad política y de pensamiento que caracteriza al país.

Un ejemplo de lo que va a suceder debido a este remezón ministerial es que habrá nuevos empalmes en casi la mitad de los ministerios, retrasando o cancelando proyectos, ralentizando la ejecución de políticas y dejando en el aire decisiones pendientes de ejecutar para el buen desarrollo del país. Un costo muy alto que estoy convencido de que nadie en el gobierno ha anticipado ni sabe cómo abordar ni manejar.

Además, la mala costumbre de Petro de utilizar Twitter para defender sus decisiones atacando a sus críticos en lugar de acercar ideas y buscar consensos, lo aleja de la figura de un estadista y lo convierte en un activista político. En lugar de ejercer un liderazgo, a la altura de su capacidad presidencial y del estadista que se espera de un jefe de Estado, su comportamiento en las redes sociales solo refuerza la imagen de un líder autoritario y polarizador.

La reciente crisis ministerial en Colombia es un claro indicativo de que el desorden, la ausencia de liderazgo y el enfoque en mandar en vez de gobernar, no construye ni genera cambios positivos para el país. Para asegurar un futuro estable y próspero para Colombia, es fundamental que Petro y los miembros del gobierno entiendan la diferencia entre estas dos formas de liderazgo y adopten un enfoque más inclusivo y consensuado que tenga en cuenta las necesidades y preocupaciones de todos los ciudadanos, independientemente de su afiliación política.

“La reciente crisis ministerial en Colombia es un claro indicativo de que el desorden, la ausencia de liderazgo y el enfoque en mandar en vez de gobernar, no construye ni genera cambios positivos para el país”.

Algunos observadores consideraban a Petro como uno de los candidatos más idóneos para ejercer la presidencia en Colombia; sin embargo, a raíz de la crisis ministerial, su comportamiento persistente como activista político y su enfoque orientado a mandar en lugar de gobernar, entre otros, hacen que varios se pregunten si Petro y su partido político están verdaderamente capacitados para asumir las responsabilidades de manejar las riendas del país.

A Gustavo Petro le quedan treinta y nueve meses de mandato, tiempo suficiente para replantear y adaptar su estilo de liderazgo con el fin de alcanzar el cambio que predica, idealmente buscando consensos con aquellos que no comparten sus posturas e ideología. No cuestiono sus buenas intenciones ni la urgencia que siente para materializarlas, pero los cambios verdaderos y de largo aliento se logran a través de la gobernabilidad y no mediante órdenes unilaterales. Del afán por imponer el cambio no queda sino el cansancio.

“A Gustavo Petro le quedan treinta y nueve meses de mandato, tiempo suficiente para replantear y adaptar su estilo de liderazgo con el fin de alcanzar el cambio que predica…”.

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